Me quedan tres días para irme a la playa, que para mí es el lugar donde uno no se siente culpable por no pensar en nada en especial y se puede entregar a la desprecupación sin que eso le preocupe, valga el juego de palabras.
Decía Carlos Castaneda en uno de sus libros que uno de los grandes logros que puede hacer alguien para conocerse a sí mismo es suprimir el diálogo interior que todos tenemos; yo confieso que muy pocas veces lo he logrado. De hecho, de haber cumplido a rajatabla con aquel precepto del libro, este blog no hubiera sido posible, pues es diálogo interior con un poco de organización y también algo de sintaxis, para que lo recoja alguien con similares inquietudes a las mías.
En estos cuatro días de playa que se avecinan me olvidaré del blog. Me dedicaré a una cosa que me gusta mucho: observar a la gente que en paz comparten la misma dejadez que yo. Es una lástima que no sean más los días que tenga para disfrutar de ello: todos me dicen que llegarán tiempos futuros en los que puedan disfrutar de períodos vacacionales más largos. Espero que no sea porque estoy en el paro, entonces sí que el concepto vacaciones habrá desaparecido para mí.
Volveré a ser el niño que fui, pues las vacaciones son el paraíso de todos los niños. Cuando echo la vista atrás, la mayoría de los aconteceres importantes que recuerdo transcurren en vacaciones. Tengo buena memoria para lo lúdico, a ver, qué le vamos a hacer si mi memoria es selectiva y me quedo sólo con lo que me hizo feliz.