martes, enero 30, 2007

Ayer leí de un tirón el último ensayo publicado por Espido Freire, contraviniendo mi propia norma de no leer algo de los últimos galardonados con el premio Planeta. Hice una salvedad con Espido Freire y desde luego, me alegro de haberlo hecho. A partir de ahora, seguiré la carrera literaria de doña Espido con el mayor interés. Su último ensayo sobre los mileuristas, más que recomendable, debería ser lectura obligada para a todos aquellos de la generación de Espido y mía que estén muy deprimidos por no entender nada de su vida, o símplemente estén desorientados. Espido Freire da de lleno en los problemas a los que nos enfrentamos los nacidos entre el 68 y el 82 del pasado siglo.
El libro se llama, como no podía ser de otra forma, "mileuristas", y está editado por Ariel. El problema del que trata es muy conocido por vosotros: jóvenes con una preparación muy sobresaliente pero que se ven obligados a vivir con sueldos miserables y que lo tienen muy crudo para tener la verdadera autonomía del hombre adulto: tener su vivienda, no depender en modo alguno de los padres.
Espido Freire traza un retrato muy certero de nosotros: viene a decir que somos la genercación "blanda" entre medias de dos muy duras: la de los "babyboomers"(nuestros padres) y la "generación Y" (por cierto Espido, el nombre para esta generación me resulta tan horrible como ése que nos pusieron a nosotro de la X. Además, me horroriza pensar qué habrá después de la Z). Somos blandos porque hemos ido a la universidad sin rechistar, nos han subido la vivienda sin rechistar, cobramos unos sueldos de mierda sin rechistar. Vamos, que a este paso, la historia pasará de nosotros por idiotas.
Es que, para reivindicativos, nuestros padres, que es la generación que domina el cotarro ¿Sabéis que muchos, con menos de la mitad de formación y conocimientos que vosotros, ya ocupaban puestos de directivos con veintipocos años, mientras ahora con treinta, os tenéis que conformar con hacer fotopias? Y mientras vosotros os hinchábais a hacer masteres y doctorados, ellos con la misma edad hacían cosas más importantes: tenían hijos y proyectaban cambiarse del piso al chalé en la sierra. Penoso, ¿verdad? Y claro; lo que dice Espido Freire va a misa: esa generación, la de los Baby boomers, que ocuparon a saco el poder, difícilmente lo van a soltar.
A mí me han contado cosas tremendas de famosos de esa generación. Por ejemplo: ¿Sabéis que Iñaki Gabilondo no sabe usar un vulgar procesador de textos? ¿Sabéis que el antiguo secretario de estado y ahora rico ejecutivo de una importante empresa de comunicación, Miguel Ángel Rodríguez, no tiene más que una Licenciatura, sin master ni doctorados que valgan, y va pidiendo por ahí que los becarios tengan tres masteres y dos carreras? De él corre la anécdota de que estaba dando una conferencia, y decía que los estudiantes de periodismo sin idiomas y sin master no tenían nada que hacer, que tenían que tener lo menos dos de cada. Pero llegó un chaval, becario y licenciado para más señas, que le espetó, en inglés encima, que para qué servía tener tanto currículum si luego les iban a pagar una miseria en cualquier periodicucho por hacer un trabajo no demasiado complejo para su formación. Dejó turulato al exsecretario de Estado (más que nada, porque su inglés era peor que el del becario), tuvo que envainársela y dejar tamaña sandez para la conversación en la barra del bar con amigotes de su generación.
"¡Vamos, huevón, que te comen la merienda!" Reza una canción de los Celtas Cortos. Y es verdad, nos están comiendo la merienda. No sé adónde iremos, pero nuestro futuro, como no hagamos algo entre todos, lo tenemos muy crudo. Por desgracia, nos han educado para ir a la nuestra, para ser individualistas.
Desde luego, la solución no pasa por acudir a más academias: ni a las normales, ni a las de Operación Triunfo.