domingo, octubre 14, 2007


-Un héroe más o menos musculoso, con conocimiento en técnicas de lucha, en conducción de vehículos y en el uso de armas tiene que vengarse de un villano y rescatar a una señora. Normalmente lo consigue no sin antes perdonar la vida del villano, pero éste por su condición de tal aprovecha el momento de descuido del héroe e intenta matarle por última vez. Pero el héroe, que es muy listo, se da cuenta en el último momento y no le queda más remedio que matar al villano. La chica besa al héroe y fin de la historia.
Por cierto, el héroe tiene un amigo que es el encargado de decir las frases estúpidas de la película, aunque no suelen ser tan estúpidas como las que dice con total seriedad el héroe.
Este argumento era la base del 80% de las películas de acción de los últimos 30 años ( y de algunos videojuegos también), o quizá más; desde que Harry el sucio abrió la veda (aunque creo que Harry no se quedó con la chica) El éxito de estas películas ha hecho que perdurara el subgénero durante tantos años. ¿Para cuándo una buena parodia de estas películas, comparable a la del Quijote con los libros de caballerías? Yo la estoy echando de menos, la verdad. El Quijote se escribió cuando el género caballeresco entró en crisis, y creo que ahora es el momento de que el cine norteamericano hiciera una buena parodia de sus películas de acción. Eso sí, sin chabacanerías.
Jean Claude Van Damme no levanta cabeza, Silvester Stallone está mayor, Steven Seagal nunca debió aparecer y Arnold Scwarzenegger se ha metido en política, que es el destino de todos los pésimos actores al acabar sus carreras. El único que parece que todavía disfruta de cierto éxito es Bruce Willis, con su jungla de cristal IV.
Reconozco que yo disfruté con alguna de esas películas cuando era niño, pues las explosiones y las sorpresas nunca faltaban, y como el argumento era facilón y sabías de antemano cómo iban a acabar, pues mejor todavía: a lo que se iba era a pasar un rato de refresco y palomitas. Lo mejor para pasar una tarde de no pensar, meterte en el cine y ver a los musculitos aquellos dando saltos y volteretas.
Digo que esas películas eran de no pensar, pero lo malo es que te metían ideología por un tubo. Eran la mejor propaganda para futuras invasiones. El mundo de buenos y malos que nos mostraban era equiparable al mundo real, omitiendo cadáveres, mutilaciones y violaciones, claro está. Todas eran como los episodios del equipo A, una serie de la televisión que era prima hermana de las películas de ese género. Esta serie tenía la paradoja de que pese a disparar con unas metralletas y pistolones tremendos casi nunca mataban a nadie, sólo lo dejaban a sus enemigos un poco magullados y sordos por las explosiones. En las pelis sí había muertos, pero los niños no dudábamos de que se lo habían merecido y a Hannibal, jefe del equipo A, el encantaba que los planes salieran bien.
Así pasó, que luego de mayores, cuando iban los ejércitos a invadir países, cuando se cometían genocidios, tan acostumbrados como estábamos a ver la muerte en la pantalla, poco preguntamos por las cifras. ¿Cuántos muertos van en IRAK? ¿Cuántos murieron en Granada? ¿Cuántos en Yugoslavia?¿Cuántos murieron en Ruanda? ¿A quién están matando hoy?
Los planes han salido bien. Todos somos seres humanos muy buenos, el pueblo norteamericano el primero, pero hemos perdido la capacidad de indignarnos por tanta muerte ficticia, por tanto fascismo de opereta.
En realidad, albergamos la esperanza de que Irak sólo sea una tarde de palomitas, donde un marine, en lugar de violar a una chica, la bese, y ésta se sienta muy agradecida con él por haberles librado del tirano de Saddam.
Allí les estoy viendo montados en una Harley, atravesando los campos de petróleo iraquíes ardiendo, en una clara representación de su fuego interior. y un fundido en negro, y un cartel que pone:
"A Halliburton Production in association with Blackwater"