Ya se sabe quién es la nueva Miss España: una chica del norte llamada Natalia Zabala. El jurado la eligió por su elegancia y su mirada. Yo opino que la eligieron por lo seca de carnes que está; en estos tiempos que corren, es el único patrón de belleza que cuenta. Sus medidas son de 90-62-90, que están muy bien para una mujer de metro sesenta
y cinco, pero para una chica de metro setenta y siete se quedan un poco escasas. Vamos, creo yo.
Pero no era mi intención el entrar en detalles sobre la selección de la miss España; lo que yo quería hacer era denunciar una vez más esos concursos odiosos que hace tiempo tenían que haber desaparecido como eventos importantes dignos de salir en los periódicos. Pero como tantas otras veces tengo la sensación de que es otro grito más en el vacío: no hay nada más extenuante que la lucha contra la inercia que mueve la sociedad. Los concursos de belleza son parte de esa inercia, como el seguir usando motores que funcionan con gasolina o el culto excesivo a la avaricia.
Cuántas veces habrán dicho que esos concursos son denigrantes y machistas, pero ahí seguimos, año tras año se sigue eligiendo a la mujer más guapa según el canon de belleza al uso, por estúpido que éste sea. Y el de esta época, es de los más estúpidos que se hayan visto nunca.
Luego pasa otra cosa: que los medios de comunicación le dan una importancia al acto que sin duda no tiene. En casi todos los sitios de los media puedes encontrar un rincón donde ponga el nombre de la miss. Es más, hasta hay un periodista-jefazo que ha sido un asiduo de esos eventos hasta hace poco. Se llama Luis María Ansón. Aquéllas que les preocupan las actitudes machistas harían bien en buscar restos de falocracia en las redacciones, pues sospecho todavía hay. Si no, ¿A qué viene esa sospechosa cobertura a esos festivales de la superficialidad?
Queridas amigas mías, os prometo que este relato no es para hacerme el guay con vosotras. Tenéis razón cuando decís que esto debería desaparecer, con toda la estulticia que trae consigo este tipo de certámenes.
'No descarto una operación estética si es necesario' dice la muchacha recién elegida. Las clínicas de estética harán su agosto. Y mientras, nos cobran un canon por sacar a Rousseau de la biblioteca.