domingo, septiembre 02, 2007


la tarea que más me despierta sentimientos de culpa de mi trabajo es, sin lugar a dudas, cuando al nacer un bebé, le creo su representante en letras y números en el ordenador. Es decir, cuando le meto en la jaula que es la red del hospital que forma parte de esa gran cárcel cibernética del mundo entero. Qué mal me siento porque rompo su anonimato e imposibilito para siempre que sea invisible a la maldad de este mundo. Está en un laberinto de donde muchos Minotauros no le dejarán salir. Es, a partir de un momento determinado, un reo más de la burocracia, como usted, como sus padres y como yo. De verdad que yo no quería ocasionarle tanto mal. Si la burocracia es simplemente penosa como ahora, no hay problema. Pero ay, que no llegue el día en que la burocracia se convierta en una poderosa máquina de matar, devorando uno a uno a los hijos de los hombres que están detrás de los datos, cual Saturno demencial.
Si se piensa lo que hago es una verdadera faena para la criatura: desde que yo hago su equivalente numérico y alfabético, éste ya no se podrá escapar de la inmensa red de telaraña que es este estado concreto de las cosas. Le podrán poner multas a placer, embargarle por la hipoteca, meterle en juicios y en el peor de los casos, ir a la cárcel o imponerle la pena de muerte, que nunca se sabe cuánto se pueden torcer las cosas con esto de las hipotecas. Todo porque sus datos están en una ficha informática, porque yo le creé en datos para que el mundo le controlara al antojo de los gobernantes y la gente de malvivir por venir.
No sé si me podrán perdonar alguna vez esa multitud de bebés a los que yo he metido en el mundo casi infinito de los ceros y los unos. A veces sueño que soy un hombre sin identidad, intocable para los tentáculos del diabólico sistema, libre en definitiva, y de la euforia paso a sentirme culpable: menuda faena les hago a esos niños que sólo merecen felicidad. A veces maldigo a aquél que con caligrafía preciosa y elegante, de antigua enseñanza religiosa a palmetazos, me dejó perfectamente localizable para la rapiña de usureros y domesticadores que ha puesto esta sociedad para que me persigan y me tengan bien recogido y adocenado. Ahora, por ese pecado original de bella grafía, preso me hallo de la hipoteca, las facturas y las obligaciones que van a este fulanito de tal que vive en la calle cual que soy yo.
En fin, mis queridos niños, perdonad por ser yo el primero en dar vuestras señas de identidad al monstruo. No sabéis las cosas que tiene que hacer uno para ganarse la vida. Vosotros os veréis en tesitura parecida a la mía, hijos míos: alimentar al sistema para que él os alimente o llevado al extremo, por lo menos que no os devore.
Sin duda, las hormigas son más libres que nosotros los datos.

2 comentarios:

A.Jiménez dijo...

qué rebelde eres wey!! las cosas como son y así sean dichas.
amén.


pero sabes qué me gusta de tus textos?
que aprendo.


besos concu!!

tristopositor dijo...

bueno, hay una cosa que no te he dico. Que soy un optimista incurable. Entonces, puede que a lo mejor esté haciendo algo bueno. Ellos son vida y la vida es esperanza, ¿No?