Aunque no comulgue con sus ideas me parece fatal que Francisco José Alcaraz tenga que declarar ante el juez por unas declaraciones en contra del gobierno; al igual que me parece un mal precedente que los dos dibujantes del Jueves hayan tenido que pagar 3000 euros cada uno por injurias al rey.
La crítica es la única arma que nos queda en contra de los poderosos; si alguien, por muy equivocada que ésta sea, no puede dar su opinión por miedo a acabar en los tribunales, mal vamos. Me da igual que se insinúe que el príncipe no hace nada; me da igual que se diga que el gobierno es cómplice de ETA. Por muy lejanas al buen gusto la primera, o muy tendenciosa la segunda, jamás nadie debería haberles denunciado y hacerles sentar en el banquillo tanto a los dos dibujantes del jueves como a Felipe Alcaraz. Ahora sé que en mi país no hay libertad de expresión, salvo que seas lo suficientemente desconocido como para que tus opiniones den igual, como es mi caso.
Puestos a mojarnos, diré que estoy bastante de acuerdo con la línea editorial del Jueves, incluyendo la famosa portada , y un poco menos con lo que dice Alcaraz, que se le ve el plumero en su deseo de medrar dentro de las filas del PP. Pero ninguno de los tres debió estar jamás en esa situación. Jamás. Reivindico el derecho que tiene cualquiera de criticar o satirizar sobre la figura de Emilio Botín, Florentino Pérez, el presidente de la junta de Galicia, al hermano del rey, a la duquesa de Alba o a quien sea, si quieren que esto sea una democracia.
La verdad, dudo que de existir hoy, Marcial, el gran satírico de Roma (que por cierto nació cerca de Calatayud) hubiera podido expresarse como se expresó en su día sin vérselas con la justicia. Pintan malos tiempos en España para gente como él. Los que piensan que el límite de la libertad de expresión está en el derecho al honor, deberían leerle. Él se salta el honor por el arco del triunfo. Su obra, de respetar ese derecho, sería inconcebible.
Y por eso digo, que entre el honor y la libertad de expresión, siempre la segunda. Porque los que reivindican el honor quizá sean los más indignos.
viernes, noviembre 30, 2007
jueves, noviembre 29, 2007
Os voy a contar un secreto. De no estar tan avanzada la odontología, ahora estaría sin dientes. Ya lo dijo mi primera dentista, argentina por cierto, cuando fui por primera vez a consulta:
-Cheee, este pibe, con treinta años, de no haser nada, quedará sin una piesa dental.
Y es que realmente tenía mal los dientes. Se me habían caído los de leche y los definitivos me salieron cada uno bailando por su cuenta. Encima eran prominentes y grandes, a lo Bugs Bunny. No pasaban desapercibidos al resto del alumnado del colegio. Para mi desgracia y posterior muerte social.
En el árbol genealógico de la famila de mi madre, en vez de haber frutas podridas, lo que hay son dentaduras podridas. Parece ser que mi bisabuela murió sin un sólo diente, ni natural ni de pega; mi abuelo, entre el fumeque y el feroz individualismo que siempre han manifestado cada una de sus piezas de marfil, que nunca se les ocurrió formar en hilera, los tenía sarmentosos y manchados de nicotina; y mi madre, la pobre, ni en hilera ni independientes. A los cuarenta y pocos años, dentadura postiza.
La señora odontóloga argentina, sin conocer la genealogía dental de mi familia ya sabía que los míos eran de poca calidad y propensos al suicidio.
No obstante, la clínica, que veía en mi boca una mina de oro, propuso a mi madre el arreglo de mi desfigurada sonrisa. Recuerdo que el primer aparato que llevé era una auténtica tortura que no me dejaba dormir por las noches, pues me apretaba los dientes para llevarlos adentro de la boca y me hacía despertarme por el dolor. Los siguientes no me causaron daño, pero aparte de antiestéticos eran inútiles. Por cierto, la clínica me cambiaba de dentista con relativa frecuencia, y cada uno de ellos me mandaba un aparatito diferente, siendo el siguiente más inútil que el anterior.
Nadie sabía muy bien qué hacer con mi dentadura. Cada vez estaban más grandes y más a su bola. Mientras unos miraban a Lisboa, los otros a Copenhague. Y aún había alguno que se perdía por el mar Negro.
Siempre me he lavado mucho los dientes, en la frecuencia, fruición y duración que me indicaban los facultativos. Pero daba igual. Tenía una periodintitis galopante, al parecer también familiar a las bocas de mis ancestros. Mis dientes cada día bailaban más e iban a la búsqueda de sus raíces. Hasta que un día me levantaba, me miraba al espejo y ¡Coño, me ha desaparecido ese que marcaba los pasos del cha-cha-chá!
Al final, viendo que mi boca cada vez estaba cogiendo aspecto de pertenecer al criado de Drácula tuve que tirar por el camino de en medio, quitarme los piños que todavía no se me habían caído por la dichosa periodintitis, enfermedad degenerativa hereditaria (más de una vez me preguntaron si tenía un abuelo minero) y ponerme porcelana fija. Que vivan los jarrones.
Y bueno, al igual que el miope se fija en las monturas de las gafas y el cojo en los bastones, yo voy por la vida mirando dentaduras. Haciendo distinciones entre las amarillas y las perladas, las de dientes pequeños y los paletos, las con mella o sin mella, las cuidadas y las dejadas. Con eso me entretengo.
Que siempre uno se fija en lo que carece. Qué le vamos a hacer.
-Cheee, este pibe, con treinta años, de no haser nada, quedará sin una piesa dental.
Y es que realmente tenía mal los dientes. Se me habían caído los de leche y los definitivos me salieron cada uno bailando por su cuenta. Encima eran prominentes y grandes, a lo Bugs Bunny. No pasaban desapercibidos al resto del alumnado del colegio. Para mi desgracia y posterior muerte social.
En el árbol genealógico de la famila de mi madre, en vez de haber frutas podridas, lo que hay son dentaduras podridas. Parece ser que mi bisabuela murió sin un sólo diente, ni natural ni de pega; mi abuelo, entre el fumeque y el feroz individualismo que siempre han manifestado cada una de sus piezas de marfil, que nunca se les ocurrió formar en hilera, los tenía sarmentosos y manchados de nicotina; y mi madre, la pobre, ni en hilera ni independientes. A los cuarenta y pocos años, dentadura postiza.
La señora odontóloga argentina, sin conocer la genealogía dental de mi familia ya sabía que los míos eran de poca calidad y propensos al suicidio.
No obstante, la clínica, que veía en mi boca una mina de oro, propuso a mi madre el arreglo de mi desfigurada sonrisa. Recuerdo que el primer aparato que llevé era una auténtica tortura que no me dejaba dormir por las noches, pues me apretaba los dientes para llevarlos adentro de la boca y me hacía despertarme por el dolor. Los siguientes no me causaron daño, pero aparte de antiestéticos eran inútiles. Por cierto, la clínica me cambiaba de dentista con relativa frecuencia, y cada uno de ellos me mandaba un aparatito diferente, siendo el siguiente más inútil que el anterior.
Nadie sabía muy bien qué hacer con mi dentadura. Cada vez estaban más grandes y más a su bola. Mientras unos miraban a Lisboa, los otros a Copenhague. Y aún había alguno que se perdía por el mar Negro.
Siempre me he lavado mucho los dientes, en la frecuencia, fruición y duración que me indicaban los facultativos. Pero daba igual. Tenía una periodintitis galopante, al parecer también familiar a las bocas de mis ancestros. Mis dientes cada día bailaban más e iban a la búsqueda de sus raíces. Hasta que un día me levantaba, me miraba al espejo y ¡Coño, me ha desaparecido ese que marcaba los pasos del cha-cha-chá!
Al final, viendo que mi boca cada vez estaba cogiendo aspecto de pertenecer al criado de Drácula tuve que tirar por el camino de en medio, quitarme los piños que todavía no se me habían caído por la dichosa periodintitis, enfermedad degenerativa hereditaria (más de una vez me preguntaron si tenía un abuelo minero) y ponerme porcelana fija. Que vivan los jarrones.
Y bueno, al igual que el miope se fija en las monturas de las gafas y el cojo en los bastones, yo voy por la vida mirando dentaduras. Haciendo distinciones entre las amarillas y las perladas, las de dientes pequeños y los paletos, las con mella o sin mella, las cuidadas y las dejadas. Con eso me entretengo.
Que siempre uno se fija en lo que carece. Qué le vamos a hacer.
En estos días se han estrenado dos películas españolas de miedo que dicen que están muy bien: el orfanato y Rec. No sé si ir a verlas, pues soy muy impresionable y un servidor no va al cine para pasarlo mal, aunque a veces nos traguemos unos bodrios que lástima de seis euros cada uno. No me gusta pagar por pasar miedo. En el pasado lo tuve gratis.
-mamá, que me voy con los colegas de fiesta
-¿y en qué coche vas?
-En el del alcalde.
-Bueno, pero ten cuidado.
En mi pueblo, si uno quería emociones fuertes, lo mejor era pedir al Helloween que le llevara en su coche a las fiestas de turno. Pero entonces yo no lo sabía, ni mi madre tampoco. Helloween, alcalde por el pp en mi pueblo (de los seis que se presentaban, cinco eran de ese partido y uno del grup mixto) era todo un personaje. Genio y figura. Yo entonces no lo sabía, pero entre sus méritos se contaban ser campeón de pulso interprovincial por Extremadura (no siendo de allí), beber unas veinticinco copas de whiskys con cola en una sóla noche, estrellar cinco camiones saliendo ileso de todos los accidentes y poner un Opel Kadett GSI a doscientos diez en la única recta que hay de mi pueblo a Campaspero y por donde van las ovejas. Por cierto: cayó con uno de sus camiones (un tráiler de dieciséis ruedas) por un puente desde una altura de 25 metros. Por eso, cuando cada iba el cura a bendecir las flotas de camiones de toda la provincia de Segovia, él no se lo perdía. Por si acaso. Y en el salpicadero nunca faltaba el San Cristóbal. Que no es casualidad haberse librado tantas veces, pensaba.
Yo, la primera vez que salí de fiesta a un pueblo de al lado, no me imaginaba que iba a ir con él. pero claro, las cosas funcionaban así: te metías en el primer coche que pudieras. No te ibas a quedar en tierra mientras tus colegas estaban tomándola.
-Opo, que tú te vas con mi primo- Me dijo un colega, que ya había pillado sitio con su otra prima la maestra. Su primo era el Helloween, al que yo no tenía muy tratado -Espérate aquí, que ya le he dicho que vas con él. Bueno, si no hay más remedio...
Pasaron cinco minutos. Al otro lado de la calle sonó un rugido espantoso. De repente, en la cuesta, vi como saltaba un Citroën Gs Break. Cuando cayó al suelo, de los bajos saltaron chispas. Pero qué buena es la suspensión de Citroën. Ahí lo vi.Desde las ventanas abiertas no salía la música de Helloween, cosa rara en él, según me dijeron después. Tronaba "Thunderstruck" de AC/DC. aaahaaaauah...El Bakalao todavía no estaba en su máximo apogeo.
-Que me ha dicho mi primo que tú vienes con nosotros. Pues sube.
Dentro del coche, el Kenwood hacía trabajar a los cuatro altavoces a toda potencia. A mi lado iban otros chicos del pueblo, de la otra pandilla que había. En su cara estaba dibujado el terror, como en la mía. Comenzaba el viaje.
Las carreteras de mi pueblo tienen muchos baches, algunos hasta podrían servir de garaje, pero eso al Helloween le daba igual. Volaba encima de ellos. No habíamos recorrido ni quinientos metros y el velocímetro marcaba ciento sesenta. La primera curva la hicimos a ciento cuarenta. "No la he trazado bien", debió pensar, porque en las siguientes no bajaría de ciento setenta, más que nada por hacer una buena media durante toda la carrera.
Dentro del coche el bamboleo era constante y yo nunca eché tanto de menos los cinturones traseros, que ese coche no traía de serie. Ahora entendí por qué ponían agarraderos en las puertas. Me estaba mareando y no tenía a mano los caramelos de eucalipto que llevaba mi abuela cuando viajábamos juntos por si nos mareábamos. Bueno y a mi abuela también, qué persona más calmada y equilibrada. Y lo mejor de todo, qué persona más lenta.
En la lejanía divisamos un Renault 5 GTL azul... matrícula SG-8743-D . En menos de cinco segundos, teníamos su matrícula ante nuestros ojos, bien visible incluso para el de más dioptrías. Pasó de ser una pulga metalizada con dos ojitos rojos minúsculos a ser el coche de un señor de gafas de pasta marrón, que por cierto, le echaba mucho valor porque temerariamente, nos cerraba el paso. "Inconsciente", pensaba yo, por no llamarle otra cosa peor. La distancia de separación entre ambos coches muchas veces no llegaba a los tres centímetros. Gran pique en el rally de las cabras. Finalmente, en una curva, de las más cerradas, el del R5, no sé si por mala idea o por no poder sobrellevar la presión ni un minuto más, permitió el adelantamiento y no me dio tiempo ni a confesar todos mis pecados ante la posibilidad de un choque frontal. Afortunadamente, no hubo tal.
En esto, llegamos a las primeras casas del pueblo que teníamos que cruzar antes de llegar a nuestro destino. Unas ancianas, en cuanto nos vieron llegar y con una agilidad de movimientos inusual para personas de edad tan avanzada, cogieron las sillas y desaparecieron como alma que lleva al diablo por una puerta. De milagro no nos llevamos por delante a la última de ellas. En todo el pueblo no había ni un semáforo, que para mí hubiera sido una buena oportunidad para salir despavorido del más veloz pero también el más terrorífico Citroën en el que yo haya montado nunca.
