martes, diciembre 12, 2006


El pasado domingo murió un tirano como suelen hacerlo la gente de su ralea: viejo, rico, en la cama e impune. Habrá quién piense que otro tirano, Hitler no murió así. A quien lo diga le recuerdo que Hitler fue la excepción, no la norma.
El tirano murió el pasado domingo nadando en la abundancia, rodeado de los suyos. Muchos le han llorado en su país. Otros, lo han celebrado. Habrá también quien diga, tomando una postura aparentemente equidistante, que no hay que celebrar su muerte. Claro, que estas personas piensan así porque no tienen ningún muerto o torturado en su familia a causa del tirano.
Habrá otro tipo de aparentes equidistantes que dirán que bueno, que después de todo, gracias al tirano, el país goza de la economía más estable de la zona gracias a que cumplió a rajatabla con las directrices de los Chicago Boys enseñados por Milton Friedman. Lo que no te dirán es que el tirano dejó a gran parte de la población de su país en la más absoluta pobreza, sin sanidad, educación ni nada de eso que hace vivir con dignidad a los hombres.
El tirano tuvo grandes amigos: Franco, que murió en la cama, Richard Nixon, que murió deshonrado pero en la cama, Ronald Reagan, que murió en la cama aunque demenciado, Margaret Thatcher, que morirá en la cama y Henry Kissinger, que también morirá en la cama. En esta vida, ser malo es garantía casi segura de morir anciano, rico, en paz y rodeado del cariño de los tuyos.
Se calcula que el tirano causó más de tres mil muertos y cuarenta mil torturados mientras robaba-gestionaba el país. Pero nada es comparable con la actuación de otro sátrapa actualmente ejerciendo de tal.
El sátrapa del que hablo llegó a ser presidente de su país manipulando unas elecciones, mandó su país a una guerra manipulando pruebas y bajo su responsabilidad, hay un incalculable número de torturados y han muerto 600000 personas. Un genocida en ejercicio. Actualmente, este tirano tiene 60 años y todo indica que, si no lo evita su pueblo, morirá viejo, quizá homenajeado por granujas como él y rico, y éso a pesar de que nunca se le han dado bien los negocios. Pero, gracias a él, hemos descubierto que la democracia también puede ser una muy buena fábrica de tiranos. Bueno, exagero, no lo hemos descubierto gracias a él: Hitler se hizo con el poder porque empezaron a votarle un gran número de personas. Viva la democracia.
Yo no quería hablar del tirano recientemente muerto porque ya bastantes palabras sobre él están nadando en el ciberespacio. Si lo he hecho es porque hay un dicho que
me ha impulsado a hacerlo:
-El muerto ya no importa. Importan los que quedan vivos.
El que importa es el sátrapa que aún ejerce.