Lo cierto es que se sigue paseando con chulería de periferia, orgulloso de tener ya ese minuto de fama canallesca tan soñada, ésa de los campeones de la nada, gloria del parasitismo, de la oferta de anestesia venenosa de almas por el módico precio de ver un anuncio de un crédito de usura rápida. Ahí tenéis al nuevo héroe, al nuevo miembro de la nobleza del estiércol. Camina amagando un puñetazo a un operario de cámara, de ésos que le persiguen como si hubiera descubierto la vacuna contra el SIDA, como si hubiera inventado el coche que no contamina. Pese al amago de agresión, los periodistas le quieren. No es poco el mérito de quien pega a una niña, nos dicen los que nos señalan con su dedo la luna y quieren que veamos un dedo. Ni eso: la roña del dedo. "No se os ocurra jamás mirar a la luna", previenen.
La noticia es que un hombre muerda un perro y la lástima es que la noticia no sea que una niña golpea a un idiota. Puede sentirse orgulloso el idiota, una reportera de Antena 3, con una media de sobresaliente en la carrera, da empujones para estar al lado del iletrado y conseguir una entrevista en exclusiva con él, que tenía preparada su mejor piel de cordero para la ocasión, que con falsa humildad pedía disculpas pero cuya mirada delataba el orgullo del canalla sabedor de que es reina por un día, en su bar, teniendo como cetro un botellín de cerveza y como corona la foto de un plato de calamares. Mientras, a la niña le tienen que ocultar la cara porque en este mundo la vergüenza es cosa de plebeyos, mientras la reinona sonríe graciosa y arrepentida a cámara y sólo le falta mandar un saludo a sus primos de Carabanchel que le estarán viendo.
Me da grima pensar que puede que el siniestro miembro de la nobleza del estiércol haya cobrado por la exclusiva con la periodista del sobresaliente que no sobresale, de esa "pofesional" que debería dedicarse a otra cosa, que no sabe lo que significa decencia, que exhibe a un monstruo que se ha enseñado a desaprender a conciencia. Y menos mal, murmurarán algunos mientras arriman la sardina al ascua, que cuando la criatura fue al colegio no le enseñaron educación para la ciudadanía. En este mundo donde los únicos tronos que enfocan las televisiones son las letrinas, será fácil verle como concursante de Gran Hermano, como un tertuliano de Ana Rosa, o como consorte de Belén Esteban, en una boda en la que el padrino será Poli Díaz y nosotros los pobres menesterosos que les pediremos limosna a la puerta de la iglesia.
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