Me estaba poniendo blanco, tanto como el resto de ocupantes del coche, salvo Helloween, que con pasmosa tranquilidad maniobraba el coche como si estuviera disputando el Rally de Interlagos. Mis sueños de ser Carlos Sainz quedaron enterrados en alguna parte del cementerio de ese pueblo que pasó ante mis ojos en breves milésimas de segundo.
Intenté hablar con el que estaba a mi lado, pero entre la música y el miedo que teníamos ambos hizo imposible el sostener una conversación que fuera por cauces normales. Creo que hablamos de lo poco que se va a la iglesia a rezar. De lo poco que rezábamos, vaya.
Después de Siete derrapes y un trompo porque nos habíamos equivocado de dirección por fin llegamos a nuestro destino. Como no había aparcamiento, dejó el coche en un terraplén de más de cuarenta y cinco grados, totalmente ladeado. Nos costó un gran esfuerzo salir del coche, que se había quedado como los que andan a dos ruedas. El ventilador sonaba con llanto lastimero por el susto que llevaba. Cuando ya logramos salir, nos dirigimos a al tumulto de gente. Me quedé un poco atrás, mientras mis compañeros, con el Helloween a la cabeza, se perdían por la feria. Besé el suelo. Nunca antes sentí como entonces la alegría de estar vivo.
Me fui al bar donde quedé con mis colegas. Cuando me vieron, se partieron de risa.
-¿Qué pasa?
-Pero tío ¿Te has visto lo blanco que estás?
- nos ha jodido. Vosotros, como habéis ido con tu prima la maestra...
Qué mala suerte la mía, que para ser la primera vez que me voy de fiesta, lo tengo que hacer con el señor alcalde. Campeón de pulso por Extremadura y récord mundial de velocidad todavía no superado en el trayecto que va de mi pueblo a donde estábamos de farra en aquellos momentos.
Y serán imaginaciones mías, pero creo que la estampita de San Cristóbal que llevaba Helloween en el salpicadero se tapó con las manos los ojos durante todo el trayecto. De verdad que no era para menos.
martes, noviembre 27, 2007
Un fin de semana del verano pasado fui con mis padres y mi hermano al pueblo de mi padre, donde todo parece transcurrir más despacio y el ambiente invita al relajo y a la meditación. Desde luego, es el mejor sitio para pensar, conversar o filosofar, cualquiera de esas cosas que son tan difíciles de hacer en medio de la vorágine de la gran ciudad. A mí por eso me gusta el pueblo, aunque ya casi no voy nunca. Echo de menos esas cuatro piedras castellanas.
Corría el mes de agosto y nadie de mi pandilla estaba allí. Nos hemos hecho mayores y ahora nuestras vacaciones no duran dos meses. A veces, ni uno. Y no siempre en agosto.
Fuimos mi madre, mi hermano y yo, después de dar un paseo nocturno, al único bar que hay en mi pueblo. Pedimos tres cafés. Recuerdo que yo lo pedí solo, en homenaje a los cafés que me tomaba para combatir el cansancio derivado de estar de fiesta en fiesta en mis años juveniles. Menudas juergas nos hemos corrido los más zascandiles, trapisondistas y calaveras que hayan existido en toda la meseta castellana. Pero el bar que fue punto de reunión en el pasado para ir de fiesta, estaba vacío. Sólo unos pocos parroquianos que jugaban a las cartas. La dueña del bar después de ponernos los cafés, se quedó dormida de pie. Nos pudimos ir sin pagar de haber querido. Pero nos hubiéramos enfrentado a la vergüenza pública. En el pueblo todo el mundo nos conoce y la dueña podía llevarnos la cuenta a nuestra propia casa.
Parecía mentira que fuera agosto y estuviera así. No ha más de diez años, que en un día cualquiera del verano, ese mismo sitio era un hervidero de adolescentes a la busca de un coche que les llevara a las ferias de los pueblos cercanos.
Nos sentamos en una de las vacías mesas que estaban fuera del local. La noche, sin luna y sin nubes, presentaba un panorama de estrellas que según parece, nos miran desde hace un millón de años, a decir por los expertos en la materia. Y llegó ella: la chica más guapa de mi pueblo, por la que suspirábamos todos en mis tiempos de adolescente.
Pero los años no pasan en balde: seguí teniendo su belleza, pero las arrugas comenzaban a principiar en su cara. Empezaba, además, a tener bolsas en los ojos. Ella, que es la flor de la maravilla del jardín de mi pueblo admirada por todos, sometida como es natural a la dictadura del tiempo. Recuerdo que era de la otra pandilla, algo mayores que nosotros, lo que le daba un aura especial e inalcanzable , en una edad en la que una mujer tres o cuatro años mayor que uno era tiempo insalvable. Ahora no. La diva estaba sentada con nosotros tomándose un café. Pese a los años pasados, aquello parecía mentira.
Los cuatro hablamos de cosas insustanciales. Pero siempre,al cabo de tres o cuatro frases, ella se apresuraba a decir a mi madre: "no aparentas la edad que tienes ¿Cómo lo haces para estar tan bien?" Lo cierto es que mi madre aparenta menos edad de la que tiene, por lo atractiva y lo elegante que es, y no es orgullo de hijo, que cualquiera que la haya visto lo puede decir. Mi madre le contestaba lo que suele contestar siempre: "Pues hija, como no sea trabajar mucho, que otra cosa no he hecho en toda mi vida..." y la conversación seguía por otros derroteros. Hasta que la flor de la maravilla volvía otra vez a la carga: "es que no sé cómo lo haces" Total, que la chica dejó bien patente lo admiraba que estaba por como se defendía mi madre al paso del tiempo por no sé cuántas veces.
Claro que, tiene que ser doloroso comprobar que tu belleza no es eterna, que el paso del tiempo es igual para todos y que tú no ibas a ser menos.
Con todo, la flor de la maravilla seguía manteniéndose bella a sus treinta y muchos años. Por primera vez en nuestra vida, mi hermano y yo, que con diecisiete años la veíamos como una diosa, la vimos como un ser humano. Y mucho me temo que no la veremos otra vez en el Olimpo.
Como dijo el poeta, que se nos va la Pascua, mozas. Y alguna ya ve con temor que pronto se va a pasar de la marca.
Corría el mes de agosto y nadie de mi pandilla estaba allí. Nos hemos hecho mayores y ahora nuestras vacaciones no duran dos meses. A veces, ni uno. Y no siempre en agosto.
Fuimos mi madre, mi hermano y yo, después de dar un paseo nocturno, al único bar que hay en mi pueblo. Pedimos tres cafés. Recuerdo que yo lo pedí solo, en homenaje a los cafés que me tomaba para combatir el cansancio derivado de estar de fiesta en fiesta en mis años juveniles. Menudas juergas nos hemos corrido los más zascandiles, trapisondistas y calaveras que hayan existido en toda la meseta castellana. Pero el bar que fue punto de reunión en el pasado para ir de fiesta, estaba vacío. Sólo unos pocos parroquianos que jugaban a las cartas. La dueña del bar después de ponernos los cafés, se quedó dormida de pie. Nos pudimos ir sin pagar de haber querido. Pero nos hubiéramos enfrentado a la vergüenza pública. En el pueblo todo el mundo nos conoce y la dueña podía llevarnos la cuenta a nuestra propia casa.
Parecía mentira que fuera agosto y estuviera así. No ha más de diez años, que en un día cualquiera del verano, ese mismo sitio era un hervidero de adolescentes a la busca de un coche que les llevara a las ferias de los pueblos cercanos.
Nos sentamos en una de las vacías mesas que estaban fuera del local. La noche, sin luna y sin nubes, presentaba un panorama de estrellas que según parece, nos miran desde hace un millón de años, a decir por los expertos en la materia. Y llegó ella: la chica más guapa de mi pueblo, por la que suspirábamos todos en mis tiempos de adolescente.
Pero los años no pasan en balde: seguí teniendo su belleza, pero las arrugas comenzaban a principiar en su cara. Empezaba, además, a tener bolsas en los ojos. Ella, que es la flor de la maravilla del jardín de mi pueblo admirada por todos, sometida como es natural a la dictadura del tiempo. Recuerdo que era de la otra pandilla, algo mayores que nosotros, lo que le daba un aura especial e inalcanzable , en una edad en la que una mujer tres o cuatro años mayor que uno era tiempo insalvable. Ahora no. La diva estaba sentada con nosotros tomándose un café. Pese a los años pasados, aquello parecía mentira.
Los cuatro hablamos de cosas insustanciales. Pero siempre,al cabo de tres o cuatro frases, ella se apresuraba a decir a mi madre: "no aparentas la edad que tienes ¿Cómo lo haces para estar tan bien?" Lo cierto es que mi madre aparenta menos edad de la que tiene, por lo atractiva y lo elegante que es, y no es orgullo de hijo, que cualquiera que la haya visto lo puede decir. Mi madre le contestaba lo que suele contestar siempre: "Pues hija, como no sea trabajar mucho, que otra cosa no he hecho en toda mi vida..." y la conversación seguía por otros derroteros. Hasta que la flor de la maravilla volvía otra vez a la carga: "es que no sé cómo lo haces" Total, que la chica dejó bien patente lo admiraba que estaba por como se defendía mi madre al paso del tiempo por no sé cuántas veces.
Claro que, tiene que ser doloroso comprobar que tu belleza no es eterna, que el paso del tiempo es igual para todos y que tú no ibas a ser menos.
Con todo, la flor de la maravilla seguía manteniéndose bella a sus treinta y muchos años. Por primera vez en nuestra vida, mi hermano y yo, que con diecisiete años la veíamos como una diosa, la vimos como un ser humano. Y mucho me temo que no la veremos otra vez en el Olimpo.
Como dijo el poeta, que se nos va la Pascua, mozas. Y alguna ya ve con temor que pronto se va a pasar de la marca.
lunes, noviembre 26, 2007
Yo de ti de lo que tendría cuidado es que no se te cumpliera ese sueños de trabajar en un instituto. Por cierto, qué modesto eres, chaval. Ser un puñetero profesor. Pues vaya ambición que tienes. Lo que deberías hacer es apuntar alto, porque si no te vas a quedar toda la vida siendo un medianía. Piensa que esto ni es una democracia ni es nada. Esto es una plutocracia. Si no sabes lo que es eso, búscalo en el diccionario, que verás lo que te dice. Plutocracia, con Franco y después de Franco ¿Te enteras, mindundi?
A veces me pregunto qué hago yo dando consejos a un ingenuo como tú ¿Y sabes por qué lo hago? Porque sé que tú eres de los que no evolucionan, de los que se pasan la vida rodeado de sus pajas mentales. De todos modos, si te dijera algo útil, de nada te iba a servir, porque colega, a la legua se ve que tú el sentido práctico lo tienes en el culo.
Yo no sé por qué quieres ser profe, total, para estar puteado. Además, tú tienes pinta de ser de los que van a recibir hostias a tutiplén, macho, que no te conozco de nada, pero por lo que dices tienes que ser de lo más pusilánime que jamás haya entrado por la puerta de un instituto.
Me acuerdo de una profesora de inglés. Joder, qué año le dimos a la pobre. . Era menudita, y con una vocecita apenas audible. No se imponía. La pobre carecía de autoridad. Al final, tuvo que pedirse la baja por depresión. No valía. Y creo que tú tampoco. Tienes pinta de ser un cantamañanas.
¿Sabes lo que yo haría si fuera profesor? Dar de hostias al más chungo el primer día, y que el resto se acojonaran. O mejor: llevar un buen pistolón en la sobaquera para que supieran con quién se están jugando los cuartos. Como el que tengo en la guantera del coche, más varios cargadores con unas cuarenta y cinco balas. El día que me pare la policía lo voy a flipar, pero qué quieres tío, yo soy de los que piensan que hay que cubrirse las espaldas. Pienso que en eso, Estados Unidos está a años luz de nosotros. A mí me parece fenomenal que puedas ir al supermercado y comprarte una Baretta como el que se compra un frigorífico. Eso sí que es ser un país evolucionado. Para mí eso sí que es la esencia de la verdadera democracia.
Pero aquí, como somos unos maricomplejines. A tomar por culo la hombría del macho ibérico. Te digo una cosa: si alguien quiere entrar en mi coche o en mi chalé, que se atenga a las consecuencias.
Lo malo es que en este puto país las leyes defienden más a los rateros que a la gente decente como yo. Pero me importa un huevo que me lleven a la cárcel, si le tengo que meter a uno un tiro entre ceja y ceja, se lo meto. Y si luego tengo que ir al mako, pues voy, que no sería la primera vez.
Bueno, te dejo con tus gilipolleces. Y si sacas plaza, que no te pase ná, aunque eso me temo que no va a ser posible. Desgraciado.
A veces me pregunto qué hago yo dando consejos a un ingenuo como tú ¿Y sabes por qué lo hago? Porque sé que tú eres de los que no evolucionan, de los que se pasan la vida rodeado de sus pajas mentales. De todos modos, si te dijera algo útil, de nada te iba a servir, porque colega, a la legua se ve que tú el sentido práctico lo tienes en el culo.
Yo no sé por qué quieres ser profe, total, para estar puteado. Además, tú tienes pinta de ser de los que van a recibir hostias a tutiplén, macho, que no te conozco de nada, pero por lo que dices tienes que ser de lo más pusilánime que jamás haya entrado por la puerta de un instituto.
