lunes, enero 28, 2008


Ayer, contra su costumbre, mi amigo no llegó tarde, y eso que venía de lavar su coche, rito que cuando era soltero practicaba todas las semanas y ahora que está viviendo con su compañera no practica con la asiduidad de antes, pues hay otras obligaciones más importantes a las que dedicar su tiempo: limpiar la casa y plancharse las camisas.
Viviendo con sus padres, su coche era el rey: lo tenía como una patena. Más de una vez y más de dos me he ofrecido como comprador de ese coche, pues siempre ha poseído los automóviles mejor cuidados del mundo. Mi amigo siempre ha tenido especial querencia por los coches italianos "Me gustan el aire deportivo que tienen" Antes tuvo un Fiat; ahora maneja un Alfa Romeo, deportivo en el que entra un vientecillo que le acaricia las incipientes canas.
Me va a matar, pero no me resisto a contar una anécdota que le pasó con el Fiat, el cual era sin duda un coche gafado: viniendo una vez de hacer botellón, mi amigo se dispuso a llevarnos a casa "limpiaos los pies antes de entrar, que seguro los tenéis llenos de barro" "No me pongáis los dedazos en el marco de las puertas, que acabo de lavarlo""No echéis vaho en los cristales, que luego queda la marca" Cosas así. El coche olía a ambientador, cuyas cargas mi amigo cambiaba puntualmente. Pero aquella noche, de nada le sirvió todas sus precauciones para conservar en la pulcritud su flamante coche: uno de nuestros amigos comunes se había sentado en una caca de perro, y al poner sus posaderas en un asiento del coche, dejó muestras del paso por el mundo del canino. Al poco de iniciar la marcha, nos percatamos del mal olor que iba invadiendo el habitáculo. Poco después, vimos el origen del pestazo: nauseabundas zurrapas en la tapicería del asiento del copiloto.
La mañana siguiente, en ese coche, entraron litros y litros de todo tipo de productos de limpieza, dejando el habitáculo preparado para una operación a corazón abierto, eso sí, con un aclaramiento en una determinada zona del asiento del copiloto un tanto sospechoso. Jamás explicó mi amigo a qué fue debido a nadie que no conociera la historia de las misteriosas cagarrutas que emigran del césped mediante el uso de borrachos. Para más inri, al poco tiempo le robaron el coche que estaba en el taller mecánico porque le tenían que pintar un rasponcito de nada que a mi amigo le ponía especialmente nervioso. De los diez o doce coches que guardaba el taller, los ladrones sólo robaron el suyo y el de otra persona. Después de eso, adquirió el Alfa, al cual no le puede dedicar tantas atenciones por su nueva condición de hombre casado.
-Ay Opo, tú me conoces ¡Con lo que yo era para los coches! y ahora no le puedo prestar toda la atención que yo quisiera. Si es que todo el tiempo se me va en hacer cosas de la casa.
-Ya sabes amigo: casado viene de casa.
-Con lo que yo he sido para los coches.
-Pues haz como yo: del polvo que tiene el mío en el salpicadero, estoy esperando a ver si esta primavera me salen unos boniatos.
Yo reconozco que no tengo el amor por la cosa automovilística que tiene mi amigo, y que es tan común entre los varones. Y es algo muy extendido, mi sobrino, que tiene año y medio, con lo que más disfruta es con los coches "burrum, burrum", se pasa el día diciendo. No le des otro juguete, que la bronca que te puede montar puede ser de proporciones bíblicas.
¿Y de qué vendrá el amor por los coches de la parte masculina de la humanidad? Tal vez porque en el fondo siguen siendo unos juguetes muy queridos, aunque peligrosos. No sé quién fue el que dijo "El hombre no cambia; lo que cambia es el precio de sus juguetes" y es verdad. Los niños pasan del micromachine al Scalextric, de éste al de radiocontrol y al cabo de unos años... El flamante cuatro ruedas que da fe de nuestra inmersión total en el mundo de adultos...o tal vez confirma aquello de que los hombres nunca dejamos de ser niños.
A lo mejor mi amigo prefiere seguir lavando su coche en lugar de su casa porque es una forma de no dejar definitivamente atrás la niñez o porque limpiar la casa significa que ya te has hecho mayor. Pero no le queda más remedio, así consta en el nuevo contrato social que tiene que firmar el hombre moderno con sus compañeras de convivencia.
Y bueno, le he dejado intentando convencer a su esposa para que le deje que esta semana sea su coche el que duerma en el garaje. Es que le da rabia, que con lo limpio que está, tenerlo en la calle. Me parece que esta vez la cosa va a ser nones. Y encima, le quedan muchas camisas que planchar. Servidumbres del hombre actual.