viernes, diciembre 22, 2006


Yo, que me defino como persona progresista, tengo como referentes a premios Nobel de Literatura como José Saramago, Gabriel García Márquez, Harold Pinter o Darío Fo; a otros magníficos escritores como Eduardo Galeano y Mario Benedetti, a premios Nobel de la Paz como Rigoberta Menchú o Adolfo Pérez Esquivel; a grandes periodistas como Ignacio Ramonet. Por supuesto, al gran erudito Noam Chomsky y al brillante Michael Moore. La lista puede ser muy larga.
Les quiero imaginar a todos tan virtuosos en su esfera privada como en su vida pública. Pero tal vez no lo sean. Tal vez tengan cuentas pendientes con alguien. No se le puede pedir a un hombre que esté a la altura de sus ideas. Desgraciadamente, parte de la naturaleza humana son los instintos más bajos: la violencia, la mezquindad, la avaricia, la envidia... No sé, porque no les conozco, si están tocados por alguna de las vilezas que definen en parte a los monos más estúpidos de la creación: nosotros los hombres. Intuyo que como personas que son, algo en la trastienda deben de tener.
Esta reflexión me ha venido a la mente porque me acordé ayer por la tarde de una mujer que conocí en mi último trabajo que cumplía todos los requisitos del progresista: apoyaba toda causa sindical, odiaba los combustibles fósiles, creía en la solidaridad humana, odiaba la dictadura de las multinacionales, el consumismo, la explotación humana, odiaba a Bush... Vamos, que tenía sobresaliente cum laude en teoría del humanismo, del progresismo y de la solidaridad. Pero era una progre-humanista de boquilla; era un auténtico bicho en su vida profesional. Su condición de fija le valía para hacer la vida imposible a los compañeros temporales, que entrábamos para hacer sustituciones. No nos quería enseñar el trabajo, prefería pisotearnos diciendo a la jefa lo competente que era ella y lo incompetentes que éramos los demás. En mi caso particular, llegó a insultarme. Le gustaba ridiculizarnos delante de los clientes que venían a la ventanilla. Era grosera, borde y transformaba una mañana tranquila en un verdadero infierno. Era la encarnación del mismo demonio,pero estaba con todas las causas solidarias. Eso sí, pese a que despotricaba de los coches y la contaminación que generaban, se estaba sacando el carné de conducir.
En fin, de verdad que no soy partidario de echarle en cara a nadie sus contradicciones, porque yo también soy contradictorio; todos somos humanos y quizás el ser humano sea el ser más incoherente e irracional de la naturaleza. Hasta una mísera mosca actúa con más lógica que nosotros (donde hay mierda, hay comida, así que ahí que voy), pero cuando me tocan la moral y las contradicciones son muy gordas, sí me gusta hacérselas ver a quién las comete, como hice con esta señora, con la que por cierto, tuve una muy gorda, y puede que sea la causa de que no me llamen.
De hecho, hay gente a la que quiero precisamente por sus contradicciones. Gente cercana a mí que pese a ser ideológicamente opuestos, reaccionarios en algunos casos, les quiero por afinidad personal, porque pese a su ideología quieren las mismas cosas que yo. Les quiero porque quieren que todo el mundo tenga con qué comer y dónde vivir, porque les preocupa la contaminación de los mares y del aire, porque a veces han sido valientes y han salido en defensa del oprimido, porque no les ha cegado la idelogía a la hora de condenar las acciones de determinados poderosos y porque son buenos conmigo y nunca me han negado un abrazo o una sonrisa. Son gente clásica, algunos con fuertes creencias religiosas, pero buenos y alejados de esos ultraderechistas que sólo predican y fomentan la división y el odio.
Hace tiempo que decidí no clasificar a la gente por su ideología. Se es señor o no se es. Da igual que seas de izquierdas o de derechas. No voy a culpar a nadie por sus contradicciones, pues hasta un sabio como Unamuno tuvo las suyas. culparé a aquél que sea un ruin, un malvado o simplemente un sinvergüenza y podréis creer que no seré más o menos misericorde si es de izquierdas o de derechas.
Las ideologías no han acabado: acabarán el día en que se pongan de acuerdo los hombres buenos de una y otra parte para sacar adelante esta pobre y maltrecha civilización. Digo civilización y no digo mundo porque soy de los que creo que los que corremos peligro somos nosotros. El mundo nos sobrevivirá perfectamente, una vez que recicle la basura que hemos dejado.
¿Acaso no tiene moscas y otros bichos para comerse la mierda?