Me acuerdo de una profesora de inglés. Joder, qué año le dimos a la pobre. . Era menudita, y con una vocecita apenas audible. No se imponía. La pobre carecía de autoridad. Al final, tuvo que pedirse la baja por depresión. No valía. Y creo que tú tampoco. Tienes pinta de ser un cantamañanas.
¿Sabes lo que yo haría si fuera profesor? Dar de hostias al más chungo el primer día, y que el resto se acojonaran. O mejor: llevar un buen pistolón en la sobaquera para que supieran con quién se están jugando los cuartos. Como el que tengo en la guantera del coche, más varios cargadores con unas cuarenta y cinco balas. El día que me pare la policía lo voy a flipar, pero qué quieres tío, yo soy de los que piensan que hay que cubrirse las espaldas. Pienso que en eso, Estados Unidos está a años luz de nosotros. A mí me parece fenomenal que puedas ir al supermercado y comprarte una Baretta como el que se compra un frigorífico. Eso sí que es ser un país evolucionado. Para mí eso sí que es la esencia de la verdadera democracia.
Pero aquí, como somos unos maricomplejines. A tomar por culo la hombría del macho ibérico. Te digo una cosa: si alguien quiere entrar en mi coche o en mi chalé, que se atenga a las consecuencias.
Lo malo es que en este puto país las leyes defienden más a los rateros que a la gente decente como yo. Pero me importa un huevo que me lleven a la cárcel, si le tengo que meter a uno un tiro entre ceja y ceja, se lo meto. Y si luego tengo que ir al mako, pues voy, que no sería la primera vez.
Bueno, te dejo con tus gilipolleces. Y si sacas plaza, que no te pase ná, aunque eso me temo que no va a ser posible. Desgraciado.
domingo, noviembre 25, 2007
Una vez alguien dijo una frase que se me ha quedado grabada en la memoria: "Ten cuidado con lo que sueñas, pues se puede hacer realidad" Y sí, es cierto que muchos de nuestros deseos pueden llegar a hacernos daño de convertirse en realidad.
Puede que suceda que cuando sea profesor, mi labor cotidiana se convierta en un infierno y me haga tremendamente infeliz. A muchos les ha pasado. Gente con vocación ven cómo sus ilusiones se caen destrozadas dentro de las aulas, incapaces de comunicarse con los alumnos, cuyos intereses están en otros derroteros por razones de edad.
Pero tengo el deber de intentarlo, aunque mi idealismo caiga roto en mil pedazos. Dentro de mí arde el deseo de enseñar, de ser el mejor docente que pueda llegar a ser. Tal vez ese deseo choque con el de los alumnos, que puede que no quieran escuchar lo que yo les diga, que les parezca aburrida la materia que yo les quiero dar.
Un amigo mío, desde el messenger, me preguntaba si yo creía que podría llevar a cabo la profesión de docente en tiempos que corren, y yo le contesté que quizá no era el momento de hacerme esa pregunta, pues todavía tenía por delante el aprobar la oposición. Una vez aprobada, ya pensaría cómo podría llevar a cabo lo de hacer que mis alumnos me escuchen, se interesen por lo que yo les cuento o en el mejor de los casos, se entusiasmen. Pero ahora, que todavía no sé si se dará el caso, es pronto para preguntarse lo que va a pasar conmigo dentro de un aula.
Reflexiono aquí de ello pero no es la duda máxima en estos momentos. Ahora mis dudas giran en cómo hacer una exposición delante del tribunal que sea lo suficientemente atractiva como para que me consideren un candidato idóneo para la docencia, si me sé bien las unidades didácticas que me van a preguntar y si seré capaz de desarrollar una oratoria que sepa encandilar a los miembros de ese tribunal que me toque en suerte.
Una oposición es la cruel ley principal de este sistema: te debes vender. los seres humanos estamos en venta, y en una oposición, el estado compra a sus futuros trabajadores, y esas compra se irá pagando mes a mes en forma de nómina. Pero no estoy obligado con la institución a hacer el mejor trabajo.
Con los que estoy moralmente obligado es con los alumnos. Con ellos no hay ventas que valgan. Tengo que ser el mejor de los yoes posible y se me irá el empeño en ello, aunque me cueste mi salud y mi tiempo.
Pero como ya he dicho, es pronto para pensar en ello. Amigo, espérate a dentro de siete meses, que ya te diré yo lo que creo que debo hacer. Ojalá tenga que contestarme la duda que me planteas. Mientras tanto, eso, que será tan importante, ahora da igual.
Puede que suceda que cuando sea profesor, mi labor cotidiana se convierta en un infierno y me haga tremendamente infeliz. A muchos les ha pasado. Gente con vocación ven cómo sus ilusiones se caen destrozadas dentro de las aulas, incapaces de comunicarse con los alumnos, cuyos intereses están en otros derroteros por razones de edad.
Pero tengo el deber de intentarlo, aunque mi idealismo caiga roto en mil pedazos. Dentro de mí arde el deseo de enseñar, de ser el mejor docente que pueda llegar a ser. Tal vez ese deseo choque con el de los alumnos, que puede que no quieran escuchar lo que yo les diga, que les parezca aburrida la materia que yo les quiero dar.
Un amigo mío, desde el messenger, me preguntaba si yo creía que podría llevar a cabo la profesión de docente en tiempos que corren, y yo le contesté que quizá no era el momento de hacerme esa pregunta, pues todavía tenía por delante el aprobar la oposición. Una vez aprobada, ya pensaría cómo podría llevar a cabo lo de hacer que mis alumnos me escuchen, se interesen por lo que yo les cuento o en el mejor de los casos, se entusiasmen. Pero ahora, que todavía no sé si se dará el caso, es pronto para preguntarse lo que va a pasar conmigo dentro de un aula.
Reflexiono aquí de ello pero no es la duda máxima en estos momentos. Ahora mis dudas giran en cómo hacer una exposición delante del tribunal que sea lo suficientemente atractiva como para que me consideren un candidato idóneo para la docencia, si me sé bien las unidades didácticas que me van a preguntar y si seré capaz de desarrollar una oratoria que sepa encandilar a los miembros de ese tribunal que me toque en suerte.
Una oposición es la cruel ley principal de este sistema: te debes vender. los seres humanos estamos en venta, y en una oposición, el estado compra a sus futuros trabajadores, y esas compra se irá pagando mes a mes en forma de nómina. Pero no estoy obligado con la institución a hacer el mejor trabajo.
Con los que estoy moralmente obligado es con los alumnos. Con ellos no hay ventas que valgan. Tengo que ser el mejor de los yoes posible y se me irá el empeño en ello, aunque me cueste mi salud y mi tiempo.
Pero como ya he dicho, es pronto para pensar en ello. Amigo, espérate a dentro de siete meses, que ya te diré yo lo que creo que debo hacer. Ojalá tenga que contestarme la duda que me planteas. Mientras tanto, eso, que será tan importante, ahora da igual.
sábado, noviembre 24, 2007
Parece que hay una pequeña crisis en el sector de hostelería. La gente sale mucho menos que antes. Las causas posibles, bien la asfixia por las hipotecas, bien la reciente subida de los productos básicos o bien que los del baby boom de los setenta nos hemos hecho mayores y ya salimos mucho menos que antes. Otra de las causas posibles, y ésta es de mi cosecha, pero está en relación con todas las anteriores, es que siete euros por un cubata es, aquí en España, un precio a todas luces excesivo. Es lo que se cobra en muchos bares y no en los de postín precisamente.
Hablaba hace unos días que los españoles éramos seres nocturnos, y ya quedamos el otro día que eso es cosa de gente rica y ociosa. Pues bien, parece que ahora lo somos menos, porque sencillamente, somos más pobres y laboriosos. Y eso que todavía no nos ha venido la subida del treinta por ciento de la tarifa de la luz que pretenden imponer las constructoras que, viendo que el disparate del ladrillo ya no daba para más, empezaron a darles de dentelladas vampíricas a los cables de la luz. Muy románticas se volverán las casas de España cuando recobremos la costumbre de alumbrarnos con velas.
En Madrid, además, las dentelladas han llegado a la sanidad, y los nuevos hospitales , que están semiprivatizados, les va a gestionar Nosferatu, para estar cerca de los bancos de sangre.
Estamos pobres y más que nos vamos a quedar de seguir esto así. Los sueldos son de risa porque cada año crecen basándose en un IPC totalmente irreal. Como bálsamo de Fierabrás, el partido en la oposición sólo se le ocurre la bajada de impuestos (podían estrujarse la cabeza un poco más, que eso y privatizar ya está muy visto) y me indignaría una vez más si no fuera porque ya estoy cansado y casi vencido de escuchar las mismas estupideces de esos buitres. "Queremos que vivas mejor", dice su eslogan. Debajo de un puente, les falta añadir, donde los que viven no pagan impuestos.
Y yo, estaba pensando si escribir sobre por qué la gente sale poco es caer en la pesadez, porque siempre me pongo reivindicativo y a un amigo le gustan mis escritos sólo cuando hablo de literatura. Y entonces viene mi mujer, y me dice que en el último libro de Jose Luis Sampedro que se está leyendo, dice que sólo se debe escribir cuando se tenga necesidad de contar algo.
Y madre mía, cuántas cosas me hacen decir estos políticos ineptos y sus amos que ya está bien de violar entre todos a esa señorita tan bonita, ingenua y llena de ilusiones llamada democracia.
Se me quitan las ganas de salir y tomarme un cubata. Es igual, tampoco tengo dinero.
Hablaba hace unos días que los españoles éramos seres nocturnos, y ya quedamos el otro día que eso es cosa de gente rica y ociosa. Pues bien, parece que ahora lo somos menos, porque sencillamente, somos más pobres y laboriosos. Y eso que todavía no nos ha venido la subida del treinta por ciento de la tarifa de la luz que pretenden imponer las constructoras que, viendo que el disparate del ladrillo ya no daba para más, empezaron a darles de dentelladas vampíricas a los cables de la luz. Muy románticas se volverán las casas de España cuando recobremos la costumbre de alumbrarnos con velas.
En Madrid, además, las dentelladas han llegado a la sanidad, y los nuevos hospitales , que están semiprivatizados, les va a gestionar Nosferatu, para estar cerca de los bancos de sangre.
Estamos pobres y más que nos vamos a quedar de seguir esto así. Los sueldos son de risa porque cada año crecen basándose en un IPC totalmente irreal. Como bálsamo de Fierabrás, el partido en la oposición sólo se le ocurre la bajada de impuestos (podían estrujarse la cabeza un poco más, que eso y privatizar ya está muy visto) y me indignaría una vez más si no fuera porque ya estoy cansado y casi vencido de escuchar las mismas estupideces de esos buitres. "Queremos que vivas mejor", dice su eslogan. Debajo de un puente, les falta añadir, donde los que viven no pagan impuestos.
Y yo, estaba pensando si escribir sobre por qué la gente sale poco es caer en la pesadez, porque siempre me pongo reivindicativo y a un amigo le gustan mis escritos sólo cuando hablo de literatura. Y entonces viene mi mujer, y me dice que en el último libro de Jose Luis Sampedro que se está leyendo, dice que sólo se debe escribir cuando se tenga necesidad de contar algo.
Y madre mía, cuántas cosas me hacen decir estos políticos ineptos y sus amos que ya está bien de violar entre todos a esa señorita tan bonita, ingenua y llena de ilusiones llamada democracia.
Se me quitan las ganas de salir y tomarme un cubata. Es igual, tampoco tengo dinero.
viernes, noviembre 23, 2007
Recientemente ha habido una manifestación en Atocha en contra de la ultraderecha. Lamentablemente acabó mal, pues un grupo de personas se peleó contra otro grupo con el que, a priori, compartía los mismo fines. No entiendo cómo la cosa pudo acabar así. Antes, en las manifestaciones, la gente sabía a quién tenía de frente, ahora, en general, todos andamos un poco desnortados, y te encuentras gente de izquierdas que defiende ideas de derechas o viceversa, y no sales de tu asombro porque creías que todos pensábamos igual. Pero importa más lo que nos separa que lo que nos une. No lo entiendo, parias de la tierra ¿Entre nosotros? ¡Ingenuo de mí! A veces se me olvida que sólo somos monos. Pero eso no fue lo peor de todo.
Lo peor fue ver en la tele a unos señores tertulianos, más monos que nadie, de entre cincuenta y cinco y sesenta años, decir no ya que no se deberían haber peleado esos jóvenes, sino que no tenían que haber ido a la manifestación. Alguno de ellos recuerdo haberle oído presumir, en debates anteriores, cómo corría delante de los grises ¿Dónde dejaría el pantalón de pana?¿Desde cuándo lleva engominándose el pelo?
Censuraban esos próceres de la comunicación no ya el hecho de la pelea, sino el hecho de la manifestación. El que unos pobres palurdos se pegaran les traía sin cuidado. Pero les ofendía mucho el hecho de que la gente saliera a la calle. Menos mal que viven en uno de los países libres en que la gente menos reivindica y exige del mundo, porque si fueran franceses, a estos veteranos del periodismo les daba una apoplejía.
No obstante, pocos días antes, el de la gomina se le llenaba la boca de alabanzas hacia la actitud de los universitarios venezolanos en contra de la constitución que quiere llevar adelante el presidente Chávez ¿En qué quedamos, son buenas o malos los jóvenes rebeldes?
