domingo, mayo 20, 2007

Ambas nacieron con dos meses de diferencia. Una era muy hermosa. De tan guapa, todos se paraban a hacerla carantoñas. Era una niña muy querida por todos. Hasta le propusieron a su madre que hiciera un anuncio para la televisión de potitos. Era una princesita cuya calesa era un carrito de Jané. Su madre solía llevarla al parque junto con otra vecina y su hija, y esta última era una niña morenuza, muy renegrida. Sin ánimo de ser crueles, diremos que era poco agraciada la la pobre, con ojos saltones, escuálida y de frente demasiado estrecha. Las únicas sonrisas que provocaba eran de piedad.
En cambio, la protagonista de nuestra historia era verdaderamente una niña hermosa. Era pelirrojilla, de graciosas pecas, tez blanca, ojos verdes y labios rojísimos. Una monada.
-Encima no veas lo bien que me come.
La niña creció entre la admiración de todos. Mientras, a la otra, nadie le hacía caso. El único comentario amable que solía decir decir es "¡qué graciosa!" y todos se sentían mal después de decirlo por lo hipócritas que habían sido. Luego, cuando dejaban atrás a la niña, solían comentar "Es un poco feuchilla la pobre" "Bueno, qué le vamos a hacer. No todos los niños van a ser guapos" En cambio, con la otra, todo era sinceras muestras de admiración a su belleza. Sonrisas y parabienes.
¿Y lo inteligente y despierta que parece? Decían muchos cuando la niña decía un agú más o menos afortunado.
Es curioso que pese a lo cortos que son los cuentos, la gran mayoría no termina si no han pasado varios años en la narración. Este cuentecillo no tendría sentido si no respetara esa regla, así que sigo con lo que aconteció a las dos niñas.
Pasaron los años y metieron a las niñas en un colegio religioso. Iban a la misma clase y por supuesto, se sentaban juntas. La más guapa de las dos era respetada por sus compañeras, mientras que a la pequeña morenita todo eran puyas y humillaciones. Tantas peleas en los recreo hicieron mella en su carácter, volviéndole violenta y contestataria con sus maestras. Mientras, a la otra, la hicieron delegada de curso y sacaba unas excelentes notas.
Un día, una de las maestras convocó una reunión con los padres de la pequeña morenita:
- Tenemos problemas con su hija. No presta atención en clase y es muy conflictiva. Les aconsejamos que la lleven al psicólogo. Es posible que tenga un leve retraso.
Esto cayó como un jarro de agua fría para la pobre niña, que se pasó llorando en su cama aquella tarde. No cenó siquiera. Mientras, en una casa vecina, la niña pelirroja se daba un festín de caramelos y chocolatinas. había sacado todas las notas con sobresaliente, salvo gimnasia, que sólo le habían puesto un suficiente.
Los padres de la morenita, que mucho les había ofendido las palabras de la profesora, decidieron que para el próximo curso la cambiarían de colegio.
Pasaron los años, y pese al cambio de colegio de la morenita, ambas seguían viéndose en el barrio y fueron de la misma pandilla de chicas toda la infancia. Llegada la adolescencia, a esa pandilla de chicas empezaron a frecuentarla los chicos. A nuestra
niña pelirroja le gustaba especialmente uno. Una tarde de viernes, mientras hacían botellón, ella puso especial cuidado en que sin que se notara, quedarse a solas hablando con el chico:
-Venga cuéntame algún secreto tuyo
-Es que no sé qué contarte.
-¿De nosotras quién te gusta?
-¡Hala, qué directa eres!
-Si me lo dices, te diré yo otro secreto que no he dicho a nadie
-¿Me lo prometes?
- Que sí
-Vale. Me gusta tu amiga la morena.
Aquella tarde se fue pronto a casa. Estuvo llorando toda la tarde en su cama. Para paliar su pena, se dio un festín de caramelos y chocolatinas. Mientras, su madre en el salón estaba charlando con una amiga.
- No sé si llevarla al endocrino a ver qué me dice.
La vida es una danza cruel en que no vale como empiezas simo como acabas, y la danza de nuestra pelirroja se tornaba con pasos difíciles en la adolescencia. Por cierto, en el instituto volvieron a suspenderle en educación física. Se tornó huraña y dejó de salir con las amigas. Odiaba comprobar cómo, mientras las otras se iban a morrearse con chicos, a ella le dejaban a un lado. En su carpeta puso: "Debajo de un hombre gordo hay uno delgado que lucha por salir"
Mientras, su amiga la morena tuvo un novio y no se cuántos pretendientes. Raro era el fin de semana que no la pedían salir. Era la reina del instituto y hasta la eligieron en un cásting para salir en un video de Marta Sánchez. Su vida era una sucesión de anuncios de colonia. O de compresas.
-¿Os acordáis de lo fea que era de pequeña? ¡Joder con la fea! ¡Menudos ojazos verdes que tiene! Creo que la han cogido para hacer un anuncio.
- Si pero para mí siempre ha tenido algo. Era muy graciosilla.
Pasaron algunos años más. Con veinte años, Nuestra pelirroja fue a una de sus primeras entrevistas de trabajo. Era para el Departamento de Marketing de una conocida firma. Necesitaban a un licenciado o licenciada en Gestión y administración de Empresas. Le hicieron bastantes preguntas y ella tenía todo lo que pedían. El puesto era del departamento de márketing y tendría que hablar con muchos clientes, tener muchas reuniones y comidas de trabajo. Cuando salió de la entrevista estaba eufórica. El "ya le llamaremos" que le soltó finalmente el entrevistador le sonó a victoria. Cuando se fue del despacho, el entrevistador puso unas notas en el margen derecho de su ficha.
- No da la imagen precisa para el puesto.
Espejito, espejito. la vida es como la Estrella de David, todo lo que es arriba es abajo, y esta vida es una sucesión de capullos y mariposas, aunque la mayoría de los hombres no suelen salir de capullos. Pasaron varios meses, y como no la llamaban, salió una vez más a patearse las calles. Se paró en una tienda de electrodomésticos, donde nueve televisiones proyectaban la imagen de una pelirroja gordita. De repente, esos nueve televisores cambiaron la imagen por la de una esbelta muchacha de tremendos ojos verdes y morenez mediterránea paseando en una playa. Se para de repente y muestra feliz a su antigua amiga pelirroja un paquetito de compresas.
Y si este fuera un cuento como Dios manda, mientras lloraba viendo a su amiga se le hubiera aparecido un hada madrina y la hubiera convertido en Nicole Kidman, pero los cuentos que yo cuento acaban fatal, como los de Sabina y la vida no es un anuncio de compresas y no todos los cuentos son de cisnes. Vale.