lunes, marzo 12, 2007

En donde vivo hay unas autoescuelas que son muy chulas y se rigen totalmente por la principal ley no escrita del libre mercado: puedes elegir la autoescuela que quieras, pero pagando el precio que pacten entre todas. Igual que las zapatillas de marca: te puedes comprar el modelo que más te guste, pero pagando el mismo precio que otro similar al de la compañía "competidora". O si finalmente te sacas el carné de conducir: puedes elegir entre diversas marcas de coches, modelos que traen lo mismo, por idéntico precio. Y luego dicen que los comunistas lo daban todo muy uniformizado.
Eso sí, lo bueno que tiene el mundo de hoy en que vivimos en que todo viene con más colorines. Por ejemplo, las marquesinas de las autoescuelas de mi ciudad son de vivos colores: amarillos, rojos, azules... Pero eso sí, una vez dentro de una, tienes que leerte las mismas normas y pagar por las clases de coche lo mismo que en todas las demás; vista una, vistas todas.
Decía Henry Ford: "puede elegir el color de coche que usted quiera, siempre y cuando éste sea negro" Es lo que pasa hoy. El dinero lo vuelve todo de color negro. Puedes elegir lo que te dé la gana, que al final vas a pagar lo mismo que por lo de la competencia.
Que eso de que la competitividad favorece al consumidor es una patraña; cuando el pescado se reparte entre cuatro o cinco y no entre treinta y cinco, es muy difícil encontrar diferencias destacables. Haced la prueba: elegid un coche de determinadas características, comparadlos con otros similares de la competencia y veréis que la cosa no varía mucho entre marcas.
Parece ser que las autoescuelas de mi ciudad hacen la puñeta a aquélla que de motu propio decide bajar los precios sin tener en cuenta a las demás. Es más, chantajean y presionan para que no se lleve el gato al agua. El gato hidráulico, se entiende.
En la película "Good Bye Lenin", sobre la caída del muro de Berlín, al personaje principal le llamaba la atención que en las estanterías de los supermercados de la Alemania unificada hubiera una gran variedad de marcas de pepinillos, frente a la única marca que había para proveer a toda la Alemania del Este.
Eso me hizo pensar que qué mas daba: todos los pepinillos son iguales.
Y la diferencia, es una ilusión creada por el "libre mercado".