Estos señores, maestros en defender una idea y la contraria, les mortifica más el hecho de que la gente luche contra el sistema que el que se peguen entre ellos. Haciendo esto último no molestan a la gente de bien que sabe que las revoluciones es algo que no hay que hacer en ningún caso, que para algo ya lo intentaron ellos y fracasaron.
Además, después de una revolución suele faltar gomina y las tendencias estéticas de la moda decaen una barbaridad. Deben pensar nuestros analistas políticos que no hay nada menos estético que un gritón en un tumulto ni nada más bello que dos jóvenes viriles peleándose. Esos viejos plumillas, viendo la pasión juvenil de la pelea, se acordarán de tiempos mejores, cuando eran ellos los que no peleaban, de cuando la gente no se vendía por tener un tubito de gomina en un armario del cuarto de baño, de cuando la gente que no estuvo en París sí estuvo en París.
Lo peor fue ver en la tele a unos señores tertulianos, más monos que nadie, de entre cincuenta y cinco y sesenta años, decir no ya que no se deberían haber peleado esos jóvenes, sino que no tenían que haber ido a la manifestación. Alguno de ellos recuerdo haberle oído presumir, en debates anteriores, cómo corría delante de los grises ¿Dónde dejaría el pantalón de pana?¿Desde cuándo lleva engominándose el pelo?
Censuraban esos próceres de la comunicación no ya el hecho de la pelea, sino el hecho de la manifestación. El que unos pobres palurdos se pegaran les traía sin cuidado. Pero les ofendía mucho el hecho de que la gente saliera a la calle. Menos mal que viven en uno de los países libres en que la gente menos reivindica y exige del mundo, porque si fueran franceses, a estos veteranos del periodismo les daba una apoplejía.
No obstante, pocos días antes, el de la gomina se le llenaba la boca de alabanzas hacia la actitud de los universitarios venezolanos en contra de la constitución que quiere llevar adelante el presidente Chávez ¿En qué quedamos, son buenas o malos los jóvenes rebeldes?
Estos señores, maestros en defender una idea y la contraria, les mortifica más el hecho de que la gente luche contra el sistema que el que se peguen entre ellos. Haciendo esto último no molestan a la gente de bien que sabe que las revoluciones es algo que no hay que hacer en ningún caso, que para algo ya lo intentaron ellos y fracasaron.
Además, después de una revolución suele faltar gomina y las tendencias estéticas de la moda decaen una barbaridad. Deben pensar nuestros analistas políticos que no hay nada menos estético que un gritón en un tumulto ni nada más bello que dos jóvenes viriles peleándose. Esos viejos plumillas, viendo la pasión juvenil de la pelea, se acordarán de tiempos mejores, cuando eran ellos los que no peleaban, de cuando la gente no se vendía por tener un tubito de gomina en un armario del cuarto de baño, de cuando la gente que no estuvo en París sí estuvo en París.
miércoles, noviembre 21, 2007
Recuerdo que en una entrevista que le hicieron a nuestro más excéntrico escritor, Fernando Arrabal, decía que él algunas mañanas, antes de salir de casa, le gustaba ponerse una molesta china en el zapato, sólo por el fugaz instante de felicidad que le suponía el volver a casa y quitársela.
Esta tarde, Iba yo también a salir de casa, y cuando quiero echar mano de mi cartera, ésta no aparece por ninguna parte. "Me parece que no me voy" Pensé desanimado ante la perspectiva de meterme en un mar de trámites burocráticos para anular la tarjeta de crédito, hacerme nuevas copias del carné de identidad y el de conducir, recuperar direcciones perdidas... Por no hablar de que llevaba veinte euros y que no estamos para perder el dinero, que somos pobres.
Hemos estado dos horas mi chica y yo buscando la cartera y claro, mi chica mientras buscamos me lanza invectivas todas ellas justificadas. Lo que se dice en estos casos "Que si eres un desastre, que si un día vas a perder la cabeza.." A todo esto, yo diciéndome "Si es que soy un desastre, si es que voy a perder la cabeza" Como podéis comprobar, yo soy de los maridos que hacen caso a lo que dicen sus mujeres.
La casa patas arriba. Lo bueno que tienen estas búsquedas es que al final te encuentras con cosas que hace mucho que no ves: un antiguo poema, una fotografía olvidada, objetos preciosos que creíamos haber tirado, cuando las cosas no valían casi nada en comparación a hoy...Pero la cartera no aparece, y esos pequeños instantes de felicidad quedan eclipsados ante el pánico por no encontrarla.
Busca que te busca, y nada. Parece que ha pasado un vendaval por la casa. No sólo no la hemos encontrado, sino que encima me tocará recoger todo el desorden que he generado.
Nos resignamos y ya pienso en reemplazar los antiguos documentos que han viajado a ninguna parte. Ir a la comisaría, esperar colas kilométricas... Me entra un sudor frío de pensarlo. Pero de repente, oigo la dulce voz de mi mujer que dice "Mira , Opo aquí está. Te la habías dejado debajo de un archivador".
Me sentí estúpido, pero a la vez me sentí feliz. Fue entonces cuando me acordé de la anécdota, ficticia o no, que contaba Fernando Arrabal y sólo en ese momento supe el sentido que tenía: a veces la felicidad es la pequeña cosita que sucede después de un tiempo más o menos largo de molestia: una china en el zapato después de llegar a casa o una cartera perdida que amenaza con echarte encima toda la burocracia.
O como decía Benjamin Franklin: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días". Vale.
Esta tarde, Iba yo también a salir de casa, y cuando quiero echar mano de mi cartera, ésta no aparece por ninguna parte. "Me parece que no me voy" Pensé desanimado ante la perspectiva de meterme en un mar de trámites burocráticos para anular la tarjeta de crédito, hacerme nuevas copias del carné de identidad y el de conducir, recuperar direcciones perdidas... Por no hablar de que llevaba veinte euros y que no estamos para perder el dinero, que somos pobres.
Hemos estado dos horas mi chica y yo buscando la cartera y claro, mi chica mientras buscamos me lanza invectivas todas ellas justificadas. Lo que se dice en estos casos "Que si eres un desastre, que si un día vas a perder la cabeza.." A todo esto, yo diciéndome "Si es que soy un desastre, si es que voy a perder la cabeza" Como podéis comprobar, yo soy de los maridos que hacen caso a lo que dicen sus mujeres.
La casa patas arriba. Lo bueno que tienen estas búsquedas es que al final te encuentras con cosas que hace mucho que no ves: un antiguo poema, una fotografía olvidada, objetos preciosos que creíamos haber tirado, cuando las cosas no valían casi nada en comparación a hoy...Pero la cartera no aparece, y esos pequeños instantes de felicidad quedan eclipsados ante el pánico por no encontrarla.
Busca que te busca, y nada. Parece que ha pasado un vendaval por la casa. No sólo no la hemos encontrado, sino que encima me tocará recoger todo el desorden que he generado.
Nos resignamos y ya pienso en reemplazar los antiguos documentos que han viajado a ninguna parte. Ir a la comisaría, esperar colas kilométricas... Me entra un sudor frío de pensarlo. Pero de repente, oigo la dulce voz de mi mujer que dice "Mira , Opo aquí está. Te la habías dejado debajo de un archivador".
Me sentí estúpido, pero a la vez me sentí feliz. Fue entonces cuando me acordé de la anécdota, ficticia o no, que contaba Fernando Arrabal y sólo en ese momento supe el sentido que tenía: a veces la felicidad es la pequeña cosita que sucede después de un tiempo más o menos largo de molestia: una china en el zapato después de llegar a casa o una cartera perdida que amenaza con echarte encima toda la burocracia.
O como decía Benjamin Franklin: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días". Vale.
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martes, noviembre 20, 2007
Madre mía, he estado a punto a ir a la sede de Microsoft aquí en España a invadirla, tomar rehenes y hacer que Bill Gates viniera en persona a pedirme perdón. Os preguntaréis por qué; pues por la misma razón que llevo tres días sin escribir.
Sin que nadie se lo mandase, sin que hubiera maltrato por mi parte, el xp con el que trabajaba empezó a reiniciarse sin ton ni son de forma misteriosa: "actualízalo" Vale "prueba a ver si tienes también los controladores actualizado" En óptimo estado de revista. "¿Has instalado alguna aplicación nueva?" Pues no. "A ver si va a ser de Hardware, que ya está bien de tanto echarle la culpa a Bill Gates". Pues quizá.
Pues quizá me voy a acordar de todas las generaciones su familia desde la que salío de África, las que se pasearon por Europa y las que están haciendo ahora las Américas. Bueno, las Norteaméricas, para mejor decir. Me he quedado sin mucha información por su culpa. Bueno, por su culpa y por la mía, que no la guardé en lugar seguro. ¡Pobrecitos de mis megabytes dónde andarán ahora!¿Habrá allá arriba un cielo de ceros y unos para las víctimas del PC?
El chiste cuenta que si Windows fuera una compañía aérea sería de las más bonitas: aeronaves de bella silueta, azafatas y recargos vestidos con trajes elegantes, lo último en diseño de interiores para la cabina de pasajeros... Sin embargo, el avión, al poco de despegar en medio del cielo azul... ¡boum! Estallaría sin que nadie le tocara ni le hicier nada. Y en medio de un pantallazo (también azul)... nos quedamos los usuarios de Windows explotando también, pero de ira.
Tengo que acudir a opinión más experta que la mía:
"Pásate a Linux" Me dice mi amigo mientras me clava su pupila en mi pupila azul de los pantallazos al Windows. No encuentra nada sospechoso. "Va a ser del contador de Fruzo" En esto de la informática suelo ser bastante autosuficiente, pero siempre que las cosas se tornan graves tengo que acudir a dedos tecladiles más autorizados. Y todos hablan maravillas de ese Sistema Operativo, pero es que ya acostumbrado al Windows...
Instalo el Vista. Jolines, qué bonito. Menudo entorno gráfico. Y qué gama de colores...
¡Kaboum!
¡y qué azul! ¡qué azul más asqueroso!
sábado, noviembre 17, 2007
Una de las frases que más me incomoda es oír a alguien "fulano no tiene personalidad" Pues bien, yo no he conocido a nadie sin personalidad, no siquiera al hombre invisible, que andaba por ahí desquiciado intentando encontrarse a sí mismo.
La gente tiene personalidad, otra cosa es que quieran enseñarla; la gente tiene criterio, otra cosa es que lo diga en reuniones; la gente por dentro puede estar cabreada; otra cosa es que lo exteriorice. Curiosamente, a la persona que más he oído decir "fulano no tiene personalidad" es una que cambia de estilo de ropa con mucha frecuencia, que asume todos los estereotipos de moda y se compra todos los cacharros que el mercado le pueda ofrecer ¿Eso es tenerla? Según su idea, me temo que no. Sin embargo, cosifica a los demás con crueldad, los deshumaniza.
Para mucha gente, el tener personalidad significa ser un poco primitivo; nadie definiría a un vaquero del cine como un ser sin carácter. Por mucha caracartón que fueran en los western John Wayne y Clint Eastwood, aunque más bien hablaran poco, se les definía como tipos de carácter porque mataban a los malos y no tenían dilemas morales de ninguna naturaleza. Gracias a las películas del oeste, las pistolas confieren personalidad; por eso, los héroes de las películas de acción de los ochenta lucían pistolones o metralletas enormes, en un intento de suplir con armamento la carencia de carisma.
Obviamente, todos tenemos personalidad. Podemos tener más o menos carácter, guardarnos mucho o poco de exteriorizar las emociones, pero en ningún momento dejamos de tener personalidad. Sólo creen eso los que cosifican a sus semejantes, que por desgracia hay muchos.
Pueden no tener personalidad los personajes de una película, de un cómic, de una novela, de una obra de teatro porque no todo el mundo sabe crear un personaje con profundidad psicológica, que tenga la apariencia de ser real. Lo que sí está claro que todavía no he conocido a un ser humano desposeído de personalidad.
En fin, que es una frase errónea que me temo seguir escuchando para definir a las personas. Pues vaya cosa.
La gente tiene personalidad, otra cosa es que quieran enseñarla; la gente tiene criterio, otra cosa es que lo diga en reuniones; la gente por dentro puede estar cabreada; otra cosa es que lo exteriorice. Curiosamente, a la persona que más he oído decir "fulano no tiene personalidad" es una que cambia de estilo de ropa con mucha frecuencia, que asume todos los estereotipos de moda y se compra todos los cacharros que el mercado le pueda ofrecer ¿Eso es tenerla? Según su idea, me temo que no. Sin embargo, cosifica a los demás con crueldad, los deshumaniza.
Para mucha gente, el tener personalidad significa ser un poco primitivo; nadie definiría a un vaquero del cine como un ser sin carácter. Por mucha caracartón que fueran en los western John Wayne y Clint Eastwood, aunque más bien hablaran poco, se les definía como tipos de carácter porque mataban a los malos y no tenían dilemas morales de ninguna naturaleza. Gracias a las películas del oeste, las pistolas confieren personalidad; por eso, los héroes de las películas de acción de los ochenta lucían pistolones o metralletas enormes, en un intento de suplir con armamento la carencia de carisma.
Obviamente, todos tenemos personalidad. Podemos tener más o menos carácter, guardarnos mucho o poco de exteriorizar las emociones, pero en ningún momento dejamos de tener personalidad. Sólo creen eso los que cosifican a sus semejantes, que por desgracia hay muchos.
Pueden no tener personalidad los personajes de una película, de un cómic, de una novela, de una obra de teatro porque no todo el mundo sabe crear un personaje con profundidad psicológica, que tenga la apariencia de ser real. Lo que sí está claro que todavía no he conocido a un ser humano desposeído de personalidad.
