martes, julio 24, 2007



Ahora estoy viendo la primera temporada de la galardonada serie de los Soprano, porque me ha sido muy recomendada por esto lares (me refiero a internet, a gente bloggera y a un crítico español llamado Carlos Boyero que es una opinión muy autorizada y visceral) y he de decir que es buena, aunque no me está enganchando tanto como en su día me enganchó la serie inglesa Yo, Claudio, la que os aconsejo vivamente y... visceralmente también. Madre mía, qué actores, qué puesta en escena... pero qué mal maquillaje y qué pobreza de medios, todo hay que decirlo. Sin embargo, se te olvida esos defectos cuando esos actores, hartos de interpretar a Shakespeare, te hacen jurar por tus muertos que son la élite romana de hace no se cuántos siglos, y que en el perfecto inglés en el que declaman no es tal sino el latín de mi sufrido bachillerato hablado por alguien del que jurarías que te dijo que perdió un primo en la batalla contra los germanos.
Sin embargo, el inglés de los Soprano es un inglés un poco arrabalero. Que me perdonen los norteamericanos, pero después de escuchar a actores ingleses con esa prosodia, cuando escucho a los actores norteamericanos tengo la impresión de que son patos los que hablan. Tendré que hacerme el oído a la pronunciación del otro lado del charco y dejar de pensar que el pato Donald es norteamericano y mafioso.
Como os dije, estoy con los primeros capítulos de la serie los Soprano (la otra ya me la vi entera, y puede que haga un segundo visionado, no tardando), y aunque todavía no estoy totalmente implicado en ella, ya me está empezando a dejar buenas ideas para la reflexión: como la de aquella secuencia en la que están unos cuantos personajes cenando y uno de ellos dice más o menos esto: "por tan sólo cinco mil personas que están involucradas en el crimen organizado, veinte millones de italoamericanos tienen fama de mafiosos."
A mí se me iluminó la bombilla. Es verdad. Juzgamos a los colectivos por las minorías que sobresalen y por la razón que fuere. Sin embargo, no deberíamos tener derecho a los sambenitos que tan alegremente colgamos. Si volviendo a la serie de "Yo, Claudio", tomáramos lo que vemos como un comportamiento generalizado de los gobernantes de la antigüedad, pensaríamos que en la sociedad romana estaba muy de moda el dar de comer veneno. Nada es más falso que las generalizaciones. Nada es más atípico que el ejemplo tópico. Por eso, se agradece a los guionistas de los Soprano que nos digan: "eeeh que esto no es lo normal. Que esto es sólo un extremo" Más engañosa es si cabe Yo, Claudio, que aparte de ver muchos envenenadores, ves a actores que con un inglés perfecto que te están hablando en latín. Malditos estafadores.
Puede que no todas las series norteamericanas e inglesas sean tan buenas. Pero éstas valen por todas. Perdón, ya estoy generalizando.