sábado, junio 09, 2007

Toda persona que tenga por oficio algo creativo tiene la necesidad de darse publicidad. Una de las herramientas que para este fin se ha utilizado siempre es la vanidad, porque vanidad, aparte de una de las cosas que más matan la convivencia, es además una de los mejores recursos de venta de uno mismo y de sus obras. En este mundo de mercancías, el vive de una habilidad ha de ponerse por las nubes. Vivimos en el mundo de la imagen.
Entre los más vanidosos se encuentran los actores, pintores, escritores y políticos. Los escritores son actores que van o de hombres sabios o de bohemios; los actores dicen que construyen personajes como si fueran escritores de novelas; los pintores hacen política cada vez que exponen obras en las galerías; y los políticos son malos actores, pésimos escritores y a veces no sé si pintan algo. En cualquier caso, las cuatro profesiones tienen en común que suelen ser de gente vanidosa.
Venderse a uno mismo, ésa es la clave para triunfar en la vida. No obstante, la vanidad puede ser muy negativa en la esfera privada; los seres queridos nos conocen muy bien y nos miran con amor, pero también saben de nuestros defectos. No debemos abusar de quienes tan bien nos conocen. Aquí sí que debemos ser humildes.
Pero no debemos olvidar si no queremos perder el norte lo que decía Jacinto Benavente: " El amor propio y la vanidad nos hace creer que nuestros vicios son virtudes y nuestras virtudes, vicios" Se puede llegar a lo patético por ser vanidoso. El ejemplo más claro, el de esas bellezas viejas que a base de botox y bisturí se convierten en Barbies de geriátrico, que diría en una ocurrencia feliz Victoria Beckham. O lo que es peor: en monstruos del lago. Más que del lago, del Spa.
Pese a que hay gente que llega a hacer esa clase de burradas, sin llegar a sus extremos, no está de más nos queramos un poquito para defendernos de lo delirante cotidiano. A veces, cuando estoy muy caído anímicamente, me preocupa cómo mis circunstancias han ido destruyendo poco a poco mi ego; cuanto más necesito tener el ombligo bien brillante para mirarlo, más pelusas aparecen a mi vista. Quizá lo que me venga bien es una pequeña dosis de egocentrismo. Si consigo elevar mi moral, que no me falte mi familia que me diga las cuatro verdades, si es que mis pies se elevan del suelo demasiado o siento ganas de ponerme tetas. Bueno, de esto último, no creo que me entren ganas.