Cuentan que en Birmania el ejército está llevándose cadávares de manifestantes en camiones tapados; han imposibilitado que haya recuento de muertos, que se calculan más de doscientos; ha prohibido que la gente mire a través de sus ventanas cuando se realizan los transportes; han encarcelado a seis mil personas; y parece ser que la junta militar inicia una ofensiva mediática que costará millones de euros para maquillar la situación política del país y enmascarar los crímenes que han perpetrado contra sus súbditos.
Sin embargo, aquí en España, un autodenominado escritor publica una columna arremetiendo contra los monjes que iniciaron la revuelta del hambriento pueblo birmano, pues los hombres de bien, da igual la ideología o religión que profesen, tienen la fea manía de indignarse ante las injusticias . El "escritor" (que nadie le tiene por tal, es más, él reconoce que el último libro que ha publicado a su nombre no lo ha escrito él) que fue antes comunista, que fue antes cristiano y que ahora se las da de neoliberal, desaprueba la llamada a la rebeldía de los monjes de túnica color azufre. Debe ser porque la junta militar procura que unos pocos vivan bien a costa de muchos y eso es determinante para la ideología que no para de alabar. Los monjes, a rezar porque el chollo dure lo más posible.
"Libertad, fraternidad, desigualdad y derechazos" se titula el libro que no ha escrito él, pero que ha titulado porque a neoliberal no le gana nadie. Siempre le gustó estar a la moda en lo que a ideologías se refiere; será de las pocas personas que las ha tenido todas. Como es persona frívola y sin sesera, se apunta al bombardeo que toca y ahora las bombas las ponen los neoliberales. Toca decir que la miseria es para quien se lo merece, y las buenaventuranzas para los superhombres como él, que para algo estamos inmersos en la selección natural. Si está escrito que te mueras de hambre o que te mueras por las balas del gobierno birmano, fastídiate por no estar entre los elegidos del pueblo de Dios. El que sean monjes denunciantes de las injusticias en vez de guardianes de su religión es una verdadera infamia. Qué es eso de que los monjes denuncien. A nuestros obispos lo que menos les preocupa son las injusticias, que si Dios no las resuelve, ellos no van a ser menos. Monjes desgraciados y crispados, iros a orar, que os lo manda el más trepa de los españoles y uno de los más sinvergüenzas.
¿Cuánto queda para que finalice este tiempo en el cual se insulta a las víctimas con la estulticia? Ya va siendo hora que unos cuantos tontos oportunistas como el que os digo sean arojados a la sima del olvido. Ese tonto, al que pagan mucho dinero por decir majaderías, dice sentirse envidiado ¿Por quién? ¿Acaso hay hombre o mujer que envidie la estupidez? Tuvo la desfachatez de escupir sobre el amor de unos monjes a su pueblo. Es de esa clase de criaturas prescindibles pero que son imprescindibles para la historia olvidable de la estupidez humana. Lástima que la selección natural les mire de reojo, como a las cucarachas.
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