domingo, septiembre 09, 2007

Salíamos del trabajo dos de mis compañeras y yo. Ellas estaban poniendo a caldo a otra compañera, que recientemente se había incorporado para hacer una sustitución. Yo quería que acabara pronto la conversación, porque me aburre y me incomoda profundamente la cizaña que tan bien crece en los centros de trabajo. No pagan nada por recoger cizaña, sin embargo, se cosechan toneladas en el mundo laboral, a todos los niveles. Al gobierno propongo que prepare una ley que subvencione la recogida de cizaña en otros entornos laborales distintos de los agrícolas.
El caso es que, habiendo despellejado a base de bien a la compañera, llegado un momento de la conversación, la que peor habló dijo: "Pero déjala. Todo el mundo opina igual de ella. En definitiva, somos como nos ven los demás."
¿Somos los que nos ven los demás? Me pregunté yo cuando me separé de ellas. Y entonces recordé la cantidad de veces que he estado en un entorno más o menos hostil donde la visión que los demás tenían de mí no era buena. A todos nos ha pasado eso. Habiendo hecho muy poco para merecerlo, para un grupo concreto de gente eres esa parte de la humanidad a la que odia. Qué mal se pasa cuando eres de la parte fea del mundo que nunca pensabas que ibas a ser: eres del culo del mundo siniestro de alguien, hablando en plata.
"Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota" Caray, Groucho, cómo te pasas. A cuánta gente en nuestra vida no habremos parecido idiotas. Cuánta mugre mental no se nos habrá impregnado en el cerebro por el hecho de percibir que para un grupo determinado de gente no somos más que idiotas.
Como decía Goethe: "Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano" En fin, que no os duela que un grupo de gente os crean idiotas. Nada de lo que hagáis hará que os vean de mejor manera, y puede que incluso su inquina hacia vosotros provenga del hecho de que sois más virtuosos que ellos.
Lo único que os debe preocupar es que no os llenen el cerebro de inmundicia, la cizaña, el veneno que puede mataros lentamente. Yo ya no me dejo, me he inoculado, pues yo soy el único idiota con el que puedo contar. Que se jodan, que no van a conseguir matarle.