En fin, que es una frase errónea que me temo seguir escuchando para definir a las personas. Pues vaya cosa.
viernes, noviembre 16, 2007
Comienza el fin de semana y espero poder descansar un poco, porque últimamente no duermo bien. Como buen españolito, me acuesto tarde y me levanto pronto. Según dicen, somos el pueblo que peor duerme de Europa. Parece ser porque nos cuesta conciliar la cultura mediterránea, es decir, vivir la noche, con la jornada laboral impuesta de origen foráneo.
Tradicionalmente, era un valor en nuestro país el no trabajar. De hecho, era un signo de distinción social el acostarse tarde. Eso se reflejaba en nuestra literatura. Calisto, uno de los personajes principales de la Celestina, era un acaudalado galán que por el día holgazaneaba y por la noche zascandileaba. El personaje representaba un modo de hacer de la clase alta de entonces. En España, el trabajo era cosa de pobres y deshonraba al que tenía el hábito. Y dicha costumbre acabó por imponerse a toda la sociedad. Llegó un momento que aquí no trabajaba nadie. De ahí viene nuestro atraso endémico, no trabajaban ni los de arriba ni los de abajo. de esta vagancia tan contagiosa no nos libramos hasta hace cuatro días. Ahora, hay quien nos llama los alemanes del sur. Quién nos lo iba a decir.
Pero quedó el noctambulismo glamoroso de la holgazanería pretérita; y vinieron los horarios del norte; de tal conjunción devino el fatal insomnio español. Tal vez por eso el gobierno invierte poco en planificación y desarrollo ¿para qué, si el pueblo está tan adormilado que no puede rendir intelectualmente? Por que ésa es otra: estudios revelan que el poco dormir menoscaba el intelecto. "Del poco dormir y mucho leer se le secó el cerebro" dice nuestro Cervantes refiriéndose a su gran héroe. O sea, que tanto hablar que si la tauromaquia, y las sevillanas y resulta que en este país la verdadera tradición ancestral va a ser el noctambulismo. Tal vez, por eso, Unamuno, preocupado por las pocas horas de sueño de lo españoles dijera aquello de "que inventen ellos". Realista que era el sabio.
Quién diría que en un país tan luminoso iba a haber tantas criaturas de la noche. Me dice un amigo que vive en Italia, que pese a nuestra aproximación cultural con ellos, ni tienen la costumbre de ir a tomar cañas a las dos de la tarde, ni mucho menos está generalizado lo de tomar cubatas por la noche. Ni por los alemanes, ni por otras gentes del norte, pregunto. De toda Europa vienen en verano, pero no por el sol; lo hacen por la luna, por los lunáticos y las lunáticas.
La noche es de la gente ociosa y el día de la gente trabajadora. Si no, que se lo pregunten a esos laboriosos inmigrantes que van el vagón de metro que todavía no saben lo que es la marcha a la luz del neón. Mientras, nosotros, temerosos de que se nos pase la parada donde nos tenemos que bajar, vivimos en esa contradicción legañosa de portarnos como un europeo de día y un español por la noche.
En fin. Tengo mucho sueño. Pero no por salir hasta tarde. Duermo poco porque soy... Un patriota.
jueves, noviembre 15, 2007
Muchas veces he oído a los políticos, o incluso a los periodistas, que son distintos perros pero del mismo amo que los anteriores, acusar a alguien diciendo que tal o cual argumento es demagógico, que tal cosa es irrealizable. Por ellos, los políticos de hoy en día tienen suerte: a nada que les pidamos cosas difíciles, dicen que no lo pueden conseguir y el que diga lo contrario cae en el populismo. Por eso la mala prensa que tienen los gobiernos populistas. Chávez, Ortega y Morales son atacados una y otra vez por caer constantemente en populismo, es decir, regalar los oídos a las masas. Leo por ahí que alguna cosa buena están haciendo, pero no es políticamente correcto el decirlo. Afortunadamente yo puedo, porque ser pequeño, a veces , da más libertad de movimientos.
Ahora la moda que impera dentro de la clase política es que las promesas sólo en época de elecciones. El resto del tiempo, inauguraciones, banquetes y poco más. Pero quieren llegar todavía hacer menos. Por lo pronto, hoy es buen político el que gestiona poco, y por si eso no fuera suficiente, quieren que llegue el día en que no tengan que tener responsabilidad sobre nada: si se hace falta un hospital, que lo administren las constructoras, que de sanidad saben mucho; si se manda al país a una guerra, concesión al canto a una oscura corporación que pone al servicio mercenarios y que maten esos civiles que no se dejan invadir; si la gente se queja del servicio de telefonía, se privatiza y que se encarguen siniestras subcontratas de su soporte, para que se quejen más todavía. Hoy, sin ir más lejos, me he desayunado con la noticia de que nuestro insigne alcalde don Alberto Ruiz Gallardón tiene la intención de privatizar el servicio de concesión de licencias de apertura de locales. Como ha habido unos cuantos funcionarios corruptos en el departamento, él, en lugar de asumir la responsabilidad por la mala gestión, lo que hace es privatizar el servicio ¿No es acaso esa decisión el reconocimiento implícito de que lo ha hecho rematadamente mal? "como soy un irresponsable, dejo en manos lo de las licencias a un empresario amiguete, que es gente seria y sólo piensa en el bien del ayuntamiento"
¿Qué hará nuestro señor alcalde, cuando se quede sin funcionarios ni buenos ni malos a los que mandar?
Yo prefiero los políticos de antes, que te prometían el oro y el moro y cuando la pifiaban no llamaban a sus primos de Zumosol los empresarios y privatizaban para así eludir responsabilidades. Tenían otra forma de eludirlas, pero eso es otra historia. Por lo menos quedaba en la ciudadanía el rayito de esperanza de que el mundo podía ir mejor. Ahora, el horizonte son unas hordas de subcontratas que vienen a arrasar nuestra nómina de fin de mes.
No me creo yo que esa empresa que va a gestionar las licencias vaya a renunciar a los pingües beneficios que antes se llevaban los malvados funcionarios. Lo que antes se llevaba el corrupto funcionario, ahora será un limpio balance. De dinero "b" pero limpio, al fin de al cabo.
Nuestro alcalde acude a otros para que hagan lo que él no ha hecho bien. Muchos le aplaudirán, pero yo no. Si eso no es reconocer incompetencia, yo no sé qué lo es.
A nuestro alcalde lo que en verdad le gusta es visitar colosales obras de ingeniería civil recién hechas, obras que por cierto le han hecho los compinches que están deseando que no deje de privatizar para que presuma ante la ciudadanía. Pero se le puede acabar el chollo: Llegará un día que sus compadres privaticen el servicio de los funcionarios que inauguran y una pobre estríper, contratada por una ETT, cortará la cinta y después hará el numerito de la barra ante los orgullosos ciudadanos, que veremos esto como un signo inequívoco de modernidad.
El sentido común se confunde con la demagogia, y es de sentido común que el ciudadano pida lo imposible para que lo bueno se haga posible. Pero de momento, todo el mundo calla.
Ahora la moda que impera dentro de la clase política es que las promesas sólo en época de elecciones. El resto del tiempo, inauguraciones, banquetes y poco más. Pero quieren llegar todavía hacer menos. Por lo pronto, hoy es buen político el que gestiona poco, y por si eso no fuera suficiente, quieren que llegue el día en que no tengan que tener responsabilidad sobre nada: si se hace falta un hospital, que lo administren las constructoras, que de sanidad saben mucho; si se manda al país a una guerra, concesión al canto a una oscura corporación que pone al servicio mercenarios y que maten esos civiles que no se dejan invadir; si la gente se queja del servicio de telefonía, se privatiza y que se encarguen siniestras subcontratas de su soporte, para que se quejen más todavía. Hoy, sin ir más lejos, me he desayunado con la noticia de que nuestro insigne alcalde don Alberto Ruiz Gallardón tiene la intención de privatizar el servicio de concesión de licencias de apertura de locales. Como ha habido unos cuantos funcionarios corruptos en el departamento, él, en lugar de asumir la responsabilidad por la mala gestión, lo que hace es privatizar el servicio ¿No es acaso esa decisión el reconocimiento implícito de que lo ha hecho rematadamente mal? "como soy un irresponsable, dejo en manos lo de las licencias a un empresario amiguete, que es gente seria y sólo piensa en el bien del ayuntamiento"
¿Qué hará nuestro señor alcalde, cuando se quede sin funcionarios ni buenos ni malos a los que mandar?
Yo prefiero los políticos de antes, que te prometían el oro y el moro y cuando la pifiaban no llamaban a sus primos de Zumosol los empresarios y privatizaban para así eludir responsabilidades. Tenían otra forma de eludirlas, pero eso es otra historia. Por lo menos quedaba en la ciudadanía el rayito de esperanza de que el mundo podía ir mejor. Ahora, el horizonte son unas hordas de subcontratas que vienen a arrasar nuestra nómina de fin de mes.
No me creo yo que esa empresa que va a gestionar las licencias vaya a renunciar a los pingües beneficios que antes se llevaban los malvados funcionarios. Lo que antes se llevaba el corrupto funcionario, ahora será un limpio balance. De dinero "b" pero limpio, al fin de al cabo.
Nuestro alcalde acude a otros para que hagan lo que él no ha hecho bien. Muchos le aplaudirán, pero yo no. Si eso no es reconocer incompetencia, yo no sé qué lo es.
A nuestro alcalde lo que en verdad le gusta es visitar colosales obras de ingeniería civil recién hechas, obras que por cierto le han hecho los compinches que están deseando que no deje de privatizar para que presuma ante la ciudadanía. Pero se le puede acabar el chollo: Llegará un día que sus compadres privaticen el servicio de los funcionarios que inauguran y una pobre estríper, contratada por una ETT, cortará la cinta y después hará el numerito de la barra ante los orgullosos ciudadanos, que veremos esto como un signo inequívoco de modernidad.
El sentido común se confunde con la demagogia, y es de sentido común que el ciudadano pida lo imposible para que lo bueno se haga posible. Pero de momento, todo el mundo calla.
miércoles, noviembre 14, 2007
Resulta que mis compañeros de infancia, esos locos agentes secretos cumplen cincuenta años. Y lo poco que han envejecido. Siguen igual, el uno con la levita negra y el otro con su pantalón rojo y su pajarita, que parece que los ha asesorado en el vestir Jaime de Marichalar, que ahora está atravesando horas bajas, el pobre. Me imagino que ahora no le importaría ser un personaje de historieta.
Decir Mortadelo y Filemón es apelar a la memoria de varias generaciones de españoles (¡Cáspita, ahora parezco un político!) que nos hemos reído con ellos en el tiempo libre que nos dejaba la escuela. En mi caso particular, los tebeos de Mortadelo y Filemón equivalen a las vacaciones de verano, cuando me los llevaba para leerlos a la orilla de la piscina, del río o mientras papá y mamá se echaban la siesta. Fueron la antesala por la que pasé antes de llegar a los libros sin dibujos y desde luego, sin su contribución es dificil que yo hubiese llegado a amar la cultura con mayúsculas, pues fueron mis primeros manuales de aprendizaje en la lectura.
De esos tebeos se puede decir que deleitaban enseñando, aunque suene a barbaridad; primero porque la risa es deleite y segundo, porque nos enseñaron a no tener miedo a las páginas impresas, a las letras.
Al gran Francisco Ibáñez le podríamos reprochar que alguna vez se repitiera, pero jamás perdió un ápice de frescura en su humor sencillo pero no por ello menos genial. A mi juicio, con el tiempo, cuando se fue tomando más libertades, cuando fue adquiriendo mayor soltura, se hizo mejor dibujante y humorista si cabe, cosa que tiene más mérito todavía si pensamos que era un trabajador casi estajanovista.
Las cosas buenas permanecen en el tiempo. Nunca le agradeceremos bastante, recontracorcho, los buenos ratos que nos ha hecho pasar a los miles que le hemos leído.
Y que cumplan los tres otros cincuenta años
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Recontracorcho,
ya cincuenta años
martes, noviembre 13, 2007
Una cosa que jamás entenderé de los enólogos es que cómo pueden decir que adoran el vino, si después de beberlo lo escupen ¿Habrá mayor felonía que ésa? En mis tiempos de alocado adolescente sí que hacíamos rendido homenaje al vino. Apurábamos hasta la hez. Eso sí que es respeto por el vino y no el proyectarlo a una escupidera. Claro que, por otro lado, lo mezclábamos con refresco de Cola y hielo. Cuando se lo conté a un amigo mío aficionado a la gastronomía, no tuvo recato en decirme: "macho, entre el vino peleón y el refresco, debes tener atrofiadas las papilas gustativas para siempre" y hombre, tan atrofiadas no las tengo. Yo creo que gusto por el buen vino me hubiera quedado aunque hubiera estado bebiendo gasolina.
Yo soy de los que opinan que, al igual que un vino de crianza sabe mejor que el vino de cartón, un vino de crianza con gaseosa sabe mejor que el vino de cartón con gaseosa. De perogrullo. Sé que muchos me llamarán hereje por decir esto,o cosas peores, pero tiempos vendrán en que la Casa de Aguas de Vichy hagan una gaseosa especial para acompañar a los Riojas y otra creada especialmente para mezclarse con los Riberas del Duero. Y que algún enólogo diga algo así: "la gaseosa Pitusa, de fina aguja, con esencia de limones del alto Júcar, ofrece al Chateau Lafitte una sinfonía de sabores mediterráneos que alegra las sobrios matices borgoñones del Chardonnay. Los taninos bailan en la boca al compás de las graciosas fragancias limoneras: el caballero francés se entusiasma con la chispeante muchacha española y bailan en una agraciada alfombra de papilas gustativas".
