domingo, diciembre 03, 2006


Hay gente que tiene la suerte de encontrar su amor verdadero a los quince años, pero lo cambia por un Rolex de titanio. Es el caso del hombre del que os voy a hablar.
Él encontró el amor verdadero, como ya he dicho, siendo adolescente, y pasó un primer año viviendo en una nube. En agosto del año siguiente cumplió los dieciséis. Celebró su cumpleaños en el pueblo donde todos los años veraneaba con sus padres. Parte de la celebración de ese cumpleaños fue el beso más largo que se dio con una chica que conoció en la plaza del pueblo, mientras la orquesta tocaba.
Un borracho les miraba con envidia por aquel magreo de película.
Mientras, en la playa, a la luz de una fogata, una chica decide no darle la boca a un chico que, por otra parte, era muy guapo y simpático. Poco después le explicó que tenía novio en Madrid y que no se lo tomara mal. El chico, despechado, la espetó "a saber lo que está haciendo ahora tu novio"
Pasaron tres años. Entramos en la década de los ochenta del pasado siglo. Ella estaba haciendo Magisterio, él, Ingeniería Técnica Industrial. Con toda la actividad que tenían sólo podían verse los sábados. Los viernes ella se iba a hacer ensayos de teatro con el grupo de la parroquia. Él se reunía con los camaradas del partido.
Uno de esos viernes, el director de la obra le pidió a ella que para hacer más creíble a Julieta, debería dejarse besar por el actor que hacía de Romeo. Ella le pidió que por favor lo cambiara por un abrazo, porque su novio real iba a ir a la representación y no le gustaría ver cómo la besa otro, aunque fuera de mentira. Mientras tanto, Juanito discutía con un farmacéutico de guardia porque éste no le vendía profilácticos.
"Reaccionario de mierda. Que sepas que vuestro tiempo se ha acabado"
Mientras, una camarada del partido le esperaba en un seiscientos aparcado en doble fila.
Pasaron unos pocos años y llegó el momento de la boda entre Juan y Julieta. Después del banquete, el novio hace un aparte con la hermana de la novia.
-Joder, Inés,ya va siendo hora de que tú y yo nos empecemos a llevar bien. ¿No te he dicho nunca que estás todavía más buena que tu hermana?
-¡Qué hijo de puta eres!
Con el paso del tiempo, don Juan fue cambiando de marca de colonia. De Brummel, pasó a Massimo Dutti, de Massimo Dutti a Esencia de Loewe. Pero llevara la colonia que llevara, todas las mujeres con las que se acostó a lo largo del tiempo les gustaba cómo olía aquel tipo. A la que más le gustaba es a una que dejó la carrera de Magisterio, que dejó de hacer de Julieta porque quería quedarse en casa cuidando de los dos hijos que habían tenido. A su marido siempre le hacía el nudo de la corbata antes de que éste se marchara al trabajo. Don Juan siempre encontraba quién le deshiciera la lazada.
Hubo otras cosas que cambiaron en ese hogar: de un seiscientos pasaron a un Ford Scort, del Ford Scort a un Renault 25, del Renault 25 a un BMW 535 y de éste, a un Porsche Cayenne, que los todoterrenos son lo más apropiado para la gran ciudad.
-Cariño, ¿Sabes lo que te voy a regalar en tu cumpleaños? El peugeot 307 ese que te gusta, para que lleves a los niños al colegio.
La noche anterior Juan había estado con un bellezón rubia que le había cobrado 900 euros por pasar la noche con ella.
Cuando se reunían con los viejos amigos de la juventud, a Juan, cuando estaba sólo con los hombres, le gustaba alardear de lo bien que marchaba su empresa, de cenas en Zalacaín, de lo que son capaces de hacer en la cama las bellezas del este y de partidos en la Champion desde el palco del Bernabéu. Cualquier otro tema le traía sin cuidado, salvo el de la política:
- Quien no es de izquierdas de joven no tiene corazón y quien no es de derechas de viejo no tiene cabeza, así que ya sabéis a quién votaré yo. Y ya está bien de restregarme eso de que milité en el PCE.
A la empresa de Juan llegó una joven abogada separada, que tenía un hijo. Después de varios viajes de "trabajo" a Venecia, Chipre e Ibiza, Juan decidió contárselo todo a Julieta:
-cariño, a mi lo que me gustaría es seguir tal y como estoy ahora, contigo y con ella. ¿Por qué no lo intentamos un tiempo?
Al día siguiente, Julieta y Juan comenzaron con los trámites de divorcio.
Por la noche, la abogada, para celebrar el que por fin Juan se había decidido el ir a vivir con ella, le regaló a éste un Rolex de Titanio.
Os preguntaréis quién me ha contado esta historia. Pues fueron varios de los que conicían a Juan. Pero la que más cosas me reveló fue Julieta, que supo casi todo de las andanzas de su don Juan y que siempre le quiso ver como su Romeo.
En realidad, nunca dejó de hacer teatro. El papel en el que se especializó fue el de mujer tonta que nunca se enteraba de lo que hacía su marido. Lo hizo todo por él. No es para menos, pues era su amor verdadero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Puuuuuuuuuuues... yo pienso que una de dos:
1.- o Julieta no se quería mucho a si misma.
2.- A Julieta le comieron la cabeza y le dijeron toda la vida que eso iba a ser lo correcto...

Seguro que hay más versiones...pero desgraciadamente... a muchas mujeres les han dicho toda la vida que eso es lo que hay que aguantar... y gracias a quien sea... aguanto cuernos y desprecios y no otras cosas... aunque quien sabe cómo se comportaba con ella... porque a veces el cuerpo cura heridas que la mente no puede...


(2º vez que sale el nombre de la feminidad por excelencia en tu blog... :-P)

Muxuak.
Mss. Hyde