Sé que soy muy reivindicativo, lo sé. Sé que a muchos de vosotros no os gusta el que os
hablen de eso tan indigesto de la política, que deja un poso amargo que nos puede fastidiar lo que queda del día. Creedme que en mi vida cotidiana procuro transmitir alegría, aunque a veces las líneas que escribo me salgan torcidas. Intento alegrar la existencia de mi chica sobre todo, la que más me tiene que soportar. Ya me cuido yo (en la medida que me es posible) de alejarla del Prozak y del sicólogo. Claro que, amor, el que tú estés lejos de esas cosas sólo está en tu mano y en tu cabeza. Yo lo único que puedo hacer es allanarte el camino hacia la felicidad. Sabes que me esfuerzo por hacerlo. Y porque te quiero.
Y bueno, recuerdo la última tontería de los ingleses: consiste en bajarle el sueldo a los funcionarios varones. Olé olé. Podría darse que en nuestra vida en común yo ganara más que tú. Pero creo que a ti no te gustaría que me bajaran el sueldo para igualarlo con el tuyo. Más que nada, porque nuestro hogar tendría menos recursos.
Claro que estamos en un nuevo caso en que se confunde machismo con... no sé qué.
Por cierto, que a mí me encantaría que tú ganaras más dinero que yo, sobre todo si mi salario es de miseria y pagado por una ETT. Es de los pocos casos en los que no querría estar igualado contigo, mi amor.
En fin, lo que pasa es que Tony Blair es muy apañado y que aprovecha cualquier excusa para hacer humor inglés. Es un hombre bromista y jacarandoso. Ha organizado una fiesta a su pequeña mentira que cumple cuatro años estos días, a la que él le ha a agasajado con una tarta de seiscientas mil velas.
En fin cielo, todo lo que sube tiene que bajar. Nos ha pillado juntos en la madurez una de las épocas más idiotas que en los siglos vieran, justo la época en la que están a los mandos la generación del 68, que nos ha demostrado que los adoquines no están en las calles sino en los despachos de gobiernos y corporaciones. Y la única arena que hay es la de los desiertos que rodean a ciertos oleoductos.