Y una vez acabado el baile, a escupirlo. No hay derecho.
Por eso creo que los que han perdido respeto al vino son los propios enólogos. Los hay que se confiesan abstemios, cosa que es una enorme contradicción, como el acto de escupir una cosa que se supone que gusta. No me quiero ni imaginar las maldiciones que soltarían por la boca esas pobres gentes hambrientas de España viendo cómo hay señores que malgastan vino para someterlo a examen. Pobre de esa gente que, en tiempos pretéritos, concedía al vino la misma importancia que el pan o tal vez más, siendo lo básico para sobrevivir más que para vivir. Por cierto, tampoco me gustan los exámenes
In vino veritas. En estos tiempos que corren tan hipócritas y mentirosos no es extraño que la gente no se alarme porque se escupa el vino. Quizás es porque parece un rito de homenaje a los dioses de nuestro tiempo: la diosa mentira y el dios del derroche. Y en la entrada del figurado templo un cartel que dijera "En mi boca la verdad no esté y lo que desperdicio a nadie aproveche"
Baco, ¿te vienes y nos hacemos un calimocho?
lunes, noviembre 12, 2007
Pese a que siempre he sido un voraz lector, jamás he tenido, ni tengo, una gran biblioteca en mi casa. De tal cosa se extraña mucha gente, pues todo aquél que se tenga por culto ha de tener una buena colección de libros. Sin embargo, yo no la tengo, pese a que algo de cultura he conseguido gracias, en primer lugar, al interés de mis padres en que yo estudie, y también gracias a mi predisposición libresca.
No tengo tomos y lomos en mi casa porque yo siempre he acudido a las que el municipio ha puesto al servicio del pueblo. En ellas no me ha sido difícil encontrar a los clásicos, así como obras de consulta y manuales. Prácticamente, en mi vida de estudiante, no he comprado ningún manual . Y todo es debido a que el ayuntamiento de mi municipio puso a mi alcance todos los que necesitaba. Sólo tenía que saber buscar.
Mucha gente presume de poseer veinte, treinta o cuarenta mil volúmenes, en estanterías que invaden prácticamente toda la casa ¿Pero no quedamos en que el saber no ocupa lugar? ¿Para qué tal acumulación , si en las bibliotecas públicas los hay que llevan años esperando al siguiente lector? Muchos montan estanterías en su casa para llenarlas de papel porque los tomos gordos visten muy bien una casa, deslumbran al visitante y el anfitrión se hincha como un pavo real, como si realmente se los hubiera leído todos. Pero no nos engañemos, los libros, al igual que los cuadros, son objetos de colección y sus dueños sólo los quieren por su valor material y porque confieren prestigio social. Dicen que el varón Thyssen no entendía de pintura, pero sí de economía, y que lo segundo primaba más que lo primero en su pinacoteca; igual pasa con las biliotecas. Se puede tener una valiosa colección siendo prácticamente analfabeto.El saber que vale es el que está en la cabeza y no en las estanterías; por muy llenas que éstas ultimas se tengan, tanto da si no se alimentan las neuronas con su contenido.
Alguien dijo que "una casa sin biblioteca es una casa sin dignidad", pero yo lo cambiaría por "un municipio sin bibliotecas es un municipio sin dignidad" porque para mí siempre el bien colectivo siempre ha sido más importante que el bien individual y porque yo he podido satisfacer toda mi curiosidad gracias a la que hay en mi barrio, sin necesidad de gastarme fortunas en libros ni llenar de estanterías mi casa. Decían los egipcios que son los tesoros de los remedios del alma y yo, que lucho contra el feroz individualismo, hago esta loa que sirve de agradecimiento para esos botiquines del espíritu, al alcance de mayores y pequeños, que son esos maravillosos centros públicos del saber.
domingo, noviembre 11, 2007
domingo, noviembre 11, 2007
Después de leer a Machado, muchos podrían creer que Castilla es la tierra de los hombres sin sueños, de los apegados al terruño, de cabezas huecas como los troncos de los álamos muertos que con pena se pueden contemplar si vais por algunos campos de Castilla.
Ayer, un poeta, al que ya dediqué una entrada, fue protagonista de un hecho insólito: presentó un libro en un local prestado por el ayuntamiento de un pueblo de la serranía castelllana y acudió una gran suma de gente a verle. Acompañándole a la lectura de sus poemas estaba, a la guitarra, Fernando, componente del grupo Nuevo Mester de Juglaría, que con su grandeza, tanto física como artística, llenó el acto de sonrisas y de bondad.
Y qué decir del poeta. Un hombre sensible, con el corazón lleno de nostalgia de los campos, de la infancia, de las tradiciones; un progresista que quiere conservar sus raíces y su memoria por contradictorio que esto pueda parecer. Los humanos nos debemos reservar el derecho a vivir con nuestras propias contradicciones. Él, con sus sesenta años recién cumplidos, nos narraba una forma de vida que ya había desaparecido. La que conoció de niño. Nos regaló con una visión de la naturaleza como sólo un niño de pueblo puede hacerlo, imposible para los ojos de un urbanita, que sólo se puede conformar con imaginar. Qué grandioso ver cómo un hombre de sesenta años presenta al niño que fue a un auditorio de gente extraña y adulta, con lo amigos que son la gente de esa condición a juicios de valor y menoscabos subsiguientes.
Pero en contra de lo que sospechaba este humilde opositor, el auditorio enjuiciador escuchaba con respeto al rapsoda y al cantante. Las notas de la guitarra más la voz a veces afligida del poeta causaban una sensación de respeto absoluto sólo mancillado por los insolentes pero afortunadamente amortiguados ruidos de motores que esporádicamente merodeaban maleducados por la sala . Y de repente, el auditorio adulto se volvieron cien mil niños: las lágrimas brotaron, el pulso se aceleró. Un público tan niño como el poeta de la nostalgia se entregó al calor maternal de la poesía. Y fuera del recinto era noviembre y el sábado por la noche ocurrió el acto más insólito de la serranía castellana. Más que encontrarse en una de las curvas de esa sierra a la autoestopista de la curva, fíjese usted. Ayer ví cómo todo un auditorio de castellanos viejos, se convertían en niños escuchando la poesía de la nostalgia. Y quién me dice a mí que no fue una maravilla que ríase usted de fantasmas y aparecidos.
Después de leer a Machado, muchos podrían creer que Castilla es la tierra de los hombres sin sueños, de los apegados al terruño, de cabezas huecas como los troncos de los álamos muertos que con pena se pueden contemplar si vais por algunos campos de Castilla.
Ayer, un poeta, al que ya dediqué una entrada, fue protagonista de un hecho insólito: presentó un libro en un local prestado por el ayuntamiento de un pueblo de la serranía castelllana y acudió una gran suma de gente a verle. Acompañándole a la lectura de sus poemas estaba, a la guitarra, Fernando, componente del grupo Nuevo Mester de Juglaría, que con su grandeza, tanto física como artística, llenó el acto de sonrisas y de bondad.
Y qué decir del poeta. Un hombre sensible, con el corazón lleno de nostalgia de los campos, de la infancia, de las tradiciones; un progresista que quiere conservar sus raíces y su memoria por contradictorio que esto pueda parecer. Los humanos nos debemos reservar el derecho a vivir con nuestras propias contradicciones. Él, con sus sesenta años recién cumplidos, nos narraba una forma de vida que ya había desaparecido. La que conoció de niño. Nos regaló con una visión de la naturaleza como sólo un niño de pueblo puede hacerlo, imposible para los ojos de un urbanita, que sólo se puede conformar con imaginar. Qué grandioso ver cómo un hombre de sesenta años presenta al niño que fue a un auditorio de gente extraña y adulta, con lo amigos que son la gente de esa condición a juicios de valor y menoscabos subsiguientes.
Pero en contra de lo que sospechaba este humilde opositor, el auditorio enjuiciador escuchaba con respeto al rapsoda y al cantante. Las notas de la guitarra más la voz a veces afligida del poeta causaban una sensación de respeto absoluto sólo mancillado por los insolentes pero afortunadamente amortiguados ruidos de motores que esporádicamente merodeaban maleducados por la sala . Y de repente, el auditorio adulto se volvieron cien mil niños: las lágrimas brotaron, el pulso se aceleró. Un público tan niño como el poeta de la nostalgia se entregó al calor maternal de la poesía. Y fuera del recinto era noviembre y el sábado por la noche ocurrió el acto más insólito de la serranía castellana. Más que encontrarse en una de las curvas de esa sierra a la autoestopista de la curva, fíjese usted. Ayer ví cómo todo un auditorio de castellanos viejos, se convertían en niños escuchando la poesía de la nostalgia. Y quién me dice a mí que no fue una maravilla que ríase usted de fantasmas y aparecidos.
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Reunión increíble para estos tiempos
sábado, noviembre 10, 2007
Recuerdo que había unos cromos con los personajes de Hannah Barbera, unas golosinas llamadas Petas Zetas que picaban en la boca, el sabor del Phoskitos de un recreo de cuando tenía ocho años, las bicicross BH verdes y blancas, una sudadera horrible verde y naranja de la marca karhu , la BH de paseo rosa, unos sobres de soldaditos que se llamaban Monta-man, el sabor con esencia de limón de la gaseosa Pitusa que yo bebía en casa de mis abuelos, las cerillas de Fosforera española que se encendían en el terrazo, las galletas María Fontaneda con las que hice una plasta y que luego tiró mi madre por ser una especie de engrudo incomible, la Biblia de mi tío era de las ediciones paulinas, dos Chrysler 180, uno dorado y el otro blanco, el primer diccionario que me regalaron era Kapelusz, mis vaqueros marrones claros Wrangler, el coche que conducía el humorista Pedro Ruiz cuando hacía de taxista era un Renault 9 GTS, que la tapicería del Dyane 6 amarillo de mis tíos era de listas marrones y naranjas, que la primera vez que olí un ambientador de pino fue en el Citroën GS de mi tío Juan, que mi tío Miguel fumó en una cumpleaños cigarrillos Lola, que el 850 se mi tío Mariano llevaba un San Cristobal, que el asador donde se celebró la comunión de mis hermanos y mía se llamaba Manrique, que la tarta que nos pusieron era charlota, el primer cogarrillo que me fumé era Dunhill comprado en Andorra, que rompí tres botellas de Long Jhon, los tebeos que me gustaban eran Don Miki y Copito, el insecticida Raiz que mi abuela echaba cuando había muchas moscas, los puros Don Álvaro que fumaba mi abuelo, las gafas Carrera de mi tío Paco y mi tío Rafa, el balón Tango que le regalaron a mi compañero Jose María, el Palé que sacó Cefa, el Monopoly, juegos reunidos Geyper, tenemos chica nueva en la oficina, se llama Farala y es divina, el spectrum, las cartas de Heraclio Fournier con las que jugábamos al cinquillo, el reloj Casio con calculadora de mi primo miguel, la colonia agua Brava de mi abuelo, la colonia varón Dandy de mi otro abuelo, la maquinilla Wilkinson de mi padre, el polo Benetton de mi hermana, sus cartas de Snoopy, la Super Pop de Henar, el Super López de Gabriel.
Por no hablar de un Simca 1200 verde y luego rojo, Talbot Solara GL blanco, dos televisores y una radio Grundig, una lavadora Agni, un friforífico White westinghause y fognes de Teka.
Vi en el cine una de Popeye en sesión matinal, mi tío volvía de Londres hablando de los Cereales de los desayunos ingleses, el pastel de carne que nos trajo, el sabor de la hostia consagrada, los vaquero gastados y sucios de Tomás, All That She wants, de Ace of base sonaba en la radio cuando, de vuelta a casa de las vacaciones, estaba pensando, cabreado, en las tres de las que tenía que examinarme; diceciséis litros de vino consumidos en menos de tres horas, hacer autoestop porque todos los de tu pueblos ya se han ido, la tercera declincación del latín, yo, mí, me, contigo, las pancetas, las litronas y el calimocho, los juncos, las eras, el medallón de Sara, su desmayo, los capones comprados vivos y matados después por mi abuela, el pan de mollete, los huevos que saben a huevos, el tomate que sabe a tomate y el cordero lechal que sabe a gloria y no a cordero, la emisora de radioaficionado de Julio y Ricardo, la ropa negra de Susana, el potito de Miguel que yo me comí.
De la enciclopedia Tristopedia, datos inútiles, recuerdos emocionados y alguna que otro almacenamiento inútil por un excesivo consumo de publicidad.
Por no hablar de un Simca 1200 verde y luego rojo, Talbot Solara GL blanco, dos televisores y una radio Grundig, una lavadora Agni, un friforífico White westinghause y fognes de Teka.
Vi en el cine una de Popeye en sesión matinal, mi tío volvía de Londres hablando de los Cereales de los desayunos ingleses, el pastel de carne que nos trajo, el sabor de la hostia consagrada, los vaquero gastados y sucios de Tomás, All That She wants, de Ace of base sonaba en la radio cuando, de vuelta a casa de las vacaciones, estaba pensando, cabreado, en las tres de las que tenía que examinarme; diceciséis litros de vino consumidos en menos de tres horas, hacer autoestop porque todos los de tu pueblos ya se han ido, la tercera declincación del latín, yo, mí, me, contigo, las pancetas, las litronas y el calimocho, los juncos, las eras, el medallón de Sara, su desmayo, los capones comprados vivos y matados después por mi abuela, el pan de mollete, los huevos que saben a huevos, el tomate que sabe a tomate y el cordero lechal que sabe a gloria y no a cordero, la emisora de radioaficionado de Julio y Ricardo, la ropa negra de Susana, el potito de Miguel que yo me comí.
