lunes, febrero 04, 2008


José Luis Sampedro, en su libro titulado "escribir es vivir" dice unas cuantas cosas interesantes y nos muestra su vida intensa y brillante con una humildad que desarma. Recomiendo su lectura, pues de él se sacan sabrosas enseñanzas. Es uno de los autores favoritos de mi chica, cosa que no es extraña, pues Sampedro es de los que se esfuerzan mucho en la cosa de novelar. Con todo, él se considera un escritor de segunda, como yo soy un articulista de segunda ¿Pues qué otra cosa puede ser este bloguero al que halagáis leyendo estos ceros y unos transmutados en letra?
José Luis Sampedro, el catedrático, el escritor, el ejecutivo de banca, el miembro de la RAE se presenta a los demás sólo como un ser que ama a quienes le rodean: ama a las clases humildes, a sus alumnos, a su familia. No da valor a sus proezas y eso que son pocos los que le pueden igualar en logros. Esta autobiografía, tomada de unas charlas que el gran hombre dio en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander es prueba de ello, y muchas de las cosas que dijo, con ser sencillas, no dejan de ser apasionantes.
José Luis Sampedro escribe por necesidad, aunque no se vanagloria de ello. En su libro nos cuenta una divertida anécdota sobre don Gaspar Núñez de Arce, un poeta desconocido hoy para el público lector pero muy famoso en el siglo XIX. Un joven le pidió opinión sobre un soneto que había escrito. Tras haberlo leído, levantó la vista y dijo al joven: "¿Qué necesidad tenía usted de haber escrito este soneto?" Yo , a veces, después de escribir una entrada, también me pregunto a mí mismo: ¿Qué necesidad tengo yo de hacer este articulito?
El libro está salpicado de anécdotas estupendas y muy deleitables. Como ha vivido casi todo el siglo pasado, las ha visto de todos los colores. Por ejemplo, en su libro cuenta que don Alejandro Lerroux tuvo que dimitir porque le regalaron un reloj y eso supuso un escándalo tremendo. Y ahora, sin embargo, un oscuro exviceconsejero de Sanidad releva de sus cargos a cuatro inocentes y propicia su linchamiento moral y todavía hoy, después de quedar libres de culpa por los juzgados, saca pecho y dice que él "sentirse orgulloso de lo que hizo". Por no hablar de los casos de corrupción urbanística, del "yo he entrado en política para forrarme".
En fin, don José Luis ya está muy viejecito. Menos mal que él ha tenido siempre la necesidad de escribir. En cambio, yo les preguntaría a otros:
¿Qué necesidad tenía usted de meterse en política?