viernes, diciembre 08, 2006


Una de las cosas de las que menos se habla en estos tiempos actuales es de la nostalgia. Parece que es un sentimiento que se ha erradicado de nuestras vidas.
Eso estaba pensando yo cuando escuchaba en el autorradio del coche una canción de un grupo español llamado "Loquillo y los Trogloditas" llamada "Diez años atrás". La canción era un tema nostálgico de un tiempo perdido.
Lo curioso es que yo hacía que no oía esa canción diez años. Podía recordar perfectamente el momento en que la escuché. También recordaba que en esa época tenía nostalgia de diez años antes. Aunque suene petulante, ya he dicho en alguna ocasión que ahora estoy mejor que nunca y que no siento la nostalgia de tiempos pretéritos.
Se utilizó mucho la nostalgia en el romanticismo. El romanticismo es el movimiento literario de la melancolía. Se buscaban ruinas y cementerios. En definitiva, se buscaban vestigios del pasado. De resultas de esa explosión de melancolía, se produjo la exaltación de las nacionalidades, dando lugar, entrado el siglo XX, a los nacionalismos, que es una forma de añoranza por un país perdido y no vivido. Éstos, a su vez, dieron lugar a guerras por algo que en muchos casos, no había existido más que en el cerebro de unos cuantos iluminados.
La nostalgia es, en definitiva, la magdalena mojada en té de Proust; cuando viene a tu memoria el recuerdo lo hace acompañado de la sensación placentera de haber vivido antaño algo mejor.
a colación con las magdalenas, otra de las nostalgias recurrentes es el paraíso perdido de la infancia, ese estadio en el que vivíamos despreocupados y en un mar de inocencia. Para muchos hombres y mujeres la infancia es su patria chica. Es el estadio alegre en el que aprendías sin esfuerzo y que el mundo era una sorpresa constante. También era cuando eras más tú: podías ser el más egocéntrico del mundo, nadie te lo reprochaba. Al fin de al cabo, se estaba desarrollando tu personalidad y nadie te iba a culpar de no pensar más que en ti mismo. Recordamos nuestra infancia con las caricias con que los demás nos regalaban y la atención que nos prestaban. Por ser niños, otros se ocupaban por nosotros de los feos asuntos del cotidiano pasar . Por eso, por la despreocupación, mucha gente echa de menos la infancia.
Luego está la nostalgia de la adolescencia, de la que la gente añora el despertar sexual y la radicalidad en los sentimientos típica de la época.
Hay una nostalgia que es la más respetable de todas: la morriña. La morriña es un término gallego que define el proceso melancólico por el que pasa un inmigrante de un país cuando se acuerda de su tierra natal.
En general, aunque la nostalgia tiene un punto placentero, por lo general es mejor no experimentar ese punto, porque a continuación de ese hormigueo tan gustoso a los sentidos, viene un fatal sentimiento de pérdida por lo que ya no está.
Por eso, escuchando la canción de Loquillo, no me dejé llevar por la nostalgia de diez años atrás.