viernes, enero 05, 2007


Se terminan unas navidades diferentes a las que hemos tenido mi chica y yo estos últimos años. Lo digo porque normalmente entre año nuevo y reyes siempre teníamos una semanita de vacaciones que aprovechábamos para hacer algún viaje a alguna capital de provincias. Este año, como yo tengo que trabajar, nos hemos quedado sin esa pequeña y deliciosa escapada.
Con tantos cambios de trabajo, tanto de ella como míos, rara vez hemos logrado juntar más de una semana para irnos juntos; si no era ella la que tenía que trabajar en verano era yo. O sea, que eso que se tenía antes de un mes de vacaciones ha pasado a la historia para nosotros. Se ha ido al reino de la utopía que tan poco le gusta a algunos y del que tengo previsto hablar largamente en otro artículo.
Claro, que en esto de las vacaciones, lo que peor lo tienen son los japoneses, que apenas tienen una semana al año. Recuerdo que una estudiante japonesa que conocí en la universidad encontraba especialmente gracioso esa costumbre tan española de los puentes. Tenía la impresión de que los españoles nos pasábamos la vida de puente en puente. Yo le contesté que ya que valoraban en su país la saludable costumbre española de la siesta, no estaría de más que tomaran el no menos saludable hábito de los puentes, que vida sólo hay una, y es una pena perder más tiempo de la cuenta en trabajar. Además, el trabajo hay que repartirlo. Eso, por supuesto, no le entró en la cabeza. La mentalidad japonesa es muy diferente a la nuestra. Reconozco que a veces hasta yo mismo me río de mis propias palabras, porque ahora lo que me preocupa es precisamente el exceso de tiempo que estoy sin trabajo. Ironías de la vida.
No obstante, ahora que mi chica tiene vacaciones y yo no, pues me fastidia. Me acuerdo de un viaje que hicimos a Granada después de un fin de año en el que fuimos especialmente felices. Aconsejo a todo el mundo que la visite. Es uno de los lugares más bonitos que os podáis encontrar. Granada está llena de encanto (parezco una agencia de viajes) ¡Qué voy a decir yo que ya no se haya dicho de la Alhambra! No me extraña que Federico García Lorca, siendo de cerca de allí, y viviéndola como él la vivió, tuviera esa sensibilidad tan exacerbada. En Granada es de los pocos sitios en los que parece que sueñas mientras vives o vives mientras sueñas. De hecho, un sueño recurrente mío es que paseo por los jardines de la Alhambra.(Si la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento de Granada deciden pagarme algo por esta encendida y muy sincera laudatoria, estaré muy encantado de pasarles mi número de cuenta corriente).
Pese a que aún nos quedan muchas ciudades por visitar, es probable que si no hubiera tenido que volver a trabajar, este año, después de la resaca de fin de año, hubiéramos vuelto a Granada. Tengo añoranza de sus rincones, de sus monumentos, de sus calles y de sus bares. Es de los lugares en los que sientes que merece la pena vivir, tal vez por eso nuestro gran poeta fue tan vitalista y transmitía tanta alegría. Aunque él seguro que me diría que la procesión va por dentro.
Los ingleses han inventaron dos cosas buenas: el fin de semana con dos días de descanso y el turismo. Ambas han mejorado la vida de muchas personas, entre las que me incluyo.
Ahora me quedo con una contradicción, otra más en mi vida: la contradicción de querer tener trabajo pero no querer trabajar para irme de viaje a ver cosas que me hacen sentir más feliz. Con mi chica.
and now For Something Completely Different:
Que me toque la lotería. (Creo que es la quincuagésima vez que lo digo en estas navidades).