sábado, octubre 27, 2007


Muchos nos horrorizamos cuando escuchamos nuestras propias voces reproducidas en aparatos de grabación. Creemos tener una voz preciosa, suave y aterciopelada. Sin embargo, al oírnos tal y como nos oyen los demás nos llevamos un susto de muerte. Como el que me llevé cuando oí esa voz con cierto deje nasal y poco varonil que realmente tengo.
Leyendo, decubrí que nos oímos mejor porque es parte de un mecanismo psicológico para la propia supervivencia: necesitamos creer que somos mejor de lo que somos. La imagen que vemos en el espejo de nosotros mismos es más bonita que la que nos ven los demás, somos peor percha para nuestro vestuario que lo que imaginamos y nuestra voz es menos melodiosa que lo que nos gustaría. Por si fuera poco, esas sentencias filosóficas que decimos cuando estamos borrachos son balbuceos que a nadie interesa ni presta atención. Sin embargo, necesitamos creer que tenemos una voz melodiosa, una excelente percha y que somos los mejores intelectuales del universo que haya producido la ingesta de vino.
"No se ponga estupendo" decía Latino de Híspalis a Max Estrella, cuando éste sentaba cátedra con una probada sapiencia pero poco retribuída. El pobre Max era un hombre que se creía con más autoridad que la que realmente tenía. Era un gran pensador, pero la sociedad que le tocó vivir no había respeto para un hombre como él, aunque se lo mereciera por idealista y porque tenía buen fondo. Quizá era un hombre más para tribuna de cátedra que para las piedras de las calles de Madrid, pero uno no elige donde está. Sólo imagina lo que quiere ser, que es insuficiente.
Gnosti te autv, reza en el frontispicio del templo de Delfos: significa "Conócete a ti mismo". Aparte de las muchas interpretaciones que han dado con el devenir del tiempo gente más ilustre, yo voy a dar la mía: debes saber exactamente quién eres, aunque produzca daño.
Uno de los personajes de la Celestina, Pármeno, tenía un gran gran conflicto interior: el querer ser, y tener que ser el que era. Ese trauma era debido al dolor que causa la consciencia de su propia insignificancia, el no poder ser más y llegar a más. Ese dolor mal llevado provocó que fuera aún peor de lo que era, un villano, un traidor, un ladrón.
Hay que saber sobrellevar el dolor por tomar conciencia de la propia insignificancia, que es un dolor lacerante y daña uno de los mecanismos más fundamentales que tiene el hombre: la autoestima, que es el motor que nos hace progresar y escudo que nos protege de las invectivas, que son esos artificios creados para hundir nuestro ego.
En fin, no me escucho como quisiera ni soy tan guapo e inteligente como creía serlo con dieciséis años. Tampoco me es fácil conseguir cosas que aparentemente están al alcance de mi mano. Qué le vamos a hacer.
Conócete a ti mismo y quiérete a ti mismo. Es lo que me decía esta mañana en el espejo, cuando pensaba que mis ojos azules quizá sean grises y que ayer en la cena, quizá las sentencias que dije eran memeces. Por ponerme estupendo, vaya.