domingo, abril 08, 2007

Salimos de una película que nos habla de éxito, y nos olvidamos que es tan importante en esta vida los actores como la palomitera que nos ha vendido el refresco y las palomitas; ella ha contribuido como los que están en la pantalla a nuestra felicidad aquella tarde. Sin embargo, olvidamos su cara más fácilmente que la del actor o actriz protagonista.
Vivimos en la cultura del desprecio de lo necesario frente al culto a lo superfluo. La gente cree que no necesita gente que le haga las palomitas, los bocadillos, que le ponga el café, que le reponga las estanterías del supermercado, que les cosa, que les ponga los ladrillos de sus casas, que le limpie las oficinas, que le limpie a sus hijos y ancianos. Todas esas personas hacen algo fundamental. Sin embargo, están muy mal pagadas porque hay muchos para sustituirles, pese a hacer algo que es imprescindible.
Dicen que cuando más responsabilidad tienes más debes cobrar. No estoy de acuerdo. Ahora es el tiempo en que más se paga la responsabilidad. Quizá demasiado. Ahora el ejecutivo de cualquier compañía gana 600 veces más que el último currito. Es un absurdo: La importancia de un ejecutivo nunca es 600 veces superior a la de un currito, y a veces es incluso menos.
Pero ahora, el limpiar, el cuidar, el dar de comer vale muy poco. En España, te pagan 300 euros al mes, por veinte horas semanales, seiscientos si haces una jornada de 40 horas semanales por cualquier trabajo de reponedor o vendedor de comida rápida (los mc job que quiere quitar del diccionario de lengua inglesa la multinacional McDonald "porque hiere la sensibilidad de sus empleados"). Con seiscientos euros no se paga un alquiler ni se tiene para comer aquí. Joven palomitera, si no tuvieras a tu familia a tu lado, que te proporciona la casa y paga las facturas de la luz que tú no podrías pagar, te puedo asegurar que estarías abocada a la indigencia.
Lo malo es que según la ley del mercado, hay que pagar poco los que pueden dar de comer, poner ladrillos, limpiar y cuidar. Sin embargo, son las cuatro cosas fundamentales del hombre. Lo demás, es pura , es pura simulación de lo imprescindible.
Y bueno, termina por hoy mi exposición de lo evidente. Se ha dicho esto mismo tantas veces y de tantas formas distintas, que me daba reparo tocar el tema otra vez. Se debería haber hecho caso a los que dijeron esto mismo antes que yo, que eran voces mucho más autorizadas que la mía. Me aburro hasta yo de escribirlo.
Aburren los tópicos que desgraciadamente son reales.