lunes, diciembre 18, 2006

No sé vosotros, pero mi vida es una sucesión de errores de los que no me arrepiento. Situaciones que he provocado, en muchos casos ridículas, unas veces por el exceso de bebida, otras por no sopesar debidamente la situación en la que me veía envuelto, otras por dar prioridad a unas cosas frente a otras. Pero el caso es que, de resultas de todo ésto, me encuentro aquí reflexionando y poniéndolo en negro sobre blanco para vosotros.
Alguna gente piensa que si pudiera reescribir su vida lo haría de otra manera, o que si pudiera dar marcha atrás en la moviola, pues que lo haría para no cometer esa torpeza que parecía insignificante, pero que ha tenido consecuencias desastrosas en su vida. Por ejemplo, en una reunión con compañeros, algo dicho a vuelapluma, sin meditarlo, sin querer hacer daño,y te has granjeado un nuevo grupo de enemigos. No pensaste que les iban a caer tus palabras así de mal, pero al cabo de un tiempo más o menos breve, sufres las consecuencias de unas palabras que no tenían por objetivo el causar dolor o molestia. Crees que éso son cosas de las almorranas y de no las palabras.
Hay quien dice por ahí que somos la suma de nuestros errores y nuestros aciertos, que nuestro conocimiento de la vida depende tanto de los unos como de los otros. Otros llegan más lejos: del error, por muy doloroso que sea el resultado, se aprende más que del acierto.
Como dijo Quevedo: "¿siempre hay que sentir lo que se dice, nunca decir lo que se siente?" Cicerón siempre habló laudatoriamente de la prudencia, pese a que será una de los senadores que más "largaban" en su época (desgraciadamente pagó por ello) y Baltasar Gracián es otro que alabó sobre la prudencia en un libro. Y digo unos pocos ejemplos, porque a lo largo del tiempo han sido muchos que han escrito sobre la prudencia como valor para desenvolverte bien en la vida. Pero, para el que quiere ir más allá no es buena cosa el ser prudente. Ya sabemos que la prudencia es un corsé que viene muy mal para que se produzca la inspiración. Afortunadamente, ni Quevedo, ni Cicerón y casi que ni Gracián fueron prudentes siempre. De haber sido más temerosos, no hubieran salido tan buenos escritores. No es buena cosa para el que quiere vivir , (o vivenciar, como dirían algunos filósofos), paralizarse por la prudencia.
La prudencia, creo, es más cualidad para gobernantes que para el resto de personas, y creo que Gracián pensaba en ellos más que en ningún otro.
Lo que me motivó a escribir este artículo es el pensar que si no fuera por los errores cometidos en mi vida, no hubiera tenido el acierto de estar con mi chica. Digamos que pensé que mis errores habían sido las puertas que yo he tenido que abrir y que finalmente me han conducido al acierto de estar con mi chica. Lo cierto es que ella me quiere pese a mis errores. Pienso que si no hubiéramos cometido "la imprudencia" de unir nuestras vidas, ahora seríamos más infelices.
Ser audaz, o te conduce a un paso adelante o te manda diez pasos atrás, pero no podemos quedarnos en el camino pensando en los golpes que podemos recibir. La vida es un riesgo que debemos de correr. Hay que seguir andando, sí, con un poco de prudencia, vale, pero no dejando que ésta te paralice en tu camino.
Después de todo, nunca nos libraremos de la duda de si es correcto o no lo que hacemos.

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