La gente sabe mucho de economía. Seguro que los ejecutivos de Countrywide Financial, el mayor prestamista hipotecario de los EEUU, que puede que caiga en bancarrota, saben mucho de economía. Seguro que muchos de ellos han estudiado en las universidades de Columbia, Harvard o Stanford; es más que probable que en esos centros del saber aprendieran todo lo que saben del maravilloso mundo del neoliberalismo y sus grandes capacidades de curación de los males de este mundo. Desgraciadamente, como no son dioses, tenían su talón de Aquiles, que fueron paradójicamente, la falta de talones; de talones bancarios, se entiende. Ante la falta de talón en nada se queda la sabiduría económica.
Y de eso se queja precisamente nuestro bienamado y sabio emperador, el excelentísimo George Bush segundo o segundón, que poniendo el dedo en la llaga señaló que la culpa era de los deudores que firmaron hipotecas: unos inconscientes. Ofreció como solución un programa de alfabetización financiera. Enhorabuena, oh, gran emperador. Resulta que lo que falta para pagar un crédito hipotecario es conocimientos en economía y lo de pagar el dinero al banco es secundario... ¿Para cuando le darán el Nóbel a este hombre? ¡Estamos ante otra de sus grandes frases! Voy a ir corriendo a mi banco y le voy a recitar al director de mi sucursal las obras completas de Milton Friedman, a ver si así me cancelan el resto de la hipoteca que nos queda a mi chica y a mí. Y para cuando tenga que pagar el seguro del coche, le voy a versificar el "la teoría de los sentimientos morales" de Adam Smith. Con eso, seguro que hasta me regalan la batería de cocina.
Dije que deberían darle el Nobel al emperador, pero creo que no debería ser en una especialidad solamente: el merecidísimo de economía, por sus revolucionarias teoría sobre "los tochos de economía para pagar hipotecas sin recurrir al dinero contante y sonante" y el de literatura, porque está haciendo una "nueva historia universal de la infamia" él solito ¡Y sin escribir una sóla línea! Eso sí que es mérito, y no el de Borges.
Pobre señor de Aquiles Smith, que, a falta de talón, se quedó sin su casa. Por desgracia, detrás vendrán los Aquiles Dupont, los Aquiles Santuchione, los Aquiles Zang, los Aquiles Pérez y demás Aquiles que pueblan este mundo. Al menos saben dónde tienen los pies, cosa que no podemos decir de nuestro bienamado emperador, que con la ilógica a la que nos tiene acostumbrados tiene el talón de Aquiles en la cabeza.
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