Me he enterado que ha Margaret Thatcher le han hecho una estatua en Londres.
Eso está muy bien: a las estatuas les mean los borrachos y les cagan las palomas.
jueves, marzo 08, 2007
Lo mejor que nos puede pasar es que un pesimista se equivoque siempre. Un antiguo amigo mío, al que hace tiempo dije adiós que te vaya bien, pronosticó que duraría tres meses con mi chica "es que Opo es un desastre" Le dijo a un amigo común que luego me lo contó en confidencia. Pues ya llevamos mi chica y yo diez años juntos. Chúpate ésa.
Un pesimista, si es buena persona, debe desear justo lo contrario que un científico: que sus teorías no se cumplan nunca. Yo soy pesimista, y como dice la canción que una vez cantara Banderas, "soy un hombre muy honrado que le gusta lo mejor" así que lanzaré los peores augurios para que, diciéndolos con letra negra, no se cumplan jamás.
Los libros de autoayuda dicen que nunca hay que pensar cosas negativas. Qué va: Pensadlas todas, para que no se cumplan. Hagamos una hoguera de San Juan con todos los pronósticos funestos que se nos ocurran, con todas las cosas que decimos y que tenemos el deber de hacer todo lo posible para que nunca ocurran.
Un pesimista deseoso de ser profeta merece ser condenado al ostracismo. Se convierte en mala persona aquél que para tener razón necesita que las cosas vayan mal. Os lo he confesado: soy pesimista y deseo más que nada en el mundo que mis pronósticos funestos jamás, jamás se hagan realidad. Ahora voy a empezar a tirar a la hoguera mis pensamientos negativos. Mi fuego también espera vuestros troncos.
En el plano personal, pienso que nunca lograré tener un buen trabajo, que llegaré a la pobreza, que no tendré hijos, que me dejará de amar mi esposa, que ya no me querrá mi familia, y que moriré en la calle y no en la cama.
A nivel general, que el egoísmo seguirá su escalada imparable, que dentro de unos años no habrá más lluvia en España ni por lo tanto árboles, que habrá hambrunas generalizadas, que habrá guerras, que mi familia pasará calamidades, que ya sólo seremos felices en la nostalgia y que llegado el momento, un meteorito vendrá y se cargará a la especie más estúpida que jamás haya habido en el planeta tierra, sólo seguida de cerca por los dinosaurios.
Cuánto deseo equivocarme. Qué pocas ganas tengo de tener razón. Malditos los que profetizan el final del la alegría, porque de ellos será el reino de la nada.
Un pesimista, si es buena persona, debe desear justo lo contrario que un científico: que sus teorías no se cumplan nunca. Yo soy pesimista, y como dice la canción que una vez cantara Banderas, "soy un hombre muy honrado que le gusta lo mejor" así que lanzaré los peores augurios para que, diciéndolos con letra negra, no se cumplan jamás.
Los libros de autoayuda dicen que nunca hay que pensar cosas negativas. Qué va: Pensadlas todas, para que no se cumplan. Hagamos una hoguera de San Juan con todos los pronósticos funestos que se nos ocurran, con todas las cosas que decimos y que tenemos el deber de hacer todo lo posible para que nunca ocurran.
Un pesimista deseoso de ser profeta merece ser condenado al ostracismo. Se convierte en mala persona aquél que para tener razón necesita que las cosas vayan mal. Os lo he confesado: soy pesimista y deseo más que nada en el mundo que mis pronósticos funestos jamás, jamás se hagan realidad. Ahora voy a empezar a tirar a la hoguera mis pensamientos negativos. Mi fuego también espera vuestros troncos.
En el plano personal, pienso que nunca lograré tener un buen trabajo, que llegaré a la pobreza, que no tendré hijos, que me dejará de amar mi esposa, que ya no me querrá mi familia, y que moriré en la calle y no en la cama.
A nivel general, que el egoísmo seguirá su escalada imparable, que dentro de unos años no habrá más lluvia en España ni por lo tanto árboles, que habrá hambrunas generalizadas, que habrá guerras, que mi familia pasará calamidades, que ya sólo seremos felices en la nostalgia y que llegado el momento, un meteorito vendrá y se cargará a la especie más estúpida que jamás haya habido en el planeta tierra, sólo seguida de cerca por los dinosaurios.
Cuánto deseo equivocarme. Qué pocas ganas tengo de tener razón. Malditos los que profetizan el final del la alegría, porque de ellos será el reino de la nada.
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