miércoles, noviembre 21, 2007

Recuerdo que en una entrevista que le hicieron a nuestro más excéntrico escritor, Fernando Arrabal, decía que él algunas mañanas, antes de salir de casa, le gustaba ponerse una molesta china en el zapato, sólo por el fugaz instante de felicidad que le suponía el volver a casa y quitársela.
Esta tarde, Iba yo también a salir de casa, y cuando quiero echar mano de mi cartera, ésta no aparece por ninguna parte. "Me parece que no me voy" Pensé desanimado ante la perspectiva de meterme en un mar de trámites burocráticos para anular la tarjeta de crédito, hacerme nuevas copias del carné de identidad y el de conducir, recuperar direcciones perdidas... Por no hablar de que llevaba veinte euros y que no estamos para perder el dinero, que somos pobres.
Hemos estado dos horas mi chica y yo buscando la cartera y claro, mi chica mientras buscamos me lanza invectivas todas ellas justificadas. Lo que se dice en estos casos "Que si eres un desastre, que si un día vas a perder la cabeza.." A todo esto, yo diciéndome "Si es que soy un desastre, si es que voy a perder la cabeza" Como podéis comprobar, yo soy de los maridos que hacen caso a lo que dicen sus mujeres.
La casa patas arriba. Lo bueno que tienen estas búsquedas es que al final te encuentras con cosas que hace mucho que no ves: un antiguo poema, una fotografía olvidada, objetos preciosos que creíamos haber tirado, cuando las cosas no valían casi nada en comparación a hoy...Pero la cartera no aparece, y esos pequeños instantes de felicidad quedan eclipsados ante el pánico por no encontrarla.
Busca que te busca, y nada. Parece que ha pasado un vendaval por la casa. No sólo no la hemos encontrado, sino que encima me tocará recoger todo el desorden que he generado.
Nos resignamos y ya pienso en reemplazar los antiguos documentos que han viajado a ninguna parte. Ir a la comisaría, esperar colas kilométricas... Me entra un sudor frío de pensarlo. Pero de repente, oigo la dulce voz de mi mujer que dice "Mira , Opo aquí está. Te la habías dejado debajo de un archivador".
Me sentí estúpido, pero a la vez me sentí feliz. Fue entonces cuando me acordé de la anécdota, ficticia o no, que contaba Fernando Arrabal y sólo en ese momento supe el sentido que tenía: a veces la felicidad es la pequeña cosita que sucede después de un tiempo más o menos largo de molestia: una china en el zapato después de llegar a casa o una cartera perdida que amenaza con echarte encima toda la burocracia.
O como decía Benjamin Franklin: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días". Vale.