jueves, junio 21, 2007

En estos tiempos raros en que vivimos, cada vez se echa a la gente por motivos más pergrinos: parece ser que Capello se va del Madrid pese a haber conseguido ganar la liga; puede que con él fuera muy posible la consecución de la ansiada décima Copa de Europa, pero la junta directiva ya no cuenta con él.
No sé si os acordáis de Jupp Heynkes, un entrenador alemán que después de ganar la séptima Copa de Europa fue despedido malamente y sin ningún señorío. Vamos, sin eso de lo que presume el Madrid. Otra cosa igual pasó con Vicente del Bosque: después de ganarlo todo en Europa, también le despiden miserablemente.
¿Qué es lo que le pasa al Madrid? Yo creo que el Madrid siempre ha sido un club que se ha amoldado a las circunstancias, en el franquismo y ahora. En los tiempos que corren lo que manda es la sustitución rápida de las personas, funcionen o no funcionen dentro de las empresas.
Sustituir a los entrenadores ganadores… ¿cuándo se ha visto tamaña barbaridad en los tiempos pretéritos? Lo natural era que los entrenadores se marcharan cuando su trabajo no diera rendimientos. Pero ahora no es eso lo suficiente: tienen que, además, tener una imagen impecable. Veamos los casos de Jupp Heynkes, Vicente del Bosque y Fabio Capello.
Jupp Heynkes era un alemán discreto, de mano izquierda, según decía la prensa deportiva de la época. A la directiva de entonces le molestaba que pecara de benévolo con el equipo, lo que no impidió que con espíritu ambicioso, esos jugadores consiguieran la copa de Europa, después de que la institución estuviera 31 años sin ganarla.
Vicente del Bosque era un castellano de un sentido común aplastante. Quizás el entrenador madridista al que el periodismo menos ha criticado, tal vez porque Don Vicente tenía una gran virtud: sabía manejar muy bien a los medios de comunicación. Paradójicamente, parece ser que una de las causas por las que le echó el semidiós Florentino Pérez fue por la falta de imagen ¿Cómo se puede echar a alguien que tenía la rara virtud de llevarse bien con la prensa? Los periodistas pocas veces le criticaron y poco discreparon sobre las alineaciones, y eso que los periodistas deportivos son muy dados a hablar sin saber.
Ahora le llega la hora a Fabio Capello, por cierto, otro entrenador que se maneja muy bien en las ruedas de prensa. La primera vez que se fue del Madrid fue de motu propio: oyó los cantos de sirena del Milán y para allá que se fue. Sin embargo, vendió la historieta de que se iba por desavenencias con la directiva. Niente. Parole, parole, parole que dice la canción: la mayoría de la directiva quería que se quedara, presidente Lorenzo Sanz inclusive. Ahora, sin embargo, la mayoría de la directiva actual repudia el juego defensivo del italiano...¿Por qué le contrataron entonces? Con todo, este año Capello nos ha dado emociones fuertes. La temporada 96-97, cuando hizo campeón por primera vez al Madrid, sí que aburría a las ovejas.
¿Qué más le pueden pedir?
El caso es que las directivas de Lorenzo Sanz, Florentino Pérez y el tipo éste que manda ahora, Ramón Calderón, tienen en común una cosa: echan a los entrenadores cuando ganan. A lo mejor es que quieren eludir esa ley tan natural de las cosas de que todo tiene un ciclo. Pero los hechos cantan: despedir al entrenador de turno no les ha hecho sortear las épocas de crisis.
¿Por qué las toman con las personas? ¿Por qué este club de fútbol en particular, y las empresas en general, tienden a ser Saturnos devorando a sus hijos? ¿Qué vana ilusión es ésa, la de huir de la naturaleza cíclica de subidas y bajadas en el que estamos encerrados todos los mortales?
La prueba de que esas huídas no sirvieron de nada es que el Madrid ha estado cinco años sin comerse una miserable rosca. Esas huídas, basadas en la sustitución de los individuos, es otra de las modas horribles de este tiempo. Prima de la moda de la anorexia, hermana de la obsolescencia planificada de los objetos y máquinas.
En fin: a mí no me gusta Capello ni siento pena por él,pero creo que se ha ganado el derecho de quedarse. Qué hartazgo de cambios, qué poco respeto hacia las personas.