De la enciclopedia Tristopedia, datos inútiles, recuerdos emocionados y alguna que otro almacenamiento inútil por un excesivo consumo de publicidad.
jueves, noviembre 08, 2007
»Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros(...)Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos (...)Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos(...)¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato?
La que habla es Marcela, una pastora que conoció don Quijote al poco de empezar sus aventuras. Cervantes, en la primera parte del libro intercalaba historias, puesto que le pagaban "al peso" y por eso daba a la imprenta todo el material que tenía, que de dineros nuestro genial autor andaba escaso. Lo que ganaría hoy sólo de dar conferencias. Pensemos las fortunas que ganan gente con menos sesera y talento que él. Se equivocó de tiempo nuestro más honrado escritor y tal vez de los más pobres.
Me estoy releyendo el Quijote, y confieso que no me acordaba de la pequeña historia de Marcela que hay intercalada en él. Resumiendo, lo que pasa a Marcela es lo siguiente:
Ella es una mujer hermosa que enamora a todos los que la ven. Pero también es una persona difícil, pues rechaza a todos los que se declaran a ella. Entre ellos, Grisóstomo, que siendo mucho más visceral que el resto, al verse despechado por Marcela, termina por suicidarse. Todos se ponen en contra de Marcela por este hecho, pero ella se defiende con las palabras que he puesto al principio de esta bitácora. Por cierto, Don Quijote dice como colofón que quien se le ocurra agredirla, tendrá que pasar antes por él.
Recordé que en mi adolescencia ha habido alguna Marcela que otra antes de que me llegara mi doña Inés, y recuerdo que me lo tomaba casi tan mal como Grisóstomo "¿Cómo era posible este rechazo? ¡Yo no merezco tal afrenta!¿Por qué él sí y yo no?". Es una lástima que entonces, que ya había leído el episodio de Marcela, no hubiera captado el sentido de la historia, y me hubiera tomado el desengaño amoroso con más flema y menos cabreo. Claro que, cuando tienes diecisiete años, una de las palabras más difíciles de digerir es el "no". "Queremos todo y lo queremos ahora" Que diría Jim Morrison.
Pero Marcela tenía razón. Cervantes, con ella, pone a las mujeres en su sitio. Marcela es un ser libre, que tiene derecho a elegir con quién estar y a rechazar a quien le venga en gana, pues no está obligada por su hermosura. El amar no significa tener derecho a ser amados y lo que ahora es de perogrullo, que las mujeres eligen libremente, en tiempos de Cervantes no lo era tanto, pues se tenía a la mujer como una propiedad más y el libre albedrío era cosa de hombres.
Marcela, al final de su parlamento, anuncia su intención de quedarse para vestir santos para siempre. Pues tú te lo pierdes, hija. El no por sistema nunca fue bueno; ni tanto ni tan calvo. Pero en definitiva, es su elección, con la cual, Cervantes deja al lector con pocos argumentos para la discrepancia. Ni al lector de entonces ni mucho menos al de ahora, testigos como somos de la primera emancipación de la mujer que se ha dado en la historia.
miércoles, noviembre 07, 2007
Últimamente me encuentro un poco cansado y tal vez por eso no escribo los artículos con la misma soltura que antes; creo que es por culpa de mi nueva adicción, que me está quitando la vida poco a poco y amenaza con arruinar mi entendimiento para siempre.
Estoy haciendo un esfuerzo intelectual bastante importante, y eso se nota a la hora de escribir. Estudio a escondidas, y tengo las neuronas tan cansadas que cada vez me cuesta más disimular. Menos mal que ya no las someto a la tensión, como antaño, de morir ahogadas por una ingesta de alcohol excesiva. Muchas murieron en letales baños de fin de semana. Algo hemos ganado, chicas.
Pero debería consultar en Internet si el estudio es causa de asesinato cruel de neuronas. Debe ser así, porque cada día me noto más desneuronado. No debería continuar con esta actitud tan irresponsable de estudiar tanto, pues estoy por la preservación de las especies en vías de extinción, como mis neuronas. Estudiar debería estar prohibido por ley y perseguido por nuestras fuerzas policiales.
Mi hermana es, por culpa del estudio, la oveja negra de la familia. Mira que la dijimos: "No estudies tanto, no estudies tanto" y al final, se ha sacado dos carreras. Además, tiene dos hijos y un brillante porvenir. Su actitud irresponsable ha sido objeto de desvelos por parte de mis padres y de honda preocupación de toda la familia en general. Mi mujer, tres cuartos de lo mismo: media de sobresaliente en la carrera. A pesar de todo, yo la perdoné y con fuerza de voluntad pudo volver al camino recto.
Y ahora que están recuperadas para la sociedad, yo caigo en el nefando vicio. Yo, que no lo he hecho nunca, que siempre me he mantenido apartado, que jamás he caído en la tentación, y eso que me ofrecían a diestro y siniestro: "deberías ponerte. En la biblioteca hay un rincón en el que podrás pasar desapercibido; ya verás como luego te sientes mejor" Me decían mis compañeros de carrera. Yo, sin embargo, nunca cedí, y gracias a eso, pude dejar completo mi equipo neuronal para las orgías de alcohol.
¿Cómo le diré a los míos que he caído en las garras del estudio y el esfuerzo? ¡Con lo que he sido! Mi chica sospecha algo. Si es que soy un iluso...¿Cómo se pueden justificar ante tu pareja las cuarenta o más horas que paso a la semana delante de los libros? Mi chica ve que todas las tardes llego a casa mareado, balbuceando palabras sin sentido. Cada vez es más difícil disimular. Digo que me he tomado unas cervezas con los amigos, pero creo que ya no me cree. Algún día tendré que confesar la verdad. Espero que sepa perdonarme.
Quiero desengancharme, pero no veo cómo. Odio mis apuntes, pero una fuerza poderosa me atrae a ellos. No sé qué hacer. A algunos les han dado el Nobel por esto. No quiero que a mí me pase lo mismo.
¡Quién me iba a decir que con los años iba a acabar así!
Estoy haciendo un esfuerzo intelectual bastante importante, y eso se nota a la hora de escribir. Estudio a escondidas, y tengo las neuronas tan cansadas que cada vez me cuesta más disimular. Menos mal que ya no las someto a la tensión, como antaño, de morir ahogadas por una ingesta de alcohol excesiva. Muchas murieron en letales baños de fin de semana. Algo hemos ganado, chicas.
Pero debería consultar en Internet si el estudio es causa de asesinato cruel de neuronas. Debe ser así, porque cada día me noto más desneuronado. No debería continuar con esta actitud tan irresponsable de estudiar tanto, pues estoy por la preservación de las especies en vías de extinción, como mis neuronas. Estudiar debería estar prohibido por ley y perseguido por nuestras fuerzas policiales.
Mi hermana es, por culpa del estudio, la oveja negra de la familia. Mira que la dijimos: "No estudies tanto, no estudies tanto" y al final, se ha sacado dos carreras. Además, tiene dos hijos y un brillante porvenir. Su actitud irresponsable ha sido objeto de desvelos por parte de mis padres y de honda preocupación de toda la familia en general. Mi mujer, tres cuartos de lo mismo: media de sobresaliente en la carrera. A pesar de todo, yo la perdoné y con fuerza de voluntad pudo volver al camino recto.
Y ahora que están recuperadas para la sociedad, yo caigo en el nefando vicio. Yo, que no lo he hecho nunca, que siempre me he mantenido apartado, que jamás he caído en la tentación, y eso que me ofrecían a diestro y siniestro: "deberías ponerte. En la biblioteca hay un rincón en el que podrás pasar desapercibido; ya verás como luego te sientes mejor" Me decían mis compañeros de carrera. Yo, sin embargo, nunca cedí, y gracias a eso, pude dejar completo mi equipo neuronal para las orgías de alcohol.
¿Cómo le diré a los míos que he caído en las garras del estudio y el esfuerzo? ¡Con lo que he sido! Mi chica sospecha algo. Si es que soy un iluso...¿Cómo se pueden justificar ante tu pareja las cuarenta o más horas que paso a la semana delante de los libros? Mi chica ve que todas las tardes llego a casa mareado, balbuceando palabras sin sentido. Cada vez es más difícil disimular. Digo que me he tomado unas cervezas con los amigos, pero creo que ya no me cree. Algún día tendré que confesar la verdad. Espero que sepa perdonarme.
Quiero desengancharme, pero no veo cómo. Odio mis apuntes, pero una fuerza poderosa me atrae a ellos. No sé qué hacer. A algunos les han dado el Nobel por esto. No quiero que a mí me pase lo mismo.
¡Quién me iba a decir que con los años iba a acabar así!
martes, noviembre 06, 2007
He visto un anuncio de Peugeot que me ha quitado las ganas de comprarme coches de esa marca para toda la vida. Más o menos vienen a decir que no creamos que van a venir pronto los coches que no anden con derivados del petróleo, que es una utopía. Ya estamos otra vez arremetiendo contra la utopía ¿Qué tiempos son éstos, que no paran de prevenirnos por la tele, la radio, los libros e Internet de tan dañino concepto? ¿Cómo puede ser malo lo que no existe?¿Por qué tienen tanto miedo a la utopía? ¿Temen no vender más coches si son utópicos? Eso me preguntaba yo mientras el anuncio me mostraba la nueva gama de vehículos Diesel que por lo visto desean seguir fabricando muchos años más.
Y mientras, el petróleo se acaba y cuando se termine si será una fantasía que la firma Peugeot siga vendiendo coches. Se estima que queda petróleo para cincuenta años. Entonces, supongo, sí que lamentarán no haber perseguido el realizar unas cuantas ideas necesarias.
Vaya tiempos los que corren en los que los sueños tienen mala prensa y una firma de coches se ríe de ellos. Menos mal que los hombres del XIX no pensaban así. Si no hubieran creído en el progreso ni en la esperanza, ahora estaríamos en casas sin luz, sin música, sin electrodomésticos; ni mucho menos tendríamos coches a la puerta. Y no harían falta las deslocalizaciones a otras latitudes, porque los hombres realistas de esta parte del globo no verían la necesidad de hacer huelga y decidirían seguir trabajando doce horas diarias de lunes a sábado. Y sus hijos también. ¿Qué es eso de escolarizar a los niños? ¡Una utopía!
En el anuncio de Peugeot se presenta a los utópicos como científicos locos y descerebrados a la búsqueda de mecanismos imposibles de los que hay que reírse. Tan locos como Anatole France, que además es tan francés como la firma de coches y que un día dijo: "La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor". Pero claro, Anatole France nació en 1844, es decir, cuando nacían franceses que soñaban y no se reían de las utopías.
Si en el país de los sueños ya nadie los tiene, no sé yo dónde iremos a parar
¿Alguna idea?
Y mientras, el petróleo se acaba y cuando se termine si será una fantasía que la firma Peugeot siga vendiendo coches. Se estima que queda petróleo para cincuenta años. Entonces, supongo, sí que lamentarán no haber perseguido el realizar unas cuantas ideas necesarias.
Vaya tiempos los que corren en los que los sueños tienen mala prensa y una firma de coches se ríe de ellos. Menos mal que los hombres del XIX no pensaban así. Si no hubieran creído en el progreso ni en la esperanza, ahora estaríamos en casas sin luz, sin música, sin electrodomésticos; ni mucho menos tendríamos coches a la puerta. Y no harían falta las deslocalizaciones a otras latitudes, porque los hombres realistas de esta parte del globo no verían la necesidad de hacer huelga y decidirían seguir trabajando doce horas diarias de lunes a sábado. Y sus hijos también. ¿Qué es eso de escolarizar a los niños? ¡Una utopía!
En el anuncio de Peugeot se presenta a los utópicos como científicos locos y descerebrados a la búsqueda de mecanismos imposibles de los que hay que reírse. Tan locos como Anatole France, que además es tan francés como la firma de coches y que un día dijo: "La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor". Pero claro, Anatole France nació en 1844, es decir, cuando nacían franceses que soñaban y no se reían de las utopías.
Si en el país de los sueños ya nadie los tiene, no sé yo dónde iremos a parar
¿Alguna idea?
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Perdiendo la capacidad de soñar
lunes, noviembre 05, 2007
A mí a quien me recuerda es al sheriff de las películas vestido de negro que entra en el saloon y todo el mundo se calla. Hablo de Javier Goméz Bermúdez, un andaluz como aquel otro gran juez, Baltasar Garzón. Va camino de convertirse en otro juez estrella. Andalucía ha tenido buenos hijos poetas, de los mejores que ha dado España; lo que no sabíamos es que iba a ser también la madre de magníficos jueces, porque con sus luces y sus sombras, tanto el uno como el otro han contribuido desde su puesto y con su sapiencia a hacer un mundo mejor. Si García Lorca defendió con su venerable pluma todas las causas perdidas de los inocentes, ellos hicieron que muchos inocentes no perdieran su causa.
Javier Gómez Bermúdez tiene la personalidad de un sheriff del Oeste, así lo pudimos comprobar cuando los malos intentaban subírsele a las barbas. y el juez les paró los pies con una voz potente y grave, además de una de esas miradas que ganan duelos sin disparar un solo tiro. Cuestión de autoridad. Muchos no hubieran podido disimular el temblor de piernas, aún llevando toga. Seguramente, Arturo Pérez Reverte le dedique un artículo, mejor si cabe que éste, pues de gente curtida y fajada es rendido admirador. Vaya si lo es. También le gusta la gente de rostro impenetrable. A este paso, a Gómez Bermúdez le escribe una novela.
