Los humanos tenemos el instinto de que si todo nos va bien, atacar a aquellos que dicen que cambiemos. Cuando nos gusta nuestro estilo de vida, lo que nos aterra es el cambio. Podemos ir a mejor, sí, porque nos sabemos infelices, pero preferimos no enfrentarnos a la posibilidad de que vayamos a peor. O mejor dicho: nos aterra que ya no seamos los mismos de ahora, con nuestra infelicidad y todo.
Básicamente, es lo que les pasa a los que atacaron a Al Gore la semana pasada por tener una casa que consume mucha electricidad. A mi juicio, se quedaron cortos: podían haber atacado a Al Gore por pasarse en su documental más de media hora metido en un coche, por hacer frecuentes viajes en avión, cuando de todos es sabido lo contaminantes que son los aviones actuales o por ponerse camisas hechas en oscuros talleres clandestinos y vendidas en luminosas y lujosas tiendas que contaminan por la electricidad que gastan.
Sí, critican mucho a Al Gore. Con razón. Porque Al Gore es humano, y como todos los humanos actuales, tenemos la responsabilidad de los cambios a peor que se están dando en el mundo. Pero a diferencia de los que quieren seguir de la misma manera que antaño, Al Gore quiere cambiar. Asume su responsabilidad y hace lo que un hombre bueno debe hacer.
Es cierto: fue su gobierno el que no ratificó el tratado de Kyoto, pero eso lo que nos hace ver es que realmente hay fuerzas en la sombra mucho más poderosas que un vecipresidente o un presidente y que son las que realmente controlan el gobierno. Tal vez Al Gore, a título personal, hubiera firmado una y mil veces el protocolo de Kyoto, pero esto lo que pone en evidencia que un vicepresidente de los EEUU tiene ciertas servidumbres que en modo alguno tienen que ver con sus votantes ¿Estamos, entonces, ante una verdadera democracia?
Nosotros, los europeos, junto con los norteamericanos, tenemos la mayor parte de la responsabilidad de los desastres que puedan venir dentro de pocos años. Por su parte, los norteamericanos, corren el riesgo de ser el pueblo más odiado de la historia, seguido (y de lejos) por el pueblo de la Alemania nazi. Yo no quiero eso. Nadie quiere eso. Así que, dejemos de buscar contradicciones, porque todos las tenemos y no debemos sentirnos culpables por ser incoherentes, pero sí por no desviarnos del camino para seguir la senda correcta.
Lamento que en su día, Al Gore no ocupara la presidencia que en buena ley le pertenecía. También lamento que, al final de su documental, viera como un gran hito el que vencieran al comunismo. Le recuerdo que los que derribaron el comunismo fue los propios gobernantes rusos.
En mi pueblo, como en la gran finca de su padre, había un río. Mientras en su niñez él se bañaba sólo en el tramo que corría por la propiedad de su padre, yo en la mía me bañaba en el tramo que pasaba cerca de mi pueblo en compañía de otros niños. Desde entonces sé qué es lo mejor.