Cuando yo estaba a punto de acabar el instituto, hace la friolera de... ¡Trece años! Recuerdo que en mis ratos libres solía escuchar con mucho interés a un grupo español muy reivindicativo llamado Celtas Cortos. Es un grupo vallisoletano que ha tenido (y tiene) la saludable costumbre de ponerse en defensa de los más débiles, de cantar las cuarenta a los poderosos, aunque claro, en un concierto de ellos al que acudí en septiembre pasado, hartos ya de que no les hagan caso en sus protestas, dijeron, en los últimos coletazos del concierto, que iban a hablar de lo que les interesaba en esos momentos: sexo, sexo, sexo y sexo. Si es que no es tiempo de ponerse estupendos, hombre.
Me ponía en aquella época constantemente sus discos. En especial, había una canción cuyo estribillo decía:
"Bueno ya está bien, parad de una vez, nos tomáis el pelo, ¿pero qué os creéis?
Bueno ya está bien, parad de una vez, esta vez sabremos que hacer"
Contra lo que pueda parecer, era una canción alegre, con ritmo de polka, y lo que hacía era invitar al oyente a que dejara de creerse milongas.
Aquel entonces, el tiempo que yo escuchaba esas canciones, empezaban a pintar en bastos para nosotros, la juventud española de entonces y para los que nos siguieron: el gobierno socialista (nunca me cansaré de recordarlo) legalizaba por aquellos días las Empresas de Trabajo Temporal, creaba la figura del contrato en prácticas con sueldo miserable, y estipulaba diversas figuras de contratos temporales. Ese fue el embrión de la locura actual, la gran traición del partido socialista OBRERO a los propios obreros, convirtiendo a España en el país de la UE con mayor tasa de empleo temporal (concretamente, el 32%, siendo la media de nuestros vecinos del 10%).
Yo entonces no sabía las consecuencias que esas medidas iba a tener en mi vida. Inconsciente adolescencia. Tampoco sabía que el Estado, la empresa donde fundamentalmente iba a prestar mis servicios en el futuro, iba a ser la empresa donde con más desvergüenza se iba a aplicar el uso de la "externalización" de los servicios (subcontratación a otras empresas) y el uso de trabajadores temporales en el caso de contratarlos directamente. Hoy en día, si hacemos un cómputo total de todas sus partes, veremos que el estado es la empresa que más hace uso del trabajo precario y temporal.
Porque claro, mientras que los políticos en el poder (primero los socialistas y luego los populares) se rasgaban las vestiduras en público, demandando a las empresas privadas que no abusaran del contrato temporal y de la subcontratación, en el ejercicio de su mando, hacían (y hacen) justo lo que recomendaban que no hiciera el sector privado: contratos temporales a tutiplén y precarización a mansalva. En la Comunidad de Madrid, por poner un ejemplo, se está empezando a externalizar la gestión de los hospitales incluyendo la figura más visible del estado para el ciudadano: el auxiliar administrativo.
Nuestros políticos han hecho y hacen con las empresas privadas lo que se criticaba a los curas: "haced lo que yo digo, pero no lo que yo hago" Pero claro, lo hacen de cara a la galería. Para mí ésa es la demagogia más cruel e hipócrita.
Yo puedo servir de ejemplo: tuve tres contratos en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre para hacer la gran cantidad de papel moneda que se necesitaba para que el euro saliera a la calle. Pese al envejecimiento de la plantilla y las prontas jubilaciones, nos dieron la patada miserablemente a los que podíamos sustituir a los trabajadores más veteranos.A mí me dieron la patada después de un año y nueve meses. Nos habéis hecho el Euro y hemos cumplido con los plazos, de premio, a la puta calle. Hubo gente que les denunció. Ganaron, pero en vez de readmitirlos, como ponía la sentencia, la Casa de la Moneda se acogió al pago de la indemnización.
¿Qué es eso de hacer fijo a alguien por que lo decida un juez?
Tuve que ponerme a buscar trabajo y aparte de enviar currículos a miles de empresas privadas, hice varios exámenes para bolsas de trabajo de organismos del Estado. Aprobé uno para ser auxiliar administrativo en una Universidad madrileña. Allí estuve tres años divididos en cuatro contratos -el primer contrato, de seis meses; más que suficiente para comprobar mi aptitud para el puesto- Cuando ya estaba finalizando mi trabajo allí, en junio pasado, el gobierno sacó una ley en la cual "si un trabajador lleva como temporal más de 24 meses en una empresa, en el mismo puesto y con varios contratos encadenados, la empresa deberá pasarle a la condición de fijo en plantilla" A mí se me abrieron los cielos, pero claro, leyendo la ley en el BOE me salió la "letra pequeña": quedan excluidas de la aplicación de esta ley las administraciones públicas, venía a decir. A la calle otra vez.
Ahora estoy, otra vez de auxiliar administrativo, en un hospital público madrileño pero de gestión privada. El que empiezo el lunes es mi quinto contrato en nueve meses. A éstos también el primero les debería haber valido para evaluarme. Esta última institución ha sido la que más veces me ha mandado a la calle, a la acera donde están tirados los pañuelos de papel. Usar y tirar. Tal que yo.
Mientras, los sindicatos de todos estos sitios me han dicho más o menos lo mismo: "es que claro, que las circunstancias, es que los temporales sabéis a lo que venís, es que va contra la ley el que se os convierta en fijos..." Claro, esas leyes, que precarizan el empleo, que son injustas y que han permitido que España sea el reino de tócame Roque.
Escucho otra vez la vieja cinta:
"Bueno ya está bien, parad de una vez, nos tomáis el pelo, ¿pero qué os creéis?
Bueno ya está bien, parad de una vez, esta vez sabremos que hacer"
Con diecisiete años no sabía la que me venía encima. Me han intentado convencer muchas veces que no debía pensar en mis intereses particulares, que debería pensar más en los intereses del colectivo. Es verdad, no debo ser egoísta. Pero luego me hago las siguientes preguntas:
¿No son, acaso, los intereses colectivos, la suma de los intereses individuales? Si lucho contra mi precariedad ¿No estoy, acaso, luchando contra la precariedad de otros? He tenido ocasión de ver muchas vidas laborales por razones de trabajo. Me alarmó ver lo similares que eran a la mía, lo generalizadas que estaban la estafa y la marrullería.
Bueno, ya está bien. Parémoslo de una vez.