miércoles, octubre 31, 2007

Los que me seguís sabéis que no suelo hablar mucho de temas de actualidad, pero hoy haré la excepción porque la noticia es de suma importancia:
Ya se conoce la sentencia que condena a los autores del 11-m, y no hay nadie entre ellos que pertenezca o haya pertenecido a ETA, ni los culpables han sido ayudados por miembros de dicha organización. La cruel matanza es obra del terrorismo yihaidista exclusivamente.
Pero en este asunto hay otros culpables que desgraciadamente quedarán impunes: los hipócritas, los cínicos que han querido mentir a la opinión pública por salvar el honor del anterior gobierno conservador. Han demostrado que para ellos es más importante la fama de un gobernante y su equipo que las víctimas del salvaje atentado supieran la verdad.
Es por ello que deberían ser sometidos a vergüenza pública, aunque temo que de ésta saldrán impunes, porque en definitiva, ellos son los que deciden en este país quién cae en desgracia, quién debe ser subido a los altares y quién debe pasar desapercibido. Son servidores de los intereses de los poderosos, esclavos de la codicia y de la mentira. Por un tiempo, ellos serán los que quieran pasar inadvertidos.
Nos ven al pueblo como masa, una montaña de títeres a los que manejar en un guiñol funesto del que se ríen a carcajadas.
¿Y ahora qué, mentirosos? Deberíais cerrar vuestras emisoras, vuestros periódicos, que nunca han servido a la verdad, que han contaminado los cerebros de gentes de bien, que por mucho tiempo han defendido vuestros bulos, ignorantes de vuestras añagazas y vuestras risotadas por saberos tan poderosos.
Antes escuchaba lo que decíais, leía vuestras columnas para que escuchándoos a vosotros, que no sois santos de mi devoción, pudiera hacerme con una opinión más o menos objetiva, fruto de la lectura y la escucha de diferentes fuentes informativas. Ahora me doy cuenta de que era un error, pues la mentira no es el ingrediente más idóneo para conseguir la objetividad.
Que os den, embusteros. A otro perro con ese hueso, que vergüenza debería daros el trabajo que estáis haciendo. Conmigo que no cuenten vuestros anunciantes, pues yo sólo pago verdad, que las mentiras muy bien me las puedo conseguir yo gratis.