viernes, diciembre 01, 2006


El 22 de septiembre no fue el primer día de otoño. Hoy, día uno de diciembre, podemos decir que sí que lo es. Es decir, se producen los fenómenos normales de esa estación y en este hemisferio: las hojas de los árboles han caído después de amarillear, los pájaros migratorios por fin se van al sur, y yo, cuando me he levantado esta mañana, he sentido un frío atroz. Como debe de ser.
Cuando era un poquito más joven (muy poco) acudíamos a hacer botellón a la plaza oscura
¿Por qué le llamábamos plaza oscura? Porque es una plaza y es oscura.Obvio. Pero, ¿a que tiene un nombre muy evocador? Como de novela de espadachines.
Pasábamos un frío de mil demonios, y aunque maldecíamos una y mil veces la climatología, era bueno que pasáramos frío; es la cosa normal. Ya nos procurábamos el calentarnos con vino con cocacola y cerveza. Recuerdo cuando agarraba el vaso de plástico del que bebíamos y tener las manos rojas del frío reinante. A mí me encantaba ir a esa plaza, porque era el centro de reunión del fin de semana donde poníamos en común nuestros problemas y hablábamos un montón. Algunos días nos daban las dos de la mañana y todavía no habíamos entrado en los bares a ligar. Era un contraste tremendo: la plaza oscura, solitaria, silenciosa y fría y el pub de turno, lleno de luces, con un calor tremendo y con gente hasta la bandera.
Ahora la gente no va a la plaza oscura a hacer botellón, ni tampoco hace tanto frío. Algunas cosas cambian a peor.
Yo entiendo que los vecinos se quejaran del ruido que hace la gente que participábamos en el botellón. También entiendo que les moleste la basura generada(en nuestro caso, no, porque se encargaba el más ecologista de mis amiguetes de hacer que la recogiéramos, no porque fuéramos especialmente cívicos) pero cuando veo a la chavalería haciendo botellones, no me permito ni tan siquiera un gesto de reproche. Antes fui yo y ahora son ellos. El botellón es la forma barata de poder salir los fines de semana cuando no tienes muchos cuartos en el bolsillo.
Pero me estoy saliendo del tema: yo quería hablar una vez más sobre lo nefasto y evidente del cambio climático y me he retotraído a mis tiempos de la plaza oscura.
Para terminar este artículo, y dada la proximidad de las navidades, voy a formular un deseo para cuando lleguen:
Hielo, mucho hielo en los charcos y mucho hielo en los cubatas.