martes, diciembre 25, 2007


Bueno, ya mi reina está por fin fuera de peligro, en planta, aunque todavía sólo la pueden ver sus padres, dado que los médicos aconsejan seguir con el régimen de visitas que tenía en la UVI. Lo que haga falta, con tal de que mi niña se ponga bien.
Menudos días han pasado mi hermana y mi cuñado. No se quieren separar de la pequeña ni por un instante. Normal. Fin de la pesadilla.
No sé cómo habrán pasado la nochebuena en el hospital. Todavía no he hablado con ellos. Me imagino que incómodos, pues desgraciadamente las butacas reservadas para los acompañantes de los enfermos lo son bastante. Con todo, habrán dormido con un ojo abierto y el otro cerrado, pendientes del más mínimo gesto de la pequeña, alarmados ante la más leve anomalía.
No sé si alguna vez nosotros viviremos una situación parecida. De ser así, espero tener la entereza que han demostrado ellos, lo bien que han superado los momentos de debilidad inevitables en este tipo de situaciones. La vida es de cartón piedra hasta que no se dan los momentos así y es cuando uno se da cuenta que bien poco importan esas pelusillas en el ombligo con las que perdemos demasiado el tiempo. Me refiero a esas cosas insustanciales y carentes de importancia que captan nuestra atención tal vez demasiado, pensamientos que deberían ser juguetes de viento.
Yo no soy el responsable de educarla, pero procuraré enseñarle a separar el grano de la paja, el camino recto de la vida, en la medida que eso es posible para un tipo que se sabe de memoria las sintonías de Bola de Dragón, Oliver y Benji, Dartagnan; que tenía como héroe a un puercoespín que iba por la calle desnudo, con un brazo siempre tonto y los ojos sempiternamente abiertos y que disfrutó como nadie en su día cuando vio por primera vez en video una película de Esteso y de Pajares.
Bueno creo que será mejor apartarme de su educación. Me parece que tengo la mente demasiado llena de basura. Dichosa televisión.
¡Madre mía, y yo quiero ser profesor!