"Basta ya de pasar por este mundo tan solo mirando, tan solo aceptando lo que se ve, basta ya de ser mero público."
Así empieza la última entrada del blog de Amalur (http://manu-bioblog.blogspot.com/) Un chico joven, estudiante. Demasiado ocupado para poner sobre reflexiones sobre blanco. Demasiado abstraído, tal vez, en la búsqueda de la utopía que otros con veinte años, ni siquiera comenzamos. Amalur sólo ha escrito siete entradas, pero todas ellas están rebosantes de ímpetu, inteligencia y sensibilidad. Todas ellas rezuman amor por la vida y la solidaridad, que es el amor al desconocido.
Su mensaje es viejo, porque es el grito que toda juventud debe hacer en un momento dado. Los jóvenes del 68 lo hicieron, como tantos otros en el pasado. Las revoluciones las empuja el corazón de los que están pidiendo paso, de los que gritan: "Bueno, ya está bien, parad de una vez, no os tomáis el pelo, pero qué os creéis" Revoluciones ha habido muchas y todas han sido necesarias. Cuando se han parado con barbarie, en esos lugares ha después reinado la ruina, la miseria o la pobreza para la inmensa mayoría (aunque nos diga que la cosa está bien por las poquísimas mansiones que hay unos kilómetros más allá de las grandes extensiones de miseria chabolista que dejaron las contrarrevoluciones).
Aunque su mensaje se haya sacado de un viejo escritorio escondido y olvidado en el desván de un viejo idealista, su mensaje trae nuevas noticias. Noticias de que necesitamos el cambio, de que ya está bien de la dictadura del conservadurismo, que por cierto con tanto entusiasmo practican también los gobiernos que se dicen de izquierda. Cuando quieren que nos olvidemos de lo necesario, enterrándonos en una ciénaga entre tinieblas, es cuando necesitamos que los jóvenes se abran (nos abran) camino hacia la luz. Ayudémosles.
Amalur, tu batalla (mi batalla) no es fácil. Europa está cada vez más vieja, caduca y miedosa. Sobre todo tiene miedo a los que no tienen miedo, a los jóvenes como tú. Averigua si esos enemigos que tenemos que son tan grandes son, en realidad, esos tigres de papel que tú y yo sospechamos. Ganémosles, pues no nos queda otra.
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