jueves, diciembre 28, 2006


Ayer estuvimos viendo mi chica y yo una película absolutamente genial de Billy Wilder: el crepúsculo de los Dioses.
El argumento de la película trata básicamente de la decadencia de las estrellas del cine mudo, del colapso que produjo en sus vidas la irrupción del cine sonoro. Recuerdo una anécdota que me contaron que le pasó a uno de esos actores: tenía una planta magnífica, pero una voz horrible, y por culpa del sonoro tuvo que dejar de hacer películas; su voz sonaba ridícula en las proyecciones.
La película aborda un problema muy actual: el de reciclarte ante el paso del tiempo. Hay veces que el tiempo pasa como un rodillo sobre tu vida. De repente, lo que se te da bien hacer o con lo que te ganas la vida ya no sirve para esta sociedad absurda.
En el cine español pasó, por ejemplo, con una actriz llamada Nadiuska, que cuando pasó la época del destape y envejeció, quedó tirada como un juguete roto, enloquecida y sin posibilidad de reciclarse. Era muy bella, yo he visto sus películas de la buena época (que no dorada, pues el cine español de entonces daba dividendos, pero era bastante malo) y es una lástima cómo ha acabado.
Pasó también en otras profesiones más humildes, por ejemplo, la de los serenos de Madrid. ¡Cúantos hombre serían jubilados entonces porque ya no había forma de competir con los baratos y funcionales porteros automáticos!
El problema es que con el constante y creciente progreso tecnológico, cada vez mayores capas de población se verán perjudicadas por el efecto "juguetes rotos". Las máquinas hacen todo más rápido, más eficientemente, más barato. Comienza a no necesitarse a la gente para controlar las máquinas, ya que lo hacen inteligentes computadoras. Los actores actuales ya tiemblan ante el progreso del cine virtual (¿Para qué pagar caprichosos y caros actores humanos, si tenemos a manejables y sumisos actores virtuales?). Tiemblan también las humildes cajeras de supermercado, ante la inminente llegada del pago automático por parte de los clientes (ya están funcionando de modo experimental en algunos supermercados) En definitiva: está llegando la sustitución total del trabajo humano, tanto intelectual como físico. Está llegando el momento en que ese 20% de la humanidad que tiene la sartén por el mango no necesite al 80% restante. Bueno, puede que entonces, los juguetes rotos tengamos un momento de regocijo.
A ver cómo se las arreglan para vender mercancía a los pobres juguetes rotos.