lunes, abril 02, 2007

Aparte de los blog de los amigos que he ido haciendo en internet, leo con interés el blog de Martín Varsavsky, un argentino que lleva ya montadas aquí en España tres empresas de telecomunicaciones. Recomiendo leer su blog a toda aquella persona que quiera iniciarse en el proceloso mundo de los negocios; de Varsavsky puede aprender bastantes lecciones. O no, porque casi nunca habla del "método Varsavsky" para ser emprendedor y rico en pocas semanas. Yo creo que es porque Martín es de esa clase de personas que sabe hacer las cosas pero no sabe cómo explicarlas; o necesitaría mucho tiempo y muchos blog para explicarlas.
Varsavsky fue, a mi juicio, muy amable por reflexionar sobre el por qué de los bajos sueldos que se pagaban en España; recordemos que mi país es una de las diez economías más fuertes del mundo; sin embargo, la gran masa de población recibe unos sueldos bastante penosos; os puedo decir que hay un gran descontento entre las capas más bajas de la sociedad. Sin duda, mi país ha escogido la peor cara del neoliberalismo vampírico y especulador.
Martín Varsavsky, aunque neoliberal, rechaza muchas de las cosas de este neoliberalismo a la española: critica los penosos sueldos que paga, por ejemplo, Telefónica (se debe referir a su empresa subsidiaria, Atento)y también habla, elevando el tono de la crítica, de los monopolios de las Telecomunicaciones que están pegándose la gran vida a costa de trabajadores y consumidores. Pienso que el denunciarlo es una actitud que le honra, aunque, todo hay que decirlo, habla mal de sus potenciales competidores con algo de interés; desprestigiarles forma parte de la batalla.
En cuanto a los licenciados mileuristas, también nos da estopa: dice que por problemas de mentalidad de la universidad española, se nos educa para ser curritos y no para ser emprendedores, se nos forma como si fuésemos discos duros a los que hay que llenar de información (la expresión es mía) y no almas creativas que con su inventiva generan puestos de trabajo. Claro, la gente como yo se puso de uñas y la tomaron con el pobre Martín, al que le llovieron palos a mansalva.
Intentando interpretar la idiosincrasia española, olvidó una parte muy importante del carácter español: nosotros podemos criticar nuestro país y nuestras costumbres todo lo que nos dé la real gana; que consulte el que quiera las hemerotecas y la literatura españolas, que las encontrará llenas de quejidos y llantos por nuestro país, sin embargo, que venga uno de fuera a enmendarnos la plana, que recibirá la del pulpo y la del otro. Eso es lo que le pasó al sorprendido Varsavsky. Esperemos que los españoles aprendamos de una vez por todas a aceptar las críticas foráneas.
Es que algo de razón sí que tiene: al español le tira más el ser funcionario que el ser emprendedor (yo soy la prueba de ello) y que de éso se han aprovechado las
empresas españolas. Pero también creo que no todos tenemos por qué ser emprendedores; se minusvalora la importancia del obrero en una empresa. Eso sí que es el error Varsavsky y en general, el error neoliberal.
Tal vez, el señor Martín, de tanto montar nuevas empresas, no concede el valor del día a día, la función de los obreros. Sin obreros, por mucho que quiera el constructor, no hay edificios. Sin la paga que se da a los obreros, no hay mercado. Afortunadamente, el señor Varsavsky esto último sí que lo tiene claro.
La sumisión española, que desdeña al emprendedor, tal vez se deba a que fuimos durante cuarenta años un país católico y dominado por un fascista. Ser sumiso es buen salvoconducto para sobrevivir en los totalitarismos, y cuando murió el dictador nos quedó a todos en la cabeza un "sistema operativo" a prueba de errores libertarios, creativos o emprendedores.
No eche la culpa a la universidad, señor Varsavsky. Métase en el bar de un barrio cualquiera. Escuche las voces de los españoles. En el suelo, entre huesos de aceituna y servilletas de papel arrugados, acaban todas nuestras reivindicaciones y nuestros deseos de ser emprendedor. Y los decibelios, parafraseando al poeta, juguetes de viento son.