Si Yul Brynner levantara la cabeza se la volvería a afeitar en homenaje del justo hombre andaluz; y le echaría una mano con los malos, que desde la sentencia le crecen más al juez que el cabello. Empezando por un tal Pedro J. Ramírez, predicador que lleva años haciendo, diciendo y mintiendo en este poblado lo que le viene la real gana y al que nadie le para los pies porque los feligreses le temen más que le respetan. Y dice en su homilía acerca del juicio (final): "el Génesis atribuye a Salomón un pecado de soberbia, al vincular la exhibición de su sabiduría -siempre es peligroso pasarse de listo, dicho sea con carácter general- con el pecado de Adán y Eva de comer el fruto del árbol prohibido del conocimiento".
-Buena homilía, sí señor- dice uno al salir de misa- Lo que no me ha quedado claro es si hablaba del Sheriff o de sí mismo.
-¿De sí mismo? No te lo crees tú ni borracho.
Mientras, en su despacho, Gómez Bermúdez, mientra ve desde la ventana salir de misa a la gente, sonríe satisfecho por el deber cumplido. Y se pregunta cuánto tiempo le queda de seguir siendo el justo juez. Y cuánto tardarán en llamarle el perro andaluz.
domingo, noviembre 04, 2007
Opina mi querida amiga Almudena que el problema que tenemos algunos bitacoristas (existe blogueros, ¿Pero acaso no es mejor esta palabra que me he inventado?) que escribimos mucho, y creo, Almudena, que el problema no es que escribamos mucho: es que a lo mejor nuestros textos no son lo suficientemente atractivos para los días que corren.
En este mundo ciberespacial y de multimedia, de explosiones, ruidos y colores, cuatro letras puestas con más o menos ingenio no son tan espectaculares como una película de cine, un videoclip o un videojuego. Bueno, en realidad puede llegar a decir mucho más que muchas de estas cosas, pero unas cuantas líneas escritas a vuelapluma las más de las veces, como solemos escribir los "bitacoristas", suelen pasar desapercibidas.
Mi bitácora es la historia de uno que tiene más problemas que algunos pero menos que la gran mayoría de los que pueblan este mundo, y que es feliz pese a que tenga momentos de amargura. Su biografía la pueden contar entre muchos. Como cuando en el colegio alguien empezaba una historia, otro la seguía, otro más sucedía a ése y así toda la clase. Porque la historia que yo cuento es la historia de personas que son iguales que yo en deseos, esperanzas e ilusiones. Son la suma de ilusiones de una clase, de un patio de colegio.
Las bitácoras parecen lo más nuevo del mundo, pero en realidad son lo más viejo, porque es escritura. ¿Qué más da escribir en un papiro que con un teclado de ordenador?
Tal vez por eso hay la sensación de que los blog han envejecido pronto y Almudena se ha cansado de leer y llegará el momento en que yo me canse de escribir, porque después de todo, esto está dedicado a vosotros, mis apreciados lectores.
En este mundo ciberespacial y de multimedia, de explosiones, ruidos y colores, cuatro letras puestas con más o menos ingenio no son tan espectaculares como una película de cine, un videoclip o un videojuego. Bueno, en realidad puede llegar a decir mucho más que muchas de estas cosas, pero unas cuantas líneas escritas a vuelapluma las más de las veces, como solemos escribir los "bitacoristas", suelen pasar desapercibidas.
Mi bitácora es la historia de uno que tiene más problemas que algunos pero menos que la gran mayoría de los que pueblan este mundo, y que es feliz pese a que tenga momentos de amargura. Su biografía la pueden contar entre muchos. Como cuando en el colegio alguien empezaba una historia, otro la seguía, otro más sucedía a ése y así toda la clase. Porque la historia que yo cuento es la historia de personas que son iguales que yo en deseos, esperanzas e ilusiones. Son la suma de ilusiones de una clase, de un patio de colegio.
Las bitácoras parecen lo más nuevo del mundo, pero en realidad son lo más viejo, porque es escritura. ¿Qué más da escribir en un papiro que con un teclado de ordenador?
Tal vez por eso hay la sensación de que los blog han envejecido pronto y Almudena se ha cansado de leer y llegará el momento en que yo me canse de escribir, porque después de todo, esto está dedicado a vosotros, mis apreciados lectores.
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el cansancio de la lectura
sábado, noviembre 03, 2007
En la naturaleza no existe la línea recta. Sin embargo, nuestras ciudades están llenas de ellas. Las calles, los edificios, todo. Eso es porque nuestras urbes es el sitio contra natura por excelencia. Pensamos los humanos que nos hemos ido a las ciudades por propia voluntad. En realidad, ha sido la naturaleza la que nos ha desterrado, pues ¿en qué otro sitio podría meter criaturas tan irregulares, dañinas y llenas de imperfecciones?
La línea recta es un artificio que nos hemos creado para generar la ilusión de que somos seres perfectos que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Una recta siempre se asocia a un camino a la excelencia y la línea curva se asocia al camino del caos, cuando uno se desvía, vuelve al mismo sitio, da los mismos pasos para alcanzar la ninguna parte. Pero la línea recta no existe. Queremos creer que sí, pero en realidad nos estamos engañando. Dicen que la línea recta en posición horizontal expresa equilibrio, calma, estabilidad; la línea recta vertical sugiere elevación, movimiento ascendente, actividad. En el imperio de la nada en el que vivimos no hay calma, equilibrio, ni mucho menos con estabilidad, que es la cualidad que con los años va ansiando cada vez más gente, pero sí hay actividad y hay elevación, pues cada vez se quiere subir más alto, hacia el cielo, hacia la nada.
En nuestros rascacielos hay elevación y actividad. Son el símbolo máximo de civilización actual y parten de lo inexistente: simbolizan la seguridad quimérica del nuestra civilización y siguen una línea ascendente que se proyecta al vacío; la batalla perdida contra nuestra propia insignificancia, nuestra caducidad, nuestro fin, que no seré yo de los pesimistas que digan que será pronto.
Vamos por la calle mirando hacia el suelo porque en el fondo nos avergonzamos de ser tan ilusos. Las torres que construimos son monumentos a la fantasía del hombre, al desafío de una batalla que sabemos que está perdida: la batalla contra la naturaleza, que sin contemplaciones nos ha encarcelado en las ciudades llenas de líneas rectas que no existen ni existirán jamás.
viernes, noviembre 02, 2007
"La cantidad de idioteces que habré hecho yo para calzarme a una señora"
La frase no es mía. La dijo José Luis de Vilallonga, ese aristócrata y escritor que dijo y escribió mucho y bueno. Lástima que nadie va a visitar su tumba. Una pena. Alguien que ha sido tan exquisito merecería que se comportaran de igual manera con él. Pero claro, la elegancia es una cualidad que distingue a muy pocos. Desde luego, no a sus herederos y allegados.
No imagino a una persona como él haciendo el idiota por una señora, pero él así lo confesó. Yo pensaba que eso era cosa de una persona como yo, plebeya, que me saltaba todas las buenas maneras habidas y por haber y claro, así me iba la cosa. Encima, me emborrachaba. En tal estado es difícil que una mujer te tome en serio, porque las mujeres, aún beodas, saben lo que hacen, y los hombres, muchas veces ni sobrios sabemos lo que hacemos. Parece ser que lo de hacer el tolili para ligar es mal que afecta por igual a todas las clases sociales, como las purgaciones y los piojos, que ayer vieron a Froilán, el hijo de la Infanta, rapado y rascándose la cabeza. Claro, que a lo mejor no tenía piojos; tenía pediculosis, que son los piojos de sangre azul.
El caso es que la idiotez afecta por igual a todas las clases sociales y no podemos por menos que agradecer la confesión de José Luis de Vilallonga. Claro que, don José Luis era un aristócrata raro, tuvo carné del PSOE y todo. Hablo de la transición. Desde entonces, los del PSOE se han aristocratizado un poco. Que se lo digan a Alfonso Guerra, que según Jorge Semprún en los consejos de ministros le hacían servir el desayuno a él solo en vajilla de alpaca. Y se creería elegante, el paria de la tierra.
Hoy es viernes y cien mil muchachos irán por las calles de Madrid y muchos harán el idiota por la raja de una falda. La ciudad será una enorme plaza de toros con cien mil morlacos en la busca de toreras que siempre sabrán cómo acaba la faena. Y serán idiotas por ellas. Como lo fui yo y como lo fue Vilallonga.
Sólo los elegantes serán capaces de reconocerlo algún día. Y los que queremos serlo.
La frase no es mía. La dijo José Luis de Vilallonga, ese aristócrata y escritor que dijo y escribió mucho y bueno. Lástima que nadie va a visitar su tumba. Una pena. Alguien que ha sido tan exquisito merecería que se comportaran de igual manera con él. Pero claro, la elegancia es una cualidad que distingue a muy pocos. Desde luego, no a sus herederos y allegados.
No imagino a una persona como él haciendo el idiota por una señora, pero él así lo confesó. Yo pensaba que eso era cosa de una persona como yo, plebeya, que me saltaba todas las buenas maneras habidas y por haber y claro, así me iba la cosa. Encima, me emborrachaba. En tal estado es difícil que una mujer te tome en serio, porque las mujeres, aún beodas, saben lo que hacen, y los hombres, muchas veces ni sobrios sabemos lo que hacemos. Parece ser que lo de hacer el tolili para ligar es mal que afecta por igual a todas las clases sociales, como las purgaciones y los piojos, que ayer vieron a Froilán, el hijo de la Infanta, rapado y rascándose la cabeza. Claro, que a lo mejor no tenía piojos; tenía pediculosis, que son los piojos de sangre azul.
El caso es que la idiotez afecta por igual a todas las clases sociales y no podemos por menos que agradecer la confesión de José Luis de Vilallonga. Claro que, don José Luis era un aristócrata raro, tuvo carné del PSOE y todo. Hablo de la transición. Desde entonces, los del PSOE se han aristocratizado un poco. Que se lo digan a Alfonso Guerra, que según Jorge Semprún en los consejos de ministros le hacían servir el desayuno a él solo en vajilla de alpaca. Y se creería elegante, el paria de la tierra.
Hoy es viernes y cien mil muchachos irán por las calles de Madrid y muchos harán el idiota por la raja de una falda. La ciudad será una enorme plaza de toros con cien mil morlacos en la busca de toreras que siempre sabrán cómo acaba la faena. Y serán idiotas por ellas. Como lo fui yo y como lo fue Vilallonga.
Sólo los elegantes serán capaces de reconocerlo algún día. Y los que queremos serlo.
jueves, noviembre 01, 2007
Tenemos otro miembro más en la familia: mi sobrina Beatriz, de la que espero, al igual que de su hermano Daniel, que sean todo lo felices que un ser humano pueda llegar a ser.
En un principio, tenía yo un cierto reparo a que mi hermana y mi cuñado le pusieran Beatriz a la niña. No se lo dije porque no soy quién para decidir el nombre de mi sobrina, pero el nombre de Beatriz me parecía... No sé. No digo que no sea bonito, pero me parecía nombre de fantasma de castillo.
Ahora lo encuentro más apropiado, porque Beatriz rima con una de las palabras más bonitas del diccionario: feliz. No debe ser cosa mala que mi querida niña tenga un amuleto por nombre. Ojalá que con el tiempo la proximidad fonética sea más que una coincidencia y feliz sea la característica principal de ésta pequeña locuela que con mucha osadía ayer abrió los ojos a este mundo y que cuando llora parece que estén sonando las trompetas que anuncian el apocalipsis. Menudos pulmones tiene.
Me está quedando esta entrada muy al estilo de Barrio Sésamo, los lunnys o similar, pero es que he estado con ella y me puesto estupendo y tierno, aunque no se me dan muy bien los niños. Desde luego, no como a mi chica, que tiene una habilidad para tratar con ellos increíble. Mi sobrino Daniel la adora.
Bueno, me voy a soñar un poquito con ese mundo que quiero para esos dos bebés que se lo merecen todo por existir.
Niños, gracias por haber venido.
En un principio, tenía yo un cierto reparo a que mi hermana y mi cuñado le pusieran Beatriz a la niña. No se lo dije porque no soy quién para decidir el nombre de mi sobrina, pero el nombre de Beatriz me parecía... No sé. No digo que no sea bonito, pero me parecía nombre de fantasma de castillo.
Ahora lo encuentro más apropiado, porque Beatriz rima con una de las palabras más bonitas del diccionario: feliz. No debe ser cosa mala que mi querida niña tenga un amuleto por nombre. Ojalá que con el tiempo la proximidad fonética sea más que una coincidencia y feliz sea la característica principal de ésta pequeña locuela que con mucha osadía ayer abrió los ojos a este mundo y que cuando llora parece que estén sonando las trompetas que anuncian el apocalipsis. Menudos pulmones tiene.
Me está quedando esta entrada muy al estilo de Barrio Sésamo, los lunnys o similar, pero es que he estado con ella y me puesto estupendo y tierno, aunque no se me dan muy bien los niños. Desde luego, no como a mi chica, que tiene una habilidad para tratar con ellos increíble. Mi sobrino Daniel la adora.
Bueno, me voy a soñar un poquito con ese mundo que quiero para esos dos bebés que se lo merecen todo por existir.
Niños, gracias por